Sábado Santo: Ya es Pascua en Jerusalén

  • 3 de abril, 2021
  • Jerusalén (Tierra Santa) (AICA)
El patriarca latino de Jerusalén, Mons. Pierbattista Pizzaballa, celebró este Sábado Santo por la mañana, -única en el mundo- la solemne vigilia pascual en el Santo Sepulcro.

La celebración de la vigilia pascual, de este sábado santo: la “Madre de todas las vigilias”, como reza la liturgia, reunió esta mañana en la basílica del Santo Sepulcro a un número limitado de obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas y fieles laicos, para participar de la Eucaristía presidida por el Patriarca Latino de Jerusalén, monseñor Pierbattista Pizzaballa.

Una larga liturgia llena de gestos simbólicos que, como subrayó en la homilía monseñor Pizzaballa: “¡Pueda nuestra Iglesia de Tierra Santa también experimentar hoy al Resucitado, vivir en su luz, gozar en su presencia, alimentarnos de su amor y continuar gastándonos por la vida del mundo!”

Tomando el texto del Evangelio leído en la misa, el patriarca destacó “tres verbos importantes”, en los que se detuvo para reflexionar sobre ellos: “Comprar, Ver, Ir”.

Comprar
En primer lugar, se detuvo en las tres mujeres del Evangelio que “destrozadas por el dolor”, no se paralizan ante la muerte del Maestro sino que no dudan en gastar dinero para comprar lo necesario para honrar no a quien fracasó, sino a un ser querido. “Su amor por Jesús no se extinguió con su muerte, su vínculo con el Maestro va más allá de los sueños humanos de un reino nuevo”. 

“¿A quiénes nos parecemos? ¿Somos como los discípulos dispersos y desorientados, o somos como las tres mujeres, golpeadas por el dolor, pero no paralizadas?”, preguntó el patriarca.

“Hoy -dijo el patriarca- estamos invitados a aprender de estas mujeres en su manera de vivir donándose, gastando verdaderamente su vida por el amor a Cristo, a mirar a la cruz como la medida de ese amor que nos redimió y a esta tumba vacía como el anuncio de una vida eterna para todos nosotros. Y la vida eterna ya comienza aquí, ahora. Ya somos parte de ella, porque estamos unidos a Él, al Resucitado”.

“La Iglesia, por tanto, sigue anunciando la locura de este amor que realmente puede cambiar la vida del mundo y que no teme a la muerte y sus ataduras”.

Ver
Todos los Evangelios de la resurrección usan el verbo ver, aunque en realidad no hubiera nada que ver, porque el cuerpo de Jesús ya no está en la tumba. 

Necesitamos una señal para ver y una palabra para escuchar. De hecho, nunca seremos capaces de explicar la resurrección, ninguna teoría podría convencer jamás. La resurrección solo se puede encontrar, solo podemos experimentarla. Todavía hoy, necesitamos testigos que nos muestren los signos del Resucitado entre nosotros, que nos anuncien con credibilidad que el mundo ya no está en poder de la muerte. Parece imposible, pero no es así, y todavía los podemos encontrar hoy y son muchos.

Los testigos de hoy son los que, a pesar de toda adversidad, dolor, soledad, enfermedad e injusticia, se pasan la vida creando oportunidades para la justicia, el amor y la aceptación. Son los que saben perdonar, porque ya se sienten perdonados; son los que en el silencio de cada día dan la vida por sus hijos y los hijos de los demás; que consideran a cada persona parte de su propio destino, y lo cuidan con amor y pasión, independientemente de sí mismos.

Ir
Para ver y presenciar al resucitado, primero hay que moverse. Las mujeres fueron primero al Sepulcro, lo vieron vacío, se encontraron con el testigo y desde allí fueron invitadas a ir a ver a Pedro y a los discípulos y luego a Galilea. El gesto de ver está ligado al ir. No se encuentra al Resucitado si no se va primero al Sepulcro, no lo encontramos si nos quedamos encerrados en los cenáculos propios. Y no nos podemos quedar inmóviles si vemos y encontramos al Resucitado.

Nosotros, ¿a dónde vamos? Si hay un testimonio hoy más necesario que nunca, es precisamente el testimonio de la esperanza. Los signos del miedo se manifiestan, pero no deben detener nuestra caridad. 

Así que no retrocedamos ni nos encerremos en nuestros miedos. No permitamos que la muerte y sus súbditos nos asusten. Y no nos limitemos tampoco a venerar este sepulcro vacío. La resurrección es el anuncio de una nueva alegría que irrumpe en el mundo y que no puede permanecer encerrada en este Lugar, sino que aún hoy, debe llegar a todos desde aquí. 

¡Pueda nuestra Iglesia de Tierra Santa también experimentar hoy al Resucitado, vivir en su luz, gozar en su presencia, alimentarnos de su amor y continuar gastándonos por la vida del mundo!, concluyó el patriarca Pizzaballa. +