Mons. Scheinig pidió a la Madre de Luján que nos ayude a ser "una patria de hermanos"

  • 9 de mayo, 2021
  • Luján (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió la misa en honor de la Virgen patrona de los argentinos y animó a enfrentar los desafíos de la patria con fraternidad.

En el marco de la solemnidad de Nuestra Señora de Luján, el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió el 8 de mayo una misa en la basílica y santuario nacional, concelebrada por el arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina, Mario Aurelio Poli, y el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea.

En su homilía, monseñor Scheinig hizo referencia al Evangelio en el que Jesús entrega a su madre al discípulo, y mediante él, a toda la humanidad. 

Al respecto, señaló: “Jesús en la Cruz está consumando su misión, la de hacer alianza entre Dios y su Pueblo, una alianza que nada ni nadie podrá romper jamás. En la Cruz, Jesús está haciendo realidad la voluntad de Dios, su proyecto, su sueño, es decir, está hundiendo en nuestra tierra, en nuestra humanidad y en nuestra historia, la semilla de su Reino, que no dejará de crecer hasta abrazarnos a todos, sin que nadie, absolutamente nadie, quede afuera y excluido de su amor. Es una alianza que de parte de Dios, no sufrirá desgaste, deterioro, ni alteración. Su amor está y estará intacto desde aquí hasta la eternidad”.

“En ese momento crucial de la historia de la salvación, con Jesús está su madre y el discípulo amado del Señor, y en él todos nosotros”. 

“Jesús va a la Cruz para ofrecer una pelea gloriosa contra el pecado que es el generador de todo lo que nos daña: la muerte, la injusticia, la esclavitud, la opresión, la desunión, el odio y ese estado latente de angustia que todos sufrimos cuando estamos enfrentados los unos contra los otros”.

En Jesús, la cruz “es el lugar para la misericordia, para el amor, para el encuentro y la comunión.  En la cruz Dios entrega todo y nosotros lo recibimos todo. Recibimos al amor, recibimos a Su Madre”.

“Estamos urgidos a redescubrir una y otra vez, que nuestra identidad cristiana tiene un nacimiento original y originante en un pacto de Amor hecho en la Cruz, y María está en el centro de esa Nueva Alianza, que se renueva cada vez que ‘el discípulo la recibe en su casa’”.

En ese sentido, el prelado señaló que “el Pueblo cristiano es un pueblo nacido en la Cruz y en la maternidad de la Virgen para ser familia, para ser hermanos. Nacimos de la entrega generosa del amor crucificado, por tanto nuestra identidad es el amor, es la comunión. Somos un pueblo para la comunión”.

“El papa Francisco sabe que María es muy protagonista en la historia de la humanidad y por eso Ella está siempre en medio de los pueblos. María no es alguien más. Desde ese ‘pacto de la Cruz’, María es la Madre que va a las casas, a los pueblos, a nuestro pueblo argentino para que hagamos la fiesta del encuentro, de la reconciliación, de la fraternidad”, valoró. “Creo entender que el Santo Padre inspirado en el Evangelio de Jesús y en el caminar histórico de la Madre del Señor, con mirada y actitud valiente y profética, advierte que si bien el mundo está en una encrucijada, todavía está a tiempo de recomenzar y por eso nos propone con tenacidad e insistencia, con ternura y esperanza, vivir ‘la fraternidad universal y la amistad social’”, consideró.

Al referirse a la actualidad, monseñor Scheinig destacó que “los desafíos que tenemos como Nación son de una enorme envergadura: la pandemia que se está llevando tantas vidas dejando además, familias destrozadas, los millones de personas en estado de pobreza y de miseria, la necesidad de trabajo, de vivienda, la difícil situación de la educación, que algunos en el mundo la caracterizan como ‘catástrofe educativa’. En fin, son tiempos dolorosos, y son tantos los desafíos urgentes y las batallas que debemos afrontar, que no podemos dejarnos tentar por el odio y la desunión”.

Por eso, expresó: “Reconociéndonos hijos de la Madre de Luján y miembros del Santo Pueblo fiel de Dios, nacidos y ungidos para la comunión, estamos llamados desde Ella y con Ella, a contribuir en la construcción de esta bendita Nación, con nuestros mejores esfuerzos de fraternidad”. 

“Es urgente ir a la escuela de María que está al pie de la Cruz y aprender de Ella y con Ella su disponibilidad para el encuentro, para ir hacia los otros. Así también está María de Luján en los orígenes de nuestra experiencia religiosa lujanense, yendo al encuentro de todos, especialmente de los más frágiles y pobres”, señaló. “Necesitamos desear vivir siendo fieles a nuestra identidad de origen, que se ha dado en ese ‘pacto de la Cruz’ y a orillas del río Luján. Inspirados en ese momento y en nuestra Madre Santísima de Luján, estamos llamados también a entregarnos y sacrificarnos por la comunión y la fraternidad de la Nación”, animó.

En ese “sacrificio cotidiano” de estar con los otros, llamó a “ser amables, con capacidad de escucha, de comprensión, de aceptación del otro de verdad. Renunciar a que el otro es un enemigo”, y agradeció a quienes “viven sacrificando sus vidas por los demás en este tiempo, los trabajadores de la salud, y muchísimas personas que se exponen con un sentido superior de solidaridad. Y también los más pobres, que enfrentan el día a día con una entrega generosa y una paciencia extraordinaria”.

“Se trata entonces de un tipo de sacrificio que lejos de vaciarnos nos llena de vida, porque busca el Bien Común y es capaz de fecundar misteriosamente el proyecto compartido. Sacrificamos un poco el ‘yo’, para renacer al ‘nosotros’ y a una fraternidad que acepta las diferencias, la diversidad de rostros, de historias, de experiencias, de deseos y de propuestas”, insistió.

“Los que creemos en Jesús y en su Evangelio, los que amamos a María de Luján, no podemos mirar para otro lado. Pienso en el pueblo cristiano metido hasta el tuétano de la realidad: las laicas y los laicos, las religiosas y religiosos, los diáconos y los sacerdotes, los obispos, y desde los jóvenes hasta nuestros queridos ancianos. Todos nosotros estamos llamados a ser levadura y fermento para la fraternidad de la Nación”, sostuvo. 

“Tenemos que animarnos con audacia y valentía a replicar ese pacto amoroso de la Cruz, lo que allí pasó entre Jesús, María y el discípulo, necesitamos ser capaces de recibirnos los unos a los otros con la máxima apertura del corazón”, afirmó.

Finalmente, exhortó: “Es tiempo de asumir la responsabilidad de ser mediadores de encuentro entre unos y otros, aun en el dolor de tantas circunstancias difíciles, sacrificándonos como el Señor Jesús, para generar una fraternidad nueva, que haga de la Argentina una Patria de hermanos”.

“Queridas hermanas y hermanos, los pasos que tenemos que dar para la comunión de la Nación son decisivos. Para los cristianos, la fraternidad, debe ser una prioridad y nuestro mejor aporte, porque en la fraternidad jugamos también nuestro testimonio y nuestra fidelidad al Evangelio de Jesús”.

“Aquí estamos Señora de Luján. Estamos en tu santuario, pero sabemos que vos estás en todos los rincones de la Patria y eso nos da confianza, fortaleza y paz. A vos, que sos la patrona del Pueblo Argentino, te pedimos que cuides especialmente de los enfermos, del personal de la salud y de todos los que tanto trabajan para salir de esta pandemia. Te pedimos querida Madre de Luján que nos ayudes a ser una Patria de hermanos”.+

» Texto completo de la homilía