Card. Poli: Pentecostés demuestra que es posible la unidad en la diversidad

  • 23 de mayo, 2021
  • Buenos Aires (AICA)
El arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina, Mario Aurelio Poli, presidió la misa en la Solemnidad de Pentecostés.

Con una Eucaristía en la catedral primada, presidida por el arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario Aurelio Poli, la Iglesia porteña celebró la Solemnidad de Pentecostés. La misa fue concelebrada por los obispos auxiliares, monseñor Joaquín Mariano Sucunza y monseñor Enrique Eguía Seguí; y contó con la asistencia en el presbiterio del arzobispo metropolitano de la arquidiócesis de Buenos Aires y Sudamérica de la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla.

En el comienzo de la homilía, el cardenal Poli afirmó que "la Pascua llega a su plenitud con la venida del Espíritu Santo”, y recordando el pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles, señaló: “Están los discípulos en el mismo lugar, dice el texto, donde Jesús celebró la última cena y donde se apareció a sus discípulos, como hoy nos narra el Evangelio”.

Ahí, continuó el purpurado, "estaba la Virgen", junto a los discípulos. Su presencia, afirmó, "se explica porque la Virgen tuvo la más fuerte de las experiencias del Espíritu Santo, el Espíritu Santo fecundó en su vientre a Jesús, y desde ese instante comenzó la vida de la Iglesia”. “Con Jesús entre nosotros, comienza ya la Iglesia, el proyecto amoroso del Padre para la salvación de los hombres”.

La Virgen, añadió el cardenal Poli, reúne a los apóstoles en torno de ella, esperando la venida del Espíritu Santo prometido por Jesús: "Les daré otro paráclito". Ahí estaban todos, insistió el arzobispo, "unidos en un mismo lugar, esperando la promesa”.

“Pentecostés para nosotros demuestra cómo por obra del Espíritu Santo es posible mantener la unidad respetando la diversidad de lenguas, de culturas, de pueblos, al decir: ‘Todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios’, se cumple esta diversidad, y esta unidad en un mismo espíritu sólo lo puede lograr el Espíritu Santo, que desciende sobre los discípulos con dos signos: el viento y el fuego”, señaló.

“Ellos van a testimoniar aun con sus propias vidas que Jesús está vivo, su testimonio concreto se va a convertir en una misión. Es la misión de la Iglesia. La Iglesia existe para evangelizar, para anunciar la buena noticia. Jesús es el viviente, el que vive, el que está presente, y tendrán que anunciar al mundo la vida divina, la vida que Jesús nos abrió con su sacrificio en la cruz. Para esa misión, los apóstoles deberán recibir la fuerza del Espíritu Santo”.

“Ustedes saben que el vínculo más íntimo con el Espíritu Santo comienza en nosotros en el momento del bautismo, cuando renacemos del agua y del espíritu. En el agua se significa nuestra muerte, y por el Espíritu que se nos da a manos llenas, porque Dios nos lo regala, se infunde en el alma y así recibimos la vida de Dios. Su actuación en el alma es tan suave y apacible, eleva los corazones a las realidades espirituales y revela a los humildes las cosas que se ocultan a los sabios”, aseguró.

“El Espíritu de Dios se presenta con la bondad de un protector, pues viene a salvar, a curar, a enseñar, a aconsejar, fortalecer y consolar, y tomando palabras de Pablo: ‘Con el mismo consuelo con que Dios nos consuela, el Espíritu nos impulsa para consolar a nuestros hermanos, nos hace capaces de compartir los dones que vienen del Espíritu Santo’”.

“Hoy recibimos el Espíritu Santo como Iglesia misionera. Cada Pentecostés, la Iglesia vuelve a revitalizar sus fibras más íntimas. ‘La Iglesia existe para evangelizar’, decía San Pablo VI, y en Pentecostés recibimos la gracia del Espíritu Santo para ver este mundo que tenemos que anunciar a Cristo como un lugar de siembra”, concluyó.+