Fueron ordenados tres nuevos sacerdotes catamarqueños

  • 22 de noviembre, 2021
  • San Fernando del Valle de Catamarca (AICA)
El obispo de Catamarca, monseñor Luis Urbanc, ordenó sacerdotes de la diócesis catamarqueña a los diáconos Juan Marcos Bellomo, Martín Brizuela y Ramón Carabajal.

En el marco del Año de San José y del Beato Mamerto Esquiú, y en el inicio del proceso sinodal convocado por el papa Francisco, durante la noche del viernes 19 de noviembre, en la catedral basílica y santuario del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora del Valle, el obispo de Catamarca, monseñor Luis Urbanc, ordenó sacerdotes de la diócesis catamarqueña a los diáconos Juan Marcos Bellomo, Martín Brizuela y Ramón Carabajal.

La misa de ordenación sacerdotal, de la que participó una gran cantidad de fieles, fue concelebrada por numerosos presbíteros del clero catamarqueño y del de Tucumán, en cuyo seminario recibieron su formación sacerdotal los nuevos sacerdotes.

Al comienzo de la celebración eucarística, el vicario general de la diócesis, presbítero Julio Murúa, dio lectura al decreto episcopal de ordenación presbiteral de los tres diáconos, los que fueron presentados al obispo diocesano, quien los interrogó y concedió su aceptación a formar parte del clero diocesano de Catamarca.

Tras mencionar a los jóvenes que iban a ser ordenados, en su homilía monseñor Urbanc agradeció especialmente a los padres, familiares, sacerdotes y comunidades eclesiales de donde ellos provienen, y pidió a Dios que “los bendiga abundantemente y llene de paz”. “Mi corazón se llena de júbilo porque tenemos el templo repleto”, dijo y saludó “a las autoridades en la persona del rector del seminario de Tucumán, presbítero Marcelo Lorca; al presbítero Pío Pérez, formador del curso Introductorio; a los diáconos y seminaristas; al padre maronita Charbel Chahine, que está con nosotros; a los sacerdotes diocesanos, que muchos vinieron de lejos para participar de esta celebración; a los consagrados y consagradas, gracias por participar”.

Seguidamente reflexionó sobre la Palabra de Dios que “nos ilumina abundantemente el contenido y sentido de esta ordenación sacerdotal: Hoy, por el ministerio de la Iglesia serán constituidos presbíteros, lo que significa que por el resto de sus días terrenales serán testigos de los sufrimientos de Cristo y copartícipes de la gloria que va a ser revelada. Apacienten el Rebaño de Dios que les ha sido confiado; velen por él, no forzada sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación; no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo ejemplo para el Rebaño. Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria”, agregó, citando un pasaje de la primera carta de San Pedro.

“Sí, queridos Juan, Martín y Ramón -expresó-, sean administradores fieles de los misterios del Reino y dispensadores generosos y abnegados de la misericordia de Dios Padre. Así los necesita la gente que tiene el derecho y, que con tanta ilusión, quiere ser guiada y acompañada por sacerdotes idóneos, cercanos y santos. Por favor, cuídense de no defraudar a Jesús que los llamó, ni a la gente que quiere y necesita depositar su confianza en la sabiduría, prudencia, madurez, pureza de vida y oración de cada uno de ustedes”.

A continuación, reflexionó sobre el texto del Evangelio de San Juan, en el que Jesús Resucitado le pide a Pedro hacer una triple profesión de confianza y amor a Él. Habló de Dios que es Amor, tema central en la vida cristiana y “sobre todo, del ser y quehacer sacerdotal”, les dijo a Juan, Martín y Ramón.

“En la relación con Dios tenemos que ser constantes y firmes, como vemos a Pedro sosteniendo este duro interrogatorio con la certeza de que Jesús lo sabe todo, que ante Él nada está oculto, pero con esa dosis de tristeza porque recuerda sus debilidades, lo cual a todos nos suele pasar, ya que nuestro orgullo herido por lo pecados cometidos nos hace desconfiar de la Misericordia de Dios, creyendo que nuestra debilidad se impone más; y, esto, nos hace sufrir, entristecer, desganar y desalentar en los genuinos propósitos que hacemos día a día. Jesús, para concluir, le vuelve a recordar que sigue siendo discípulo (oveja) que deberá ser dócil al Espíritu Santo, que ha de conducir y servir a Su Iglesia con estilo sinodal”, manifestó el Obispo.

“Caminar en medio, delante y detrás de los hermanos”
Y agregó: “Por tanto, queridos Juan, Martín y Ramón, ahora empezarán su proceso, desde el sacerdocio ministerial, de ser corderos y ovejas, de amar siempre con amor de amistad a Dios y a los hermanos, lo cual les permitirá tener olor a oveja, de ser puente entre Dios y los hombres, de ser testigos y dispensadores de la Misericordia de Dios, de caminar en medio, delante y detrás de sus hermanos a quienes enseñarán a caminar sinodalmente, de tener los oídos bien abiertos y atentos para escuchar al Espíritu Santo y al santo Pueblo de Dios, de celebrar los santos misterios para alimentar, consolar, instruir y curar a los hermanos que el Señor ponga en su camino, de seguir profundizando en el amor y confianza filial a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre del Pueblo, Esperanza nuestra, de ser custodios y padres de sus hermanos a ejemplo de san José y de ilusionarse cada día más con el luminoso ejemplo de discípulo, pastor, maestro, profeta y servidor de nuestro querido comprovinciano el Beato Mamerto Esquiú”.

Postración y unción de las manos
Siguiendo el rito litúrgico, Juan, Martín y Ramón prometieron obediencia y respeto al Obispo y a sus sucesores, y se postraron en el suelo en señal de humildad, mientras la asamblea cantaba las Letanías de los Santos. A continuación se realizó la imposición de las manos del Obispo y de los sacerdotes presentes.

Mons. Urbanc ungió las manos de los jóvenes con el Santo Crisma y fueron revestidos por sus padrinos sacerdotes con la estola y la casulla confeccionadas con diseños elegidos por cada uno de ellos. Este momento fue rubricado con el emotivo saludo de sus familiares.

Tras recibir el cáliz y la patena, con un aplauso de los presentes, pasaron a formar parte de los celebrantes en la mesa eucarística.

Después de la Comunión, los flamantes sacerdotes se consagraron a la Madre del Valle y recibieron la bendición del Obispo y en el patio de la Catedral recibieron el saludo de la gente.+