Mons. Macín compartió una nueva entrega de sus "Meditaciones en torno a la pandemia"

  • 5 de mayo, 2021
  • Reconquista (Santa Fe) (AICA)
El obispo de Reconquista, monseñor Ángel José Macín, ofreció a los fieles la tercera entrega de sus "Meditaciones en torno a la pandemia".

En el marco de la segunda ola de Covid-19 que afecta al país y al mundo, el obispo de Reconquista, monseñor Ángel José Macín, dio a conocer el 4 de mayo, la tercera entrega de sus “Meditaciones en torno a la pandemia”.

En el comienzo de su reflexión, se refirió a la impotencia que en estos días “es parte del patrimonio común de la humanidad”. En ese marco, animó a “seguir buscando caminos, para que de la pandemia ‘podamos salir mejores’”. Sus meditaciones, explicó, “tienen el modesto objetivo de ofrecer algún elemento para quienes compartimos el padecimiento de esta situación tan particular” y una invitación “a asumir la corresponsabilidad que nos cabe ante la crisis humanitaria que estamos atravesando”.

Ante la pandemia iniciada a principios del 2020, consideró el obispo, “se ha tratado de responder en forma conjunta a esta peste, aunque no siempre esto de la unidad sea tan claro de visualizar”. A más de un año de esos comienzos confusos, "la humanidad sigue debatiéndose entre la preocupación, el sufrimiento, la muerte y la esperanza de una finalización del flagelo”, reconoció. 

Al respecto, planteó: “¿Qué ha cambiado desde el comienzo a esta parte? Muchas cosas y casi nada. Las dos respuestas son válidas". Al principio, señaló, "las acciones eran erráticas y con una importante dosis de ensayo, de prueba y error. Hoy no parece que los países, y la humanidad toda, hayan tomado un rumbo estable. Pareciera que algunas cosas han cambiado, para mejor, y en otras, seguimos como siempre, o estamos peor”, lamentó, destacando también que “existen algunos, personas o grupos, que lucran con la pandemia, y otros que ‘soportan todo el peso de la jornada’. Entre otras cosas, este drama ha puesto de manifiesto, una vez más, la profunda desigualdad entre los humanos”.

La fatiga de las personas y las estructuras
A través de una serie de puntos, el obispo ahondó en diferentes aspectos de la situación actual. En primer lugar, señaló “La fatiga de las personas y las estructuras”. Al respecto, expresó: “La fatiga parece ser uno de los elementos más complejos que en esta etapa de la pandemia tenemos que enfrentar. Es más que cansancio. Es algo que pone en riesgo la estabilidad. El futuro poco claro aumenta la gravedad de la fatiga. No sabemos hasta cuando esto se seguirá prolongando. No estamos seguros de cuanto podrán resistir las estructuras sanitarias, económicas, sociales, psíquicas…las estructuras humanas, nuestra maravillosa y frágil humanidad”.

“La fatiga se siente a nivel personal, a nivel social, a nivel del sistema de sanidad, a nivel económico”, enumeró el prelado, haciendo hincapié en lo económico, que “viene afectando de un modo demoledor la vida de las familias y de las personas”, especialmente de los más pobres y vulnerables. 

De la fatiga al miedo
En segundo lugar, con el título “De la fatiga al miedo”, se refirió a la relación entre estos dos aspectos. La experiencia del miedo hoy se está instalando “de un modo más virulento, sobre todo en personas solas, en los ancianos, en quienes padecen algunas enfermedades crónicas, que aceleran y complican los cuadros de Covid-19, en quienes no tienen bienes para afrontar los gastos de la enfermedad o sienten truncado su futuro por la falta de trabajo digno”, advirtió.

“El miedo, ya lo sabemos, paraliza. También encierra, no solamente en la casa, con los trastornos que esto provoca, sino también en uno mismo. El ensimismamiento es algo que se percibe a flor de piel en muchas de nuestras comunidades, especialmente en los espacios urbanos. Y no es saludable para quien lo padece. Tampoco para su entorno”, consideró.

La muerte, expresión más dura de la pandemia
En tercer lugar, monseñor Macín hizo referencia a la muerte, “expresión más dura de la pandemia”, que hoy por hoy “es una cifra en todos los periódicos y portales del mundo, en las redes sociales y entre los miembros de un vecindario”. 

