Se rezó en la plaza del Congreso en el día de los santos inocentes

  • 30 de diciembre, 2021
  • Buenos Aires (AICA)
El 28 de diciembre, conmemoración de los santos inocentes, fue celebrada en la plaza del Congreso una misa en reparación por la muerte de niños por nacer, a un año de la legalización del aborto.

El martes 28 de diciembre a las 19.30 fue concelebrada en la plaza del Congreso una misa en conmemoración de los santos inocentes, en un clima sereno de oración dentro del tiempo navideño.

Previamente, a las 19, se rezó el Santo Rosario en reparación por la muerte de niños por nacer, a un año de la legalización del aborto por el Congreso nacional.

Rezaron los misterios varios chicos y chicas menores de diez años, todos primos entre sí.

Participaron de las oraciones y los cantos unas 250 personas, que se fueron reuniendo en el lugar a partir de las 18.

En el suelo, sobre el césped, se extendió un rosario de flores de papel; cada cuenta incluía una pequeña imagen de una criatura en el seno materno y una velita. Las velas fueron siendo encendidas por distintos concurrentes y las lucecitas se hicieron más visibles al ir cayendo el sol.

A un costado del altar -una sobria mesa con una estatuilla de la Virgen de Luján- un miembro de la Confraternidad de Porta Cristos Genoveses sostenía desde su cintura un crucifijo grande y pesado. La Confraternidad se reúne desde hace décadas en la parroquia del Tránsito de la Santísima Virgen y suele unirse a manifestaciones externas de fe, como procesiones por las calles, en la Semana Santa y en otros tiempos litúrgicos.

A otro costado estaba una imagen de Nuestra Señora de Schoenstatt. Entre el público había pocos carteles y solamente dos o tres asistentes tenían banderas argentinas, pero prácticamente todos tenían un rosario en la mano. En la reja que resguarda el monumento a los dos Congresos estaba puesta una gran bandera de tela con el lema: “Patria sí, aborto no” y decía “Berazategui, Quilmes y Varela por las dos vidas”.

Antes y después de la misa varios sacerdotes atendieron muchas confesiones, hasta entrada la noche. La misa fue concelebrada por los padres Lucas Martínez, Fernando Llambías, Fernando Fusari y Roger Ndayisenga, este último oriundo de Burundi, país africano que fue colonia belga y tiene el francés como idioma oficial.

En la homilía se expresó que en vísperas del día triste en que se aprobó la ley del aborto se quería hacer una oración por esos niños “que fueron asesinados legalmente” en el último año.

“Venimos no tristes –dijo el predicador- porque sabemos que el triunfo es de nuestro Dios”. Recordó cuando el papa Francisco, siendo arzobispo de Buenos Aires, luego de la tragedia de Cromañón, se dolía de una ciudad llena de soberbia, que maquilla las heridas, que hace sufrir y que no llora a sus muertos.

Invitó a no acallar el dolor, a llorar “lo que nos pasa como sociedad”. Y animó a ayudar a las mujeres para que no se sientan obligadas a abortar.

“Nos hace bien a nosotros dar testimonio público”, afirmó, en línea con el mandato papal de una “Iglesia en salida”. Destacó el valor de manifestarse en un lugar público. “Venimos porque somos ciudadanos. No venimos con odio ni con rencores”, dijo, refiriéndose a los que votaron la ley. Llamó a rezar por ellos, a ofrecerse al Señor, a unirnos en la Cruz. “El mal se vence con el bien”, agregó, y señaló que “tenemos que buscar la santidad, primeramente en nuestro propio corazón, en nuestra propia familia”. Expresó que algún día esa ley caerá porque es injusta. Mientras tanto, al tiempo que habló de la misericordia, exhortó a pedir a Dios que le conceda a cada uno de los presentes poder salvar una vida.

Muchos fieles recibieron la comunión y la bendición final.

Más temprano, al empezar a rezarse los misterios del Rosario, Mariana Rodríguez Varela había invitado a orar por todos los niños muertos por aborto provocado en el último año y dijo que debemos ver a cada uno como un pequeño Cristo crucificado.

Al concluir la Santa Misa hubo una prolongada adoración al Santísimo Sacramento expuesto en el altar. Muchos de los asistentes rezaban de rodillas sobre el pasto o las veredas. Se entonaron distintos himnos eucarísticos y canciones marianas, acompañados por el rasguido de una guitarra. En tanto, en varios lugares se formaban colas para acceder al sacramento de la confesión, habiéndose dispuesto asientos para los sacerdotes y los penitentes.

Al terminar la adoración eucarística quedaron conversando grupos de personas y algún sacerdote confesando hasta bien pasadas las 22.30.+