Mons. Castagna: "Toda persona debe respetar y respetarse"

  • 5 de marzo, 2021
  • Corrientes (AICA)
"Toda agresión dirigida contra la persona es un sacrilegio", recordó el arzobispo emérito de Corrientes y advirtió que las manifestaciones de la trata "son infinitas y mutan como un virus mortal".

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “respetar a la persona, y respetarse por serlo, es un deber a cumplir siempre”. “Los Mandamientos de Dios son las reglas esenciales que la persona creada debe adoptar para su realización o edificación, más apreciada que el más bello de los templos”, sostuvo en la sugerencia para la homilía dominical.

“Lamentablemente el ser humano es el templo más execrado por los hombres. Toda agresión o autoagresión dirigida contra la persona humana es un sacrilegio”, advirtió, y exclamó: “¡Cuántos  se han perpetrado antes y en la actualidad!”.

El prelado afirmó que “el orden asciende y desciende de manera vertiginosa: el infanticidio, incluido el aborto, el femicidio, la utilización del ser humano en reiterados y múltiples abusos contra sus derechos; la marginación, que hunde a países como el nuestro -en un 50% de su población- en la pobreza y en la exclusión”.

Monseñor Castagna consideró que “es preciso incluir todo lo que abarca la difundida expresión: ‘trata de personas’. Sus manifestaciones son infinitas y mutan como un virus mortal”.

“Es aquí donde debemos abordar el mal a sanar. Recomponer al hombre, y abrir nuevas perspectivas de renovación, constituye el paso que debe darse de inmediato”, subrayó.

Texto de la sugerencia
1.- El celo de su Casa.
Los responsables del Templo habían cedido sus instalaciones para una indecorosa actividad comercial. La reacción de Jesús es de una severidad inusitada. Juan lo recuerda y consigna: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio” Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo de su Casa me consumirá”. (Juan 2, 16-17) Se ha perdido el sentido de lo sagrado. De allí algunas actitudes irrespetuosas en una sociedad que manosea y desprecia lo que debiera inspirarle respeto y cuidado. Es parte de la cultura de los pueblos preservar los signos patrios y sancionar judicialmente a quienes los destruyen y agreden. Así debiera ocurrir con los signos religiosos, particularmente si representan la confesión de una respetable mayoría de ciudadanos. En algunas manifestaciones públicas hemos presenciado, horrorizados, un incalificable desprecio por los contenidos de la fe católica: grafitis en los templos, palabras y gestos ofensivos contra Cristo y su Madre Santísima, expresiones contra las verdades esenciales, profesadas por la Iglesia, y la banalización de los sacramentos.

2.- Los gestos y las palabras del Maestro. Un pueblo noble y sabio respeta la fe de sus ciudadanos, cualquiera sea su legítima expresión. Los gestos de Cristo son tan magisteriales como sus palabras. En un mundo, donde se aprovecha todo para el lucro económico e ideológico, los mismos miembros de la Iglesia corren el riesgo de sufrir la embestida diabólica y caer en la misma trampa. Necesitamos que los gestos acompañen hoy la enseñanza - con gestos significativos adecuados al momento - con la misma firmeza que el Maestro manifestaba entonces. Si no se produce el apoyo de los gestos, la enseñanza se desvirtúa. Diversas podrán ser la expresiones, pero la inspiración es la misma: “Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: “El celo por tu Casa me consumirá”. (Juan 2, 17) El celo por la Casa de Dios se refiere a la dignidad del ser humano: residencia misteriosa de la Trinidad y Sagrario del Espíritu Santo. 

3.- El deber de respetar y respetarse. Respetar a la persona, y respetarse por serlo, es un deber a cumplir siempre. Los Mandamientos de Dios son las reglas esenciales que la persona creada debe adoptar para su realización o edificación, más apreciada que el más bello de los Templos. Lamentablemente el ser humano es el templo más execrado por los hombres. Toda agresión - o auto agresión - dirigida contra la persona humana es un sacrilegio. ¡Cuántos  se han perpetrado antes y en la actualidad! El orden asciende y desciende de manera vertiginosa: el infanticidio, incluido el aborto, el femicidio, la utilización del ser humano en reiterados y múltiples abusos contra sus derechos; la marginación, que hunde a países como el nuestro - en un 50 por ciento de su población - en la pobreza y en la exclusión. Es preciso incluir todo lo que abarca la difundida expresión: “trata de personas”. Sus manifestaciones son infinitas y mutan como un virus mortal. Es aquí donde debemos abordar el mal a sanar. Recomponer al hombre, y abrir nuevas perspectivas de renovación, constituye el paso que debe darse de inmediato.

4.- Se refería al templo de su Cuerpo. El segundo párrafo del texto evangélico de Juan corrobora nuestra reflexión anterior. Sorprendidos y exasperados, sus conciudadanos - devotos visitantes del Templo de Jerusalén - interpelan a Jesús: “Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?” El gran signo es el de la Resurrección. Su Sacratísimo Cuerpo es destruido por la crucifixión y Él lo reconstruye al tercer día: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar. Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?” Pero él se refería al templo de su cuerpo”. (Juan 2, 18-21) En su Sagrado Cuerpo toda personahumana encuentra el original de su propio cuerpo. Por ello, toda persona, hombre y mujer, debe respetar y respetarse.+