Consudec: Educación y Asamblea Eclesial

  • 9 de septiembre, 2021
  • Buenos Aires (AICA)
La escuela católica debe ser "un lugar íntegramente humano donde el encuentro con lo divino acompañe en el caminar a toda la realidad dramática de la vida humana", afirma su presidente en el editorial

El presidente del Consejo Superior de Educación Católica, presbítero José Álvarez, destacó el proceso de diálogo y escucha del camino preparatorio a la Asamblea Eclesial Latinoamericana, y señaló: “La finalidad antes que crear un compendio de doctrina correcta, es acercarse al otro, escucharlo y, colocándonos en su corazón, mirarlo como Cristo lo mira, amarlo como Cristo lo ama y aprender de esa mirada”.

“La tentación en nuestras escuelas es cumplir con las respuestas, haciendo que la directora o catequista responda correctamente lo que la jerarquía eclesiástica considera correcto”, advirtió en el editorial mensual en la revista institucional.

“Sin embargo, la propuesta es generar diálogos, acercamiento entre personas, ponernos existencialmente frente a las razones por las que vivimos y creemos, dejándonos tocar y afectar por la visión o por la necesidad del otro. Es poner al pueblo de Dios en sinodalidad, escucha e intercambio, que le impidan refugiarse detrás de esquemas doctrinales, y genere la capacidad de dejarse sorprender por la novedad que el otro trae a mi vida con su existencia”, diferenció.

“Se trata de poner en marcha un proceso de ser Iglesia que dialoga, que participa, que comparte la alegría del Evangelio y que celebra. Es volver a vivir la conciencia de Pueblo de Dios y gozar de la pertenencia a este pueblo que dialoga hacia dentro y hacia afuera”, agregó.

El sacerdote sostuvo que “mucho se habla de que nuestras escuelas católicas deben serlo verdaderamente, debido a la práctica de la fe en docentes y alumnos que muchas veces es puesta en duda”.

“No es solo dando doctrina como se va a lograr ser protagonista de la Iglesia, pues ya vemos que los adultos sabemos lo que es correcto en muchos ordenes de nuestra vida y no siempre eso alcanza. Tampoco alcanzan los encuentros con eventos que movilizan en un instante pero que terminan desinflándose poco a poco en el corazón de las personas”, planteó.

“La propuesta es ser Pueblo de Dios. Un lugar íntegramente humano donde el encuentro con lo divino acompañe en el caminar a toda la realidad dramática de la vida humana; un lugar donde encontrar significado, donde acompañarnos, donde llorar y alegrarnos; un lugar de pertenencia donde siempre podemos volver para tocar con las manos el calor de la misericordia”, subrayó.

“Somos el Pueblo de Dios que vive y goza de serlo, y que con su sola presencia en medio del frío nostálgico de un mundo que no encuentra un camino y un destino, se transforma en una luz imposible de evitar”, concluyó.

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