Mons. Cargnello llamó a descubrir la presencia de Jesús en el corazón

  • 3 de febrero, 2021
  • Salta (AICA)
El arzobispo de Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello, presidió la misa del domingo en la catedral del Señor y Virgen del Milagro.

El arzobispo de Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello, presidió la misa del domingo 31 de enero en la catedral del Señor y Virgen del Milagro.

En su homilía, el prelado se refirió al Evangelio: “Queridos hermanos: Contemplando al Señor Jesús, guiados por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite en cada Eucaristía, hoy lo descubrimos como el profeta que enseña con autoridad”, señaló.

“Tres veces, al comienzo mismo del texto evangélico, habla de su enseñanza. Fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados con su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”, destacó. 

“Jesús es el que cumple las expectativas que Moisés suscita en el tiempo de la formación del Pueblo de Dios. Él habla del profeta suscitado por Dios, y este profeta hablará de lo que le ordene el Padre. Ese es Jesús. El que habla compartiendo con la humanidad los secretos del corazón del Padre”. 

“No hay otro que conozca la intimidad del Padre, de donde procede absolutamente todo, y hacia donde va toda la historia de la humanidad y de la creación entera. No hay otro que pueda revelarnos lo que sólo Jesús conoce. Él conoce el secreto del Padre, ha sido engendrado por el Padre. Él procede del Padre, es el reflejo, el rostro del Padre. Y por eso es el profeta”.

“Y el profeta habla, enseña, y nos muestra el corazón del Padre, también en el gesto de ver en ese enfermo, poseído por el espíritu impuro, a un ser humano atrapado por el mal, que espera su liberación. Por eso Él ordena: Cállate y sal de este hombre”, relató.

“Su acción ratifica su Palabra, y nos muestra que el corazón del Padre está dirigido al ser humano y va más allá de lo que el ser humano puede mostrar. Lo desagradable de ser una persona dominada por el espíritu maligno. Entonces Él entra en lo profundo y nos libera. Él es el profeta, el que trae el anuncio del amor del Padre y lo hace real porque nos libera, y lo hace cumpliendo la voluntad de Dios. Porque Él es el profeta que no habla por su cuenta, sino que dice lo que el Padre le comparte. Y el Padre comparte con Jesús su amor por cada uno de nosotros”, reconoció.

En ese sentido, animó a preguntarse: “¿Quién es Jesús para mí? ¿Yo lo acepto como aquel que entra en mi vida y, puesto que conoce lo más entrañable de mi ser, me puede liberar y me quiere liberar de toda esclavitud? ¿Abro las puertas de mi corazón a Jesucristo, el que puede entrar en aquellas cosas que gritan, porque no me dejan vivir unidad de vida, porque me dividen? ¿Entra Jesús ahí para darme la unidad del hijo de Dios que tiene que caminar como tal, y no como esclavo del pecado y de mis miserias?”.

Frente al Señor, afirmó, “estamos llamados a preguntarnos si es que hemos descubierto la belleza de ser cristianos, la fuerza humanizadora de la presencia de Jesús en mi vida, en mi corazón, ¿O yo reduzco la relación con Jesús como alguien que está afuera, lo minimizo a una imagen y ahí me quedo, pero no lo dejo entrar en mí?”, planteó.

“Porque todos tenemos espacios donde el demonio hace de las suyas”, reconoció. “Unos, una debilidad, otros las suyas. Unos tiempos más fuertes, otros menos fuertes, pero todos experimentamos la división interior, y necesitamos de Jesucristo para lograr nuestra felicidad”, sostuvo.

“Necesitamos que Él dé la orden para que seamos plenamente libres, pero eso supone ponernos a tiro del Señor y entablar con Él una relación abierta de amigo a amigo, supone no tener miedo a Jesucristo, para dejarnos fascinar por la belleza de su presencia, una belleza que transforma nuestros corazones, que nos hace verdaderamente libres y profundamente dignos. Que despliega en nosotros la convicción de que somos hijos de Dios y nos compromete a ser realmente hermanos de los demás”, aseguró.+