El silencio y la escucha son medicina para la sordera del corazón, dijo el Papa

  • 5 de septiembre, 2021
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
En el Ángelus del primer domingo de septiembre, Francisco reflexiona sobre la "sordera del corazón" y por la prisa que nos impide detenernos y escuchar a quienes nos hablan.

Hay una "sordera interior" que es aún más grave que la física. Y la mejor "medicina" para superarlo es el silencio, la escucha de los demás y la escucha de la Palabra de Dios, dijo este domingo 5 de septiembre, el papa Francisco en su reflexión previo al rezo del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico.

Dirigiéndose a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro el pontífice comentó el pasaje del Evangelio propuesto por la liturgia de hoy, que narra la curación del sordomudo, poniendo los dedos en sus oídos y con su saliva toca su lengua y mirando al cielo exclama: "Effatà", es decir, "¡Abre!". 

“En otras curaciones - comentó Francisco - Jesús no realiza muchos gestos. ¿Por qué hace todo esto ahora? Quizás porque la condición de esa persona tiene un valor simbólico particular y tiene algo que decirnos a todos”. 

"Ese hombre no podía hablar porque no podía oír". Y precisamente esto también se refiere a “una sordera interior, que hoy podemos pedirle a Jesús que toque y sane. Es peor que la física porque es sordera del corazón”.

“Llevados por las prisas, por mil cosas que decir y hacer - dijo el pontífice - no encontramos tiempo para detenernos y escuchar a quienes nos hablan. Corremos el riesgo de ser impermeables a todo y de no dar espacio a los que necesitan escuchar: estoy pensando en los niños, los jóvenes, los ancianos, muchos que no necesitan tanto palabras y sermones, sino escuchar”.

De ahí las preguntas que Francisco formuló para que nos hagamos cada uno: “¿Cómo es mi escucha? ¿Me dejo tocar por la vida de las personas, sé dedicar tiempo a los que me rodean?”. 

Francisco se dirigió a ellos en primera instancia a los sacerdotes: "el sacerdote debe escuchar a la gente, no apurarse y ver cómo ayudar después de haber escuchado". 

Pero también amplió su mirada a la vida familiar: “cuántas veces hablamos sin escuchar primero, repitiendo nuestros estribillos que siempre son los mismos. Sin poder escuchar, siempre decimos las mismas cosas o no dejamos que el otro termine de hablar. 

El renacimiento de un diálogo pasa muchas veces no de las palabras, sino del silencio, de no estancarse, de volver a empezar con paciencia para escuchar al otro, a sus labores, a lo que lleva dentro. La curación del corazón comienza con la escucha”.

“Lo mismo ocurre con el Señor. Hacemos bien en inundarle con peticiones, pero haríamos mejor a ponernos primero a escucharle”, advirtió el Papa quien preguntó: ““¿Nos acordamos de escuchar al Señor?”.

“Somos cristianos, pero quizás, entre las miles de palabras que escuchamos cada día, no encontramos unos segundos para dejar que resuenen en nosotros algunas palabras del Evangelio. Jesús es la Palabra: si no nos detenemos a escucharlo, pasa de largo. Si no nos detenemos a escucharlo, pasa de largo. San Agustín decía: ‘tengo miedo del Señor cuando pasa’. El miedo era dejarlo pasar sin escucharlo”, señaló el Papa.

De este modo, el Santo Padre subrayó que “si dedicamos tiempo al Evangelio, encontraremos un secreto para nuestra salud espiritual. He aquí la medicina: cada día un poco de silencio y de escucha, algunas palabras inútiles menos y algunas palabras más de Dios. Siempre con el Evangelio en el bolsillo que te ayuda mucho”.

“Jesús lo pide. En el Evangelio, cuando le preguntan cuál es el primer mandamiento, responde: ‘Escucha, Israel’. Luego añade en el primer mandamiento: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo’. Pero en primer lugar dice: ‘Escucha Israel. Escucha’”, indicó el Papa.

Finalmente, el Santo Padre alentó a escuchar hoy “como el día de nuestro Bautismo, las palabras de Jesús: ‘Efatá, ábrete. Ábrete los oídos” para rezar: "Jesús, deseo abrirme a tu Palabra, Jesús abrirme a la escucha. Jesús sana mi corazón de la cerrazón, Jesús sana mi corazón de la prisa, de la prisa y Jesús sana mi corazón de la impaciencia".

“Que la Virgen María, abierta a la escucha de la Palabra, que en ella se hizo carne, nos ayude cada día a escuchar a su Hijo en el Evangelio y a nuestros hermanos y hermanas con un corazón dócil, paciente y atento”, concluyó el Papa.+