“La muerte está lejos de ser un dato más. Es una experiencia que, en cierto sentido venía siendo casi enmascarada en una cultura del bienestar presente, y ahora reaparece con toda su crudeza y carga de desesperación”, sostuvo.

“La muerte, a su paso, deja un vacío, un lugar que alguien ocupaba y que queda sin destino”, señaló el prelado. “La muerte no tiene palabras que la expliquen. Tampoco tiene piedad frente a las experiencias que provoca. Actúa de un modo implacable. No permite una recapitulación, una vuelta atrás para arreglar algún detalle”, y también produce “una sensación indescriptible en quien se queda”. 

El trauma social
Ante este panorama “complejo y desolador”, el obispo ahondó sobre “el trauma social”, que marca de un modo decisivo a generaciones, y que necesita ser elaborado no solo de un modo personal, sino también con un trayecto colectivo. Con la raíz en varios autores, el obispo compartió la sospecha de que “estamos atravesando una experiencia profundamente traumática, que afecta a toda la humanidad. Una experiencia de crisis que no puede ser abandonada a la deriva”.

“Desde la perspectiva social, el trauma cultural se da cuando los miembros de una colectividad sienten que han sido víctimas de un acontecimiento perturbador que va dejando una impronta indeleble en la conciencia del grupo, grabando así sus recuerdos y cambiando su identidad futura de un modo fundamental e irrevocable”.

Seguidamente, expuso tres características del trauma cultural: Por un lado, “los miembros del grupo se tienen que sentir afectados por los acontecimientos. Un trauma no se produce cuando un grupo experimenta dolor, sino cuando lo sucedido afecta la propia identidad del grupo”. El segundo aspecto, “asociado al primero, es que este acontecimiento perturbador transforma la identidad misma de forma irrevocable. De un trauma no se sale de la misma manera”. Y por último, “es fundamental registrar el impacto del trauma en la memoria del grupo, el cual queda marcado por el acontecimiento vivido. Cuando un grupo queda ‘herido’, se activa una búsqueda en común para reforzar la nueva identidad, reformulando los vínculos”.

Y detallando el concepto de “trauma elegido”, expresó: “Es una representación compartida de un acontecimiento histórico en el que el grupo ha sufrido una derrota, una pérdida o una humillación. Junto con las ‘glorias elegidas’, los ‘traumas elegidos’ constituyen parte de la herencia colectiva del grupo, que configura su identidad”. 

“Con frecuencia, los traumas elegidos se usan para racionalizar un conflicto diferente. Los líderes saben cómo reactivar un trauma elegido, especialmente cuando el grupo se encuentra en una nueva realidad conflictiva. De ahí la grave responsabilidad que cabe a quienes conducen los destinos de los pueblos y las comunidades, quienes además de gestionar la crisis, tienen que tener una proyección humanista que ofrezca seguridad y orientación al colectivo que está atravesando la crisis”, advirtió, considerando que “algunos líderes de la humanidad actual muestran un triste espectáculo de personas sin visión y sin nada para ofrecer a sus pueblos”.

El trauma social y la fe
El obispo vinculó luego la categoría de trauma social con la fe: “Esta conceptualización de la sociología y de la psicología social puede tornarse fecunda en diálogo con el ámbito de la fe”, afirmó. Y tomando los conceptos del autor Guijarro Oporto, analiza el surgimiento y la composición del Evangelio de Marcos, sosteniendo que en el origen del mismo hay una experiencia traumática o un trauma social.

“Según este autor, el trauma vivido por los primeros discípulos de Jesús que sufrieron la denominada ‘guerra judía’ del 66 al 73 d.C. experimentaron un verdadero trauma por la persecución, por la falta de alimentos, por el abandono de la tierra, por la muerte y desaparición de miembros de la comunidad. El triste motivo de esta intolerancia se fundó en sus motivaciones y prácticas religiosas. Fue una experiencia de tal magnitud, que solo pudieron superarla apelando a otra experiencia traumática reciente, que fue la condena, muerte y resurrección de Jesús, es decir, el contenido fundamental del Evangelio”.

En ese sentido, expuso, “la presencia viva del Resucitado los estimula a enfrentar el trauma por el que están atravesando. Se podría decir que la historia del Nazareno actúa de soporte, de paradigma, para aceptar y superar el trauma actual, que luego es puesto por escrito en el evangelio de Marcos”. 

