Legalizar las drogas no da una solución a los pobres

  • 31 de mayo, 2012
  • Buenos Aires (AICA)
En un artículo sobre el consumo de drogas y los avances para su despenalización, publicado en el diario La Nación, el presbítero José María Di Paola (padre Pepe) señala que "el Estado tiene una deuda social muy grande con estos chicos que padecen estado de abandono en la calle, tuberculosis y sida, desamparo escolar y, sin embargo, pueden acceder a las armas y a la droga con una facilidad extraordinaria". Por otro lado, también llamó a preguntarnos si en ese contexto de pobreza y marginalidad en el que viven los niños y jóvenes pobres "se puede hablar de libertad de elección en el consumidor. Habría que preguntarse si no estamos agregando a la vida de estos hermanos más pobres un problema que después no vamos a ayudar a resolver".
En un artículo sobre el consumo de drogas y los avances para su despenalización, publicado en el diario La Nación, el presbítero José María Di Paola (padre Pepe) señala que la despenalización se trata "de la última página de un libro. Primero hay que tratar de llenar las páginas anteriores con la búsqueda de una sociedad más equitativa, para que los jóvenes más pobres y marginales accedan al sistema y puedan ejercer su supuesta libertad de elección". "En la actualidad, vemos que desde posturas científicas serias, que trabajan a partir de las evidencias, se afirma una posición favorable y otra contraria a la despenalización. La realidad es que no podemos mirar el ejemplo de Portugal -que despenalizó el consumo personal hace más de diez años- y su camino de reducción de la demanda y compararlo sin más con realidades tan comunes en la Argentina como las que se viven en las villas de emergencia, partidos del conurbano bonaerense como La Matanza o el monte santiagueño, por ejemplo. Sería un despropósito y no deja de ser un argumento falaz", asegura. El presbítero advierte que "en charlas con peritos de diferentes países, he constatado que ni la guerra contra las drogas ni la legalización de ellas responden o dan una solución y, menos, a los sectores más empobrecidos" y agregó que "en esas discusiones escucho hablar sobre `la libertad de elección del consumidor´ y en ese momento vienen a mi mente las historias de tantos jóvenes de la villa `excluidos´ de la sociedad. Tendríamos que preguntarnos si en ese contexto de pobreza y marginalidad en el que viven los niños y jóvenes pobres se puede hablar de libertad de elección en el consumidor. Habría que preguntarse si no estamos agregando a la vida de estos hermanos más pobres un problema que después no vamos a ayudar a resolver". "La vulnerabilidad social ?afirma- aumenta cuando no hay oportunidades de inclusión real; y que, a mayor vulnerabilidad, la brecha entre el consumo recreativo y el consumo problemático se acorta dramáticamente. El joven pobre no tiene de dónde asirse, porque vive la fragilidad en lo escolar, en lo laboral y lo sanitario; en consecuencia, un simple consumo de porro tiende a arraigarse más rápido y con mayor fuerza". El padre Di Paola pide que antes de hablar de despenalizar "se instrumente un programa preventivo en las escuelas, que existan centros barriales -como el Hogar de Cristo, presente en las villas 21, 31 y 1-11-14 de Buenos Aires-, y proyectos de inclusión en salud, trabajo y vivienda". "Creo fervientemente que no se debe criminalizar al adicto", dice el presbítero y advierte que "el Estado tiene una deuda social muy grande con estos chicos que padecen estado de abandono en la calle, tuberculosis y sida, desamparo escolar y, sin embargo, pueden acceder a las armas y a la droga con una facilidad extraordinaria". El sacerdote, conocido por su tarea en las villas de Buenos Aires manifiesta su creencia de que la adicción es una enfermedad y asegura que "este planteo ayuda a ubicar al adicto en un lugar más justo y a no criminalizarlo. Esta mirada positiva tiene, sin embargo, un largo camino de ejecución para que los adictos más pobres puedan acceder al sistema sanitario, que, además, está colapsado y no se encuentra preparado para desintoxicarlos y asistirlos". "Desde el año pasado he recorrido muchas ciudades de la provincia de Santiago del Estero, donde vivo actualmente. He sido invitado por intendencias, concejos deliberantes, escuelas y diferentes organismos no gubernamentales para dar charlas sobre mi experiencia en la villa de Barracas y he visto que padres, docentes y autoridades tienen la misma preocupación: qué hacer ante los adolescentes que se drogan". El padre Pepe cuenta que "miran la marihuana, o cualquier otra droga, como una novedosa propuesta negativa para la vida. Frente a esto y buscando caminos de superación, quedan azorados cuando ven por los medios televisivos que en Buenos Aires se hacen marchas y se discute la despenalización del consumo de drogas. Les parece un debate de otro país" y añade que "a veces los habitantes de las megaciudades creen representar a toda la Argentina en sus debates, pero debemos darnos cuenta de que, por su gran riqueza regional e histórico-cultural, nuestro país es mucho más grande que nuestras ideas". Como conclusión, el presbítero Di Paola pregunta: "¿Alguna vez nos animaremos a cotejar nuestras opiniones con todos los argentinos convencidos de que la opinión del otro puede aportar algo de verdad, y sin pensar que todo diálogo es un Boca-River?" y nos llamó "como sociedad de los primeros capítulos de ese libro imaginario, en los que todos podemos aportar algo positivo para disminuir la brecha social entre jóvenes que tienen al alcance de su mano lo suficiente para una vida digna y otros que están sumergidos en la más cruel marginalidad".+