Mons. García en la misa de Shaw: "Profeta, testigo, hombre de fe"

  • 28 de febrero, 2021
  • San Justo (Buenos Aires) (AICA)
La diócesis de San Justo se unió a los festejos del centenario del siervo de Dios Enrique Shaw, con una misa organizada por el Centro de Comerciantes y presidida por el obispo diocesano.

El Centro de Comerciantes de la diócesis de San Justo se unió a los festejos en conmemoración por el centenario del nacimiento del siervo de Dios Enrique Shaw. Con una misa presidida por el obispo de San Justo, monseñor Eduardo Horacio García, en la catedral de los Santos Justo y Pastor, el viernes 26 de febrero se recordó al “empresario de Dios”.

En la homilía, el prelado habló sobre el poder: “En nuestra sociedad el que tiene poder es el que predomina. Lamentablemente, el ámbito laboral no es la excepción. La gestión empresarial, muchas veces, en un contexto mercantil, económico y materialista en el que el beneficio y la competencia carecen de poca visión humana se sigue considerando al hombre como una pieza productiva de poco valor”.

Pero se preguntó, “¿es posible hablar de la Buena noticia al estilo de Jesús en la empresa y de un proyecto de Dios a nivel empresarial?”, y mencionó en esta línea la figura de Enrique Shaw, “un profeta de su tiempo, y también para este tiempo, que se encarna en su realidad histórica y concreta. Profeta con un corazón y mente abiertos para ver más allá de lo que la realidad deformada le presenta”.

Monseñor García describió a Shaw con “mirada samaritana, corazón samaritano: sociológicamente corazón de pueblo, teológicamente, certeza de la paternidad de Dios que ama a todos por igual, donde no hay hijos de primera y otros de segunda sino hombres y mujeres que necesitan cada uno desde su lugar vivir con dignidad. Para Enrique la empresa es un medio para la realización de la vocación de toda persona”.

Recordando las palabras del empresario, preguntó a la comunidad presente: “Realmente ¿estamos convencidos como Enrique Shaw que ‘lo extraordinario es lo ordinario, lo ordinario extraordinariamente hecho’. Y que la eficiencia es un ‘deber de estado para el empresario, ¿dado que es garantía de continuidad de trabajo’?”.

Más adelante, el prelado de San Justo mencionó que Shaw fue “profeta por su palabra, testigo por su vida, capaz de no mirar para el costado buscando la responsabilidad afuera de los protagonistas de las dificultades. No es la ciencia, ni solo la técnica sino Dios el que ilumina su mente para que sus estrategias estén enmarcadas en proyecto de Dios donde nadie queda afuera y sin privatizar con excusas de conveniencia lo que es de todos”.

En efecto fue “profeta, testigo, hombre de fe: creía profundamente y por eso buscaba y proclamaba la ‘unión con Dios. Con los hombres. Entre nosotros’”. Monseñor García afirmó que el empresario “estaba convencido que el trabajo humano es un escenario de desarrollo. El reto de las empresas hoy consiste en conciliar justicia y equidad laboral que permitan un adecuado desarrollo personal del trabajador, con la productividad y la supervivencia propias del quehacer empresarial. Y también de desarrollo personal del mismo empresario”.

Y añadió que tenía una “mirada a largo plazo, a tal punto que sus palabras de hace más de 50 años sintonizan hoy con las del papa Francisco en Laudato si’. Shaw decía: “Las riquezas deben crear riquezas, proporcionar trabajo a los hombres, acrecentar la vitalidad económica, para lograr así una economía ordenada y dinámica, que sea una de las bases de la paz social”.

Fue padre de familia y “padre de sus trabajadores”, “de quienes conocía no solo su nombre sino también sus dificultades y que no dudaron en ofrecer su sangre en el momento más duro de su enfermedad. Padre que reconoció con orgullo que también por su sangre corría la sangre obrera de esos hijos que había adoptado desde el compromiso por el bien común y el amor cristiano”. 

Finalmente, monseñor García citó a una de las hijas de Shaw: “Necesitamos recuperar lo mejor de nuestra historia, los pilares que formaron este país, los valores humanistas y cristianos que aún podemos encontrar en nuestro ADN. Enrique Shaw, con sus obras y sus palabras alentaba a los que lo rodeaban, hacía lo que decía y lo que creía. Fue coherente con su fe y demostró que es posible construir sin confrontar. En un contexto político y económico difícil como el de hoy. Sin dobleces ni mentiras, trabajaba y rezaba por todos y pensaba en el bien común. Un mapa de sentido para estos tiempos inciertos en que nos toca vivir es el que celebramos con su centenario”.+