“Estimo que esta temática es inspiradora para tener una orientación en el trance que actualmente se está desarrollando y que nos tiene como afectados protagonistas. Es fundamental poder alcanzar cierto equilibrio, racionalidad y estabilidad emocional frente a cosas que nos superan, y frente a las cuales no siempre tenemos las reacciones apropiadas. Reconocer dónde están los puntos incisivos que provocan la crisis, y encontrar elementos de superación”, animó.

“El itinerario histórico y meta-histórico de Jesús de Nazareth sigue siendo inspirador para creyentes, y también para no creyentes, por su serena posición frente al dolor y la instancia suprema de todo ser humano, que es la muerte”, señaló. “Al fin y al cabo, el perfil y la grandeza de una persona se definen por su manera de enfrentarse con la instancia suprema de la existencia. Esto es más interesante todavía, si aceptamos que Jesús de Nazareth fue liberado de las garras de la muerte y resucitado, nos acompaña en las luchas cotidianas", destacó.

Consecuencias y sugerencias
Finalmente, el prelado ofreció “algunas consecuencias y sugerencias”. Y aclaró: “Soy consciente que en el describir o meditar sobre las experiencias traumáticas, me encuentro como uno más, procurando buscar caminos y tratando de ofrecer alguna palabra luminosa para otros”. 

En ese sentido, animó al realismo “para asumir las cosas que nos están pasando. No dejar nuestra vida librada a reacciones espontáneas, que nos pueden lastimar y pueden lastimar a otros. El encuentro con la verdad, por más duro que esto sea, siempre tiende a ser liberador (“La verdad los hará libres”, leemos en el contexto de Jn 8,31-38).

En segundo lugar, “interpelación serena respecto del impacto psico-afectivo-espiritual que produce la muerte como dato, como partida de un ser querido, como realidad factible para uno mismo. No conviene ocultar este dato ni evadirlo. Tampoco estar pensando todo el día en eso... Desde allí, tratar de elaborarlo desde los elementos y la visión que más me convence y me ofrece un horizonte que me permita mirar más lejos. De eso se trata: mirar más lejos”.

Por otra parte, alentó a “caminar con otros y dialogar sobre estos temas ‘difíciles’. El pequeño grupo, la comunidad, son fundamentales en la elaboración de los traumas, para que de los mismos se pueda salir con una actitud nueva y esperanzadora”.

La solidaridad, por su parte, “es una gran productora de sentido en tiempos traumáticos. El reconocimiento del sufrimiento del otro, del dolor del hermano, del abandono del pobre, es profundamente liberador y sanador de nuestros propios traumas y problemas”.

Recomendaciones prácticas
Por último, enumeró algunas recomendaciones prácticas. Para empezar, expuso que “la superación de vivencias como la provocada por el Covid-19 no se logran solo con elucubraciones intelectuales o racionales. Estas son necesarias, pero tienen que ir acompañadas de otros elementos. El factor simbólico es determinante en este punto, porque afecta las emociones, los sentimientos, la voluntad”.

Desde esta posición, propuso a los fieles de la diócesis de Reconquista, “y a todos aquellos que quieran, además de las iniciativas que ya están en curso, organizar una celebración mensual, en una fecha a elegir, para invitar a que los familiares que han perdido un ser querido por el Covid-19, lleven una foto, o un cuadro de la persona, y hacer una celebración con gestos y oraciones alusivas”. 

“La Palabra también nos puede abrir la mente y el corazón. Si esto no es posible por las restricciones necesarias, se puede organizar algo similar por las redes sociales, para que las familias lo puedan seguir desde sus casas”, ideó.

Otra propuesta, detalló, “es conversar sobre estos temas en pequeños grupos, con personas de confianza, de alguna manera siguiendo el principio de que siempre es más llevadero superar una situación traumática, acompañados por otros. Y cuando me refiero a conversar, no pienso tanto en las cosas periféricas, si estamos de acuerdo con tal o cual decisión de los gobiernos, si los vecinos cumplen o no las normas establecidas. Me refiero a cosas más personales, a abrir el corazón, para que el trauma se transforme en una ocasión para un nuevo comienzo”, invitó.+

» Texto completo del mensaje