Mons. Castagna: "Mostrar a Cristo en Quien creemos"

  • 30 de julio, 2021
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes recordó que los cristianos recibieron la misión de evangelizar al mundo, por lo que afirmó que el deber de los auténticos creyentes es "transparentar a Cristo".

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “los cristianos, constituidos en Iglesia, hemos recibido la misión de evangelizar al mundo”.

“Somos parte de él y, como auténticos creyentes, debemos transparentar -para nuestros conciudadanos- a Cristo, en Quien creemos. Si no ocurre así nuestra fe aparece agónica o muerta”, advirtió.

En su sugerencia para la homilía dominical, el prelado consideró que “es el momento de examinarnos y confirmar nuestro propósito de vivir en la verdad”.

“Volvamos a la Palabra -el Evangelio- expuesta por el Magisterio y testimoniada por los santos. Dependamos de lo que el Divino Maestro allí nos enseña”, propuso.

Monseñor Castagna señaló que “las actitudes hegemónicas del mundo contemporáneo constituyen el empeño de contaminar nuestra fe cristiana e impedir su práctica”.

“De allí el desuso de los Mandamientos y la oposición a las normativas e inspiraciones que de ellos dimanan. En alarmante número de bautizados, el espíritu del mundo sustituye al Espíritu de Cristo”, lamentó.

Texto de la sugerencia

1.- La fe expresa la humildad del creyente. El Señor descubre el inmediato interés de quienes lo siguen. Ciertamente la personalidad de Jesús transparenta su misteriosa identidad divino-humana y, por ello, atrae a grandes muchedumbres. La experiencia del pan multiplicado imprime un rasgo menos espiritual en quienes lo buscan: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse”. (Juan 6, 26) El Señor se manifiesta susceptible a la fe sincera de quienes lo acompañan. Cuando es desinteresada, la fe expresa la humildad del creyente como pureza de corazón, capaz de “ver a Dios” (Mateo 5, 8). Por lo mismo, con una sorprendente capacidad de “buscar a Dios por Dios” y hallar en Él todo lo que satisfaga los anhelos más profundos del corazón. Al lograr hacerles comprender el estado de egoísmo en que se hallan, aquellos seguidores recuerdan el pan que Moisés había hecho amasar con el misterioso maná.

2.- “Yo soy el pan de Vida”. El pan que multiplicó, para alimentar a la multitud, y que fortalece aún hoy el ritmo de su seguimiento, es más que un alimento, es un signo que el Señor devela frente a quienes lo escuchan: “…mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo. Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”. (Juan 6, 32-35) El mundo tiene hambre y sed de la Verdad personalizada en Cristo. Muchos no lo creen, y andan a los tumbos, “como ovejas sin pastor”. La situación es más grave cuando la ignorancia contamina la sana percepción del anuncio evangélico. Es lo que ocurre hoy. La oscilación entre la indiferencia y la agresión constituye un movimiento bastante común. Si no se lo neutraliza abiertamente, mediante la educación inicial, profesional y popular - esta última viralizada por los medios - el Anuncio no logrará ser correctamente comprendido e interpretado.

3.- Mostrar a Cristo en Quien creemos. Los cristianos, constituidos en Iglesia, hemos recibido la misión de evangelizar al mundo. Somos parte de él y, como auténticos creyentes, debemos transparentar - para nuestros conciudadanos - a Cristo, en Quien creemos. Si no ocurre así nuestra fe aparece agónica o muerta. Es el momento de examinarnos y confirmar nuestro propósito de vivir en la verdad. Volvamos a la Palabra - el Evangelio - expuesta por el Magisterio y testimoniada por los Santos. Dependamos de lo que el Divino Maestro allí nos enseña. Las actitudes hegemónicas del mundo contemporáneo constituyen el empeño de contaminar nuestra fe cristiana e impedir su práctica. De allí el desuso de los Mandamientos y la oposición a las normativas e inspiraciones que de ellos dimanan. En alarmante número de bautizados, el espíritu del mundo sustituye al Espíritu de Cristo. ¡Lamentable constatación! San Juan lo expresa con desencarnado realismo: “Ellos salieron de entre nosotros (están bautizados), sin embargo no eran de los nuestros. Si lo hubieran sido, habrían permanecido con nosotros”. (1 Juan 2,19)

4.- La vanguardia de la evangelización. Un mero examen socio y psicológico de la realidad actual, con especial referencia a la fe religiosa, abre un panorama desolador. De todos modos, mientras el Espíritu de Pentecostés mantenga su animación, surgirán mujeres y hombres santos que se exponen a la sociedad como lámparas encendidas.  Los hay, ciertamente. La Congregación para la causa de los Santos está abarrotada de causas de bautizados ejemplares. Constituyen la vanguardia de la evangelización de la Iglesia de Cristo. Al respecto, San Juan Pablo II llegó a afirmar: “El verdadero misionero (o evangelizador) es el Santo”.+