Trata: "No miremos para otro lado", pide Mons. Lozano

  • 7 de febrero, 2021
  • San Juan (AICA)
El arzobispo de San Juan de Cuyo consideró que esta "realidad criminal" debe avergonzar a la sociedad, al subrayar que "la vida no es una mercadería, se trata de personas".

“La trata de personas es una realidad criminal que nos avergüenza como seres humanos, dado que considera al ‘otro’ como objeto transferible y vendible según la ley de la oferta y la demanda. Su finalidad es la explotación laboral o sexual, la pornografía infantil, o la extracción forzosa e ilegítima de órganos”, advirtió el arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Eduardo Lozano, en su reflexión semanal.

“Es un drama muy serio que nos muestra la bajeza en que se consigue caer. Cuando una persona se puede comprar, ofrecer o alquilar como si fuera un objeto estamos ante un síntoma severo de descomposición social, que viola las enseñanzas de todas las tradiciones religiosas y lo expresado en diversas convenciones internacionales”, sostuvo.

El arzobispo sanjuanino precisó que “las víctimas suelen ser niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y cerca del 90% son mujeres. En muchas oportunidades los victimarios se abusan de familias migrantes y vulnerables”.

“Por lo general son llevadas lejos de casa al principio con engañosas propuestas de trabajo o estudio, aunque no falta el secuestro liso y llano. Luego son mantenidas en cautiverio por medio de cadenas, violencia y golpizas, o amenazas de matar a algún miembro de la familia si se escapan”, relató, y completó: “Otro modo extendido de sometimiento es hacerlas adictas a alguna droga, obligándolas a prostituirse para suministrarles las dosis de sustancias según el grado de dependencia química”.

Monseñor Lozano aseguró que “las víctimas que logran ser liberadas de estas redes no tienen recuperación fácil, como podemos imaginar. Pasan por un largo proceso de desintoxicación química, terapia psicológica, reinserción laboral. Por lo general no regresan a vivir con su familia de origen ni a su pueblo, por miedo o vergüenza”.

“No son hechos casuales o aislados. Son el resultado de la operación de estructuras de pecado que se consolidan por medio de organizaciones criminales que tienen como finalidad la explotación de otros hermanos”, denunció.

Tras citar un párrafo de la encíclica Fratelli tutti del papa Francisco, el prelado sanjuanino aseveró:  “Estas mafias operan impunemente por medio de sobornos o amenazas a quienes debieran controlar y hacer cumplir la ley. Generan dinero manchado de sangre inocente”.

Monseñor Lozano contó que anoche se produjo el lanzamiento de la Campaña Continental contra la Trata de Personas, una iniciativa llevada adelante por la Red Clamor (Red Eclesial Latinoamericana y Caribeña de Migración, Desplazamiento, Refugio y Trata de Personas). 

“Es el rostro de una Iglesia samaritana que se acerca con corazón de mamá y se inclina ante el sufrimiento enorme que no encuentra consuelo. La red está integrada por las diversas vocaciones del Pueblo de Dios, congregaciones e institutos de vida consagrada, varones y mujeres que muchas veces enfrentan amenazas y persecuciones. El lema elegido es: ‘La vida no es una mercancía. Se trata de personas’”, destacó.

Asimismo, recordó que “la campaña se inicia en vísperas de la conmemoración de Santa Josefina Bakhita, quien fue secuestrada cuando solo era una nena que no llegaba a los 9 años, y obligada a caminar descalza casi 1.000 kilómetros. Fue esclavizada y vendida en 5 oportunidades, siempre torturada y maltratada, salvo la última vez”.

“Nació 1869 en Sudán. Murió el 8 de febrero de 1947 a los 78 años de edad. Por el trauma que le ocasionó el secuestro y las torturas olvidó su nombre, y los secuestradores la apodaron irónicamente ‘bakhita’, que en su lengua nativa significa ‘afortunada’”, detalló.

“Bautizada cerca de los 21 años, eligió llamarse Josefina ‘afortunada’ (bakhita), ahora por elección propia. Cuando conoció la fe cristiana, se sintió y se supo amada por Jesús, que también fue azotado y torturado, y ahora la abraza a la derecha del Padre. Decía ‘Dios me ama y me quiere feliz’. Tuvo la esperanza puesta en Jesús Amor. No miremos para otro lado”, concluyó.+