Mons. Castagna: "Juan, profeta del Altísimo"

  • 3 de diciembre, 2021
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes recordó que la misión de Juan el precursor es "allanar los caminos y enderezar las sendas para que se instale la Salvación entre los hombres".

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que el profeta Isaías anuncia la actividad de Juan el Precursor, y explicó que su misión es “allanar los caminos y enderezar las sendas para que se instale la Salvación entre los hombres”.

“Ya lo había anticipado, proféticamente, el sacerdote Zacarías, padre de Juan: ‘Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación, mediante el perdón de los pecados’”.

“Aquí está expresado el protagonismo de San Juan Bautista y, en él, perfectamente cumplido”, concluyó.

Texto de la sugerencia
1.- El tiempo y el lugar de la profecía. Dios elige al profeta, para que transmita su Palabra a los contemporáneos, situados en la fecha y el lugar que les corresponde. Acontece cuando se prepara la llegada del Salvador, mediante el ardiente ministerio de Juan Bautista, gobernando Tiberio en Roma y Poncio Pilato en Judea. De esa manera, el Hecho está asistido por protagonistas históricos bien identificados. Nadie podrá negar su historicidad. El Precursor, que prepara esa llegada, obtiene un relieve incomparable. Queda así relacionado, de manera preferencial, con el Adviento. “Es más que un profeta”, afirma Jesús al identificarlo ante el pueblo. Su misión lo sitúa en ese nivel de importancia, destacando su calidad humana con precisas expresiones: “¿Qué salieron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquel de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”. Les aseguro que no hay ningún hombre más grande que Juan”. (Lucas 7, 26-28) 

2.- Juan denuncia la existencia del pecado. Su presencia manifiesta un peculiar desapego de todo lo que malogra y detiene el desarrollo espiritual de los hombres y de las mujeres. Sobre todo, prepara los corazones, mediante un severo examen de conciencia y la penitencia, para la venida del Salvador. Nuestro Adviento constituye el marco existencial para el florecimiento de esos valores. La presencia del pecado ocasiona la pérdida de perspectiva moral y empuja a caminar a los tumbos. El llamado a la conversión, que inspira la predicación de San Juan Bautista, supone el reconocimiento del pecado, y la decisión de adoptar la virtud de la humildad como energía para no abandonar el camino de la fe. El pecado es un fracaso. Los rectores contemporáneos del pensamiento y de la cultura, se mofan de la calificación de “pecado”, hasta naturalizar sus peores expresiones. Pero, no deja de ser un triste fracaso existencial. En toda época se han cometido delitos y pecados, manteniendo  una conciencia viva de haberlos cometido. Por ello, se conservó abierta la puerta al arrepentimiento y a la conversión. En el siglo XX y en las dos décadas del siglo XXI, se ha diluido esa conciencia, produciéndose lo que el Venerable Pio XII calificó, con particular lucidez: “pérdida del sentido del pecado”.

3.- El debilitamiento de la fe. Coincide con el debilitamiento de la fe religiosa. Sin fe, como adhesión personal a Cristo - el Verbo encarnado - se pierde el sentido de lo trascendente, garantizado por la intervención de Dios en nuestra historia. En ella se desarrolla la vida humana, en su obligado tránsito temporal. Cristo es el enviado del Padre y, por lo mismo, el testigo único del Misterio de Dios. Nos devuelve el sentido de los valores trascendentes y de aquello que los niega y pretende destruir. Los Apóstoles y la Iglesia, en ellos fundada, han recibido de Jesús, la misión que éste recibió de su Padre, consistente en revelar lo que estaba oculto, por causa del pecado. Es notable el empeño diabólico de esconder lo que Cristo vino a revelarnos: “Para esto he nacido y he venido al mundo y para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”. (Juan 18, 37) La tarea evangelizadora exige un compromiso de vida, que incluye estar presente en las realidades temporales, algunas muy complejas, que necesitan ser asumidas y reorientadas.

4.- Juan, Profeta del Altísimo. El Profeta Isaías anuncia la actividad del Precursor. Su misión es allanar los caminos y enderezar las sendas para que se instale la Salvación entre los hombres. Ya lo había anticipado, proféticamente,  el sacerdote Zacarías, padre de Juan: “Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación, mediante el perdón de los pecados…” (Lucas 1, 76-77) Aquí está expresado el protagonismo de San Juan Bautista y, en él, perfectamente cumplido.+