Un grupo de adultos se preparan para la primera comunión

  • 21 de junio, 2012
  • Buenos Aires (AICA)
A sus 57 años, Pascual, encargado de un edificio de departamentos, se prepara para acercarse a recibir la primera comunión. Es que quien no tomó la primera comunión siendo chico o no recibió el sacramento de la confirmación no tiene que pensar que es un tema que en su vida ya pasó y no pudo ser. En la basílica de San Nicolás de Bari (avenida Santa Fe 1352) ?como en otras parroquias y comunidades?, se da un curso de catequesis para adultos, que el 7 de julio próximo se confirmarán o tomarán la primera comunión. También asisten al curso personas que desean profundizar su fe o desean renovar conceptos aprendidos hace tiempo.
A sus 57 años, Pascual, encargado de un edificio de departamentos, se prepara para acercarse a recibir la primera comunión. Es que quien no tomó la primera comunión siendo chico o no recibió el sacramento de la confirmación no tiene que pensar que es un tema que en su vida ya pasó y no pudo ser. En la basílica de San Nicolás de Bari (avenida Santa Fe 1352) ?como en otras parroquias y comunidades?, se da un curso de catequesis para adultos, que el 7 de julio próximo se confirmarán o tomarán la primera comunión. También asisten al curso personas que desean profundizar su fe o desean renovar conceptos aprendidos hace tiempo. Con mucho interés por saber más de la propia fe, con un espíritu de oración que despliegan rezando en la cripta antes de empezar cada encuentro, hombres y mujeres de distintas edades asisten cada semana a charlas en las que se van preparando para recibir los sacramentos. ¿Cómo se conectaron? ¿Qué los movió a buscar ese encuentro con Jesús? Daniela tiene 36 años y trabaja de 8 a 20 en una peluquería de la zona. A esa hora llega con puntualidad a la clase. Va a tomar la comunión y confirmarse. "Hay algo que me motivó ?dice?: viajé a ver al padre Ignacio (Ignacio Periés) en Rosario por mi mamá, que tenía un problema de artrosis. Fue algo que sentí: la necesidad de estar con Dios". Confiesa que no tenía ni idea de que había catecismo para grandes. Vio un cartelito que le llamó la atención, justo cuando empezaban los encuentros. De chica había ido a una catequesis, pero no llegó a tomar la comunión. "Antes era una obligación, ahora es una elección", afirma. ¿Recomendaría a otras personas grandes que hicieran lo mismo?, le preguntamos. "Por supuesto, tal cual", responde con soltura y convicción. Dayane tiene 17 años. Es colombiana, vino hace ocho meses al país para estudiar Instrumentación Quirúrgica. "Todos los domingos vengo a Misa aquí ?dice-. Quería entrar en un grupo juvenil. Y vi el letrero que anunciaba la catequesis". Como no se había confirmado, quiso hacerlo. ¿Está contenta con haber empezado este curso? "Me gusta muchísimo", dice. En cada encuentro, se los ve a todos atentos, concentrados. La catequista que conduce el diálogo, una señora madre de familia, les hace preguntas que captan su interés. "Van a recibir un sacramento. ¿Qué es un sacramento? ¿Qué idea tienen?". Van esbozando algunas respuestas: "Un mandato divino", "Un compromiso"? "El sacramento ?redondea la catequista? es una acción de Dios gratuita, es un regalo de Él, sin ningún mérito de nuestra parte, simplemente porque nos ama. Nuestro compromiso es ir al sacramento, ir al encuentro, voy a recibir de Él un regalo, un don: la gracia santificante". Son tres las catequistas que organizan los encuentros: todas ellas participan activamente, exponiendo, preguntando, mostrando láminas especialmente preparadas, preparando materiales que los alumnos llevan para estudiar en sus casas. Y no les cuesta hacer participar a todos. También presta una valiosa colaboración en cada encuentro un joven seminarista, Matías de Lazzari. Florencia, de 26 años, y Carlos, de 29, fueron a hablar con el sacerdote porque se van a casar en noviembre. Ella es médica, egresada de la Universidad de Buenos Aires (UBA); él es licenciado en relaciones públicas, graduado en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Ella nunca tomó la comunión; él sí, pero le faltaba la confirmación. Hablando con el sacerdote, surgió la posibilidad de ponerse al día, de acceder a los sacramentos que no habían recibido antes. ¿Qué les parece el curso? "Está muy bueno", coinciden. En la catequesis escuchan hablar de la inserción en Cristo por el bautismo, de la fundación de la Iglesia ?"tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" ?; de su misión de evangelizar y llevar la salvación a todos; de la unión en la oración y en los sacramentos; de la acción del Espíritu Santo. Llama la atención el cariño a la Iglesia que unas personas que reconocen baches en su formación espiritual y los quieren llenar muestran al responder a algunas preguntas como "¿Alguna vez pensaron si quieren o no a la Iglesia?". "La quiero porque Cristo me da la salvación, la vida eterna, y eligió este lugar para dármelo", contesta alguien. "La Iglesia es Cristo y todos nosotros metidos en Él". Se comentan esas cosas sin desconocer que muchas veces se oye, y alguien lo apunta: "Yo creo en Dios, pero con la Iglesia no tengo nada que ver". La actitud de los presentes no parece ser esa, aunque hayan estado algo alejados en algún momento. Se los ve a gusto, sin interrumpirse, expresándose con serenidad en un ambiente que sienten como propio. Son invitados a dibujar cómo imagina cada uno a la Iglesia. Los dibujos son variados, coloridos, y cada uno tiene una explicación: un corazón, una cruz, un hogar, un fuego, personas juntas? En momentos en que suelen ser difundidos casos negativos, como las filtraciones de información en el Vaticano o escándalos con sacerdotes, ellos encuentran en la Iglesia un lugar acogedor, y lo manifiestan. Los alumnos muestran afecto hacia el sacerdote, el padre Eduardo Fortini, con quien van a conversar personalmente uno a uno. Este sacerdote, de hablar tranquilo y mirada apacible, camina con alguna dificultad por un serio accidente de tránsito que sufrió hace un tiempo. "Lo que más me motivó a venir acá es el padre Eduardo", dice con reconocimiento uno de los participantes del grupo, Pascual Schiapparo, de 57 años y grandes bigotes, que trabaja como encargado de un edificio en la calle Paraná desde hace 30 años. "Gracias a Dios por haberme iluminado y llegar acá. Y a estas mujeres (por las catequistas), que dejan su familia y su casa para ayudarnos a nosotros", dice. De una familia de italianos, de chicos sus hermanos tomaron la comunión pero él no llegó a tomarla. Igual está casado por la Iglesia y de mayor asistía a misa los domingos en San Nicolás de Bari con su familia. Y como él no se acercaba a recibir la comunión, una vez su hija de siete años le preguntó: "Papá, ¿por qué no tomás la pastillita?". Eso le hizo pensar. Confiesa que "antes no me animé a venir", pero ver cómo celebra la misa el padre Eduardo ?a quien admira? lo animó a acercarse a este grupo, así que no falta a ninguna clase. Pronto tomará la primera comunión y en su familia están todos contentos de esa decisión. Como se llama Pascual, cuenta que su hija relaciona su nombre con lo que escuchó en el templo. "Mi nena me llama Cirio Pascual", desliza sonriendo.+ (Jorge Rouillon)