La fe comienza al "reconocer que solos no podemos mantenernos a flote"

  • 20 de junio, 2021
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
"¡Cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones!", expresó el papa Francisco al rezar el Ángelus de este domingo 20 de junio.

El papa Francisco rezó el Ángelus el domingo 20 de junio desde la ventana del Palacio Apostólico y dedicó a los presentes una reflexión del Evangelio de San Marcos, en el que Jesús calmó la tormenta ante los discípulos, llenos de miedo. Al final de la oración mariana, Francisco hizo un llamamiento por la paz en Myanmar y un pensamiento por el Día Mundial del Refugiado.

Al igual que los discípulos, “asaltados por las pruebas de la vida”, solemos sentirnos “asfixiados por el miedo” y “corremos el riesgo de perder de vista lo más importante”, dijo el Papa. Pero resaltó que, en la barca, “aunque esté dormido, Jesús está allí”.

“Maestro, ¿no te importa que estemos perdidos?”, ante la pregunta del discípulo, el Santo Padre dijo que cuando estamos a merced de las “insistentes olas de la ansiedad”; o cuando “nos sentimos abrumados por los problemas o perdidos en medio del mar de la vida, sin rumbo y sin puerto”. Allí “corremos el riesgo de perder de vista lo más importante”, saber que Jesús está.

Pero sucede que “el sueño del Señor nos hace despertar” y, aunque nos asombra, también nos pone a prueba. Porque “no basta con creer que Dios existe”, afirmó Francisco, sino que “hay que implicarse con Él, hay que alzar también la voz con Él, clamarle a Él”.

El Pontífice invitó a preguntarnos entonces: “¿Cuáles son los vientos que soplan en mi vida, cuáles son las olas que dificultan mi navegación?”. Y aconsejó a los fieles “contarle todo a Jesús”, porque Él “quiere que nos aferremos para encontrar refugio contra las olas de la vida”.

Recordando el momento en que los discípulos se acercan a despertar a Jesús, el Papa mencionó que “éste es el principio de nuestra fe”: “Reconocer que por nosotros mismos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros de las estrellas para encontrar nuestro rumbo”.

Allí mismo empieza la fe: “Al creer que no nos bastamos a nosotros mismos, al sentirnos necesitados de Dios”. Entonces, cuando “superamos la falsa religiosidad” que indica que no hay que “molestar a Dios”, en realidad, cuando clamamos a Él, “puede obrar maravillas en nosotros”.

Hacia el final de su alocución el Santo Padre dijo que el episodio de Jesús que, implorado por los discípulos, calma el viento y las olas, nos plantea otra pregunta: “¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe? Los discípulos se habían dejado llevar por el miedo, porque se habían quedado mirando las olas en vez de mirar a Jesús”.

Y explicó que lo mismo nos sucede a nosotros: “¡Cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones! ¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo sólo en el momento de la necesidad!”.

Al concluir, invocó a la Virgen María para pedirle “la gracia de una fe que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su corazón. Que María despierte en nosotros la necesidad vital de encomendarnos a Él cada día”. 

Luego de la oración mariana, Francisco unió su voz a la de los obispos de Myanmar, intérpretes del grito de dolor de una población probada también por el hambre. "Que el corazón de Cristo toque los corazones de todos, llevando la paz a Myanmar”, expresó. 

Además, hizo referencia a la Jornada Mundial del Refugiado, promovida por las Naciones Unidas, invitando a mirar a los que huyen de las guerras y la violencia y a "su valiente resiliencia" para hacer crecer "una comunidad más humana". 

Por último, el saludo a los fieles y, en particular, a la Asociación de Guías y Scouts Católicos Italianos; a la delegación de Madres educadoras de las escuelas italianas y a los jóvenes del Centro "Padre Nuestro" de Palermo, fundado por el Beato Don Puglisi.+