Mons. García Cuerva: "Llorar para limpiar la mirada de prejuicios"

  • 27 de octubre, 2021
  • Río Gallegos (Santa Cruz) (AICA)
En su reflexión dominical, el obispo de Río Gallegos invitó a ver "con una mirada empática y misericordiosa" y a "no callar a los que están al borde del camino".

En su homilía de este domingo, monseñor Jorge García Cuerva comenzó reflexionando sobre el sentido del sínodo que “nos invita a caminar todos juntos” y que “no es algo nuevo, sino que es volver a los orígenes". 

Luego, meditó sobre el Evangelio: “Bartimeo era ciego, es verdad que su ceguera era física, pero también podemos decir que no hay peor ciego que el que no quiere ver”, señaló. 

En ese sentido, invitó a profundizar sobre “nuestras cegueras” y mencionó: “Podemos tener un mirar parcial, una mirada sesgada; mirar solamente lo que nos conviene, entonces tenemos un mirar ideológico. Miramos solo lo que coincide con lo que pienso”. 

Otro tipo de mirada es la que se hace desde arriba, desde lejos. De esta manera, "no llego a ver lo que pasa, tampoco nos interesa, tomamos distancia de aquello que no me gusta y entonces no nos afecta tampoco”, advirtió. 

En tercer lugar, enseñó el riesgo de una mirada condenatoria en la que “queremos ver peo para criticar, para juzgar”. En contraposición, destacó la necesidad de “tener un mirar comprometido, un mirar empático, mirar como mira Dios, con su mirada compasiva y misericordiosa”. 

En cuanto a esto, expresó que para tener ese mirar “debemos limpiar la mirada de prejuicios, de resentimiento, de oscuridad”. Y citó un discurso del papa Francisco en el 2015 en Filipinas, donde señalaba que “para limpiar el corazón debemos aprender a llorar”. También, el obispo destacó la encíclica Dios es Amor, del papa emérito Benedicto XVI, que sostenía que “cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios”. 

Por eso, invitó a que “generemos esta mirada empática, misericordiosa, que no miremos desde lejos, que no miremos solo lo que nos gusta. Que tengamos una mirada transparente limpiada por las lágrimas. y que también cada uno pueda ser oculista de los demás”. 

Además, recordó que el ciego estaba sentado al borde del camino y exhortó a “pensar en los hermanos que han quedado en la banquina de la vida”. Y a la luz del ejemplo del ciego de Jericó, animó: “Quisiera que nuestra oración sea nuestro grito a Dios y surja de lo más profundo de nuestra vida, un grito que no tenga miedo de molestarlo a Dios con nuestras necesidades”. 

Por último, exhortó a no convertirse en obstáculos para que los pobres se acerquen a Dios, como cuando las personas intentaban callar a Bartimeo.+