Mons. Castagna: "La pureza del amor de Dios"

  • 1 de octubre, 2021
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes consideró que es urgente descubrir "el verdadero amor, en Quien, muerto en la Cruz, lo encarna a la perfección".

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirmó que “mientras persista el pecado, el amor sufrirá una distorsión terminológica inhabilitante. Lo comprobamos a diario”. 

“El amor es importante para las personas, pero pocos son quienes se empeñan en hacerlo objeto de una opción libre y responsable”, profundizó en su sugerencia para la homilía dominical.

El prelado consideró que el acuñado proverbio español “obras son amores y no buenas razones” es un logro literario cierto y convincente, pero “el ‘nuevo’ mandamiento que Jesús dicta a sus discípulos, revela la verdadera naturaleza del amor”. 

“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado ámense también ustedes los unos a los otros”, recordó citando el evangelio de San Juan.

“El amor de Cristo, a su Padre y al mundo, es la expresión humana perfecta del amor divino”, sostuvo.

Monseñor Castagna estimó “urgente” la necesidad de descubrir “el verdadero amor, en Quien, muerto en la Cruz, lo encarna a la perfección”.

Texto de la sugerencia
1.- El verdadero amor. Este texto evangélico es la revelación del amor como expresión y participación del amor de Dios. Para ello, Jesús acepta el desafío malintencionado de los fariseos y les obliga a trascender el precepto mosaico, para acceder a la solidez del mandamiento divino. La pregunta es urticante, entonces y ahora: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer? Él les respondió: “¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?” Ellos dijeron: “Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella”. Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés les dio  esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre y los dos no serán sino una sola carne… Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Marcos 10, 2-9). La reiteración del texto  de Marcos responde a su importancia en la clara enseñanza del divino Maestro.

2.- La pureza del amor de Dios. Mientras persista el pecado, el amor sufrirá una distorsión terminológica inhabilitante. Lo comprobamos a diario. El amor es importante para las personas, pero pocos son quienes se empeñan en hacerlo objeto de una opción libre y responsable. El acuñado proverbio español - “Obras son amores y no buenas razones” - es un logro literario cierto y convincente. El “nuevo” mandamiento que Jesús dicta a sus discípulos, revela la verdadera naturaleza del amor: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado ámense también ustedes los unos a los otros” (Juan 13, 34). El amor de Cristo, a su Padre y al mundo, es la expresión humana perfecta del amor divino. El Evangelista que acabo de citar es el Apóstol “profeta del amor”, capaz de formular una exacta definición de Dios: “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4, 8) El que se califica: “discípulo al que Jesús amaba”, contempla el entrañable amor de Dios, en Quien lo encarna en el don admirable de su vida, inmolada en la Cruz.

3.- Jesús, en sus santos, revela el verdadero amor. Es urgente que descubramos el verdadero amor, en Quien, muerto en la Cruz, lo encarna a la perfección. Se propone como modelo a quienes están dispuestos a seguirlo. No existe otro sendero para el logro de la auténtica felicidad. Es el único; sólo así será extirpado el odio y se establecerá el orden y la paz. La excelente oración de San Francisco de Asís despliega un proyecto evangélico que responde acertadamente al desajuste causado por el uso irresponsable de la libertad: “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz, / que allí donde haya odio, ponga yo amor, / donde haya ofensa, ponga yo perdón, / donde haya discordia, ponga yo unión, / donde haya error, ponga yo verdad, / donde haya duda, ponga yo fe, / donde haya desesperación, ponga yo esperanza, / donde haya tinieblas, ponga yo luz, / donde haya tristeza, ponga yo alegría”.   El pecado, terminológicamente desechado en el lenguaje moderno, constituye un mal uso de la libertad. Don precioso, que hace de la persona humana la auténtica imagen de Dios. 

4.- Ser niño para entrar en el Reino de Dios. ¿Cómo lograr la realización de un proyecto tan elevado, en medio de seres instalados en la selva intrincada de los instintos más bajos? Para ello Cristo, el Emanuel, está entre nosotros, como modelo accesible, dramáticamente convalidado en el sacrificio de la Cruz. Su poder divino, convertido en gracia, es capaz de suscitar hombres y mujeres semejantes a Francisco y a Clara de Asís. El último párrafo del texto evangélico, proclamado hoy, nos ofrece una respuesta orientadora. Jesús bendice a los niños, enfadado con quienes intentaban alejarlos de Él. Es asombrosa la enseñanza que extrae de aquella escena: “Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.+