Mons. Carrara: "La grieta con los pobres es más profunda que la política o ideológica"

  • 11 de noviembre, 2020
  • Buenos Aires (AICA)
"En el país resulta imprescindible para la amistad social, superar la distancia con los últimos, con los más pobres", afirmó Mons. Gustavo Carrara en un seminario sobre Argentina y desarrollo humano.

El obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario episcopal para las Villas de Emergencia, monseñor Gustavo Carrara, disertó sobre “Tierra, Techo y Trabajo en la perspectiva de una ecología integral”, en el marco del seminario "Hacia una Argentina al servicio del desarrollo humano”, organizado por Cáritas Argentina, la Comisión Nacional de Justicia y Paz y la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA).

El prelado comenzó hablando del número de la pobreza actual, un dato “incontrastable” de la realidad, al asegurar que en el país "resulta imprescindible para la amistad social, superar la distancia con los últimos, con los más pobres”, y opinó que “esta grieta es más profunda que las políticas o ideológicas”, porque estas últimas pueden cambiar.

Monseñor Carrara citó varias veces a Francisco en su reciente encíclica Fratelli tutti. “Es decisivo advertir lo que dice el Papa: la procura de la amistad social no implica solamente el acercamiento de grupos sociales distanciados a partir de un período distanciado de la historia”, planteó, y agregó: “La paz no solo es ausencia de guerra, sino el compromiso incansable de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada y vulnerada”.

El vicario episcopal para las Villas de Emergencia indicó que el primer paso de este camino es: “Sostener la escucha atenta de los más pequeños y pobres, de los más rotos, de los últimos. Sus preguntas, sus angustias, sus peleas, sus sueños, sus luchas, sus preocupaciones, poseen valor hermenéutico de la realidad”.

Si uno tiene una “escucha atenta y sostenida”, dijo, “el anhelo del pueblo pobre tal vez se resume en dos palabras: vivir bien”. En este sentido mencionó al Papa que traduce esto en un “programa de acción: tierra, techo y trabajo. Una tierra para trabajar, para construir un techo, para cuidar la familia”. “Ese vivir bien tiene como fruto la paz social y esto tiene sabor a Evangelio”, añadió. 

Haciendo referencia a las tres mesas de diálogo del seminario, rescató la importancia del diálogo y recordó las palabras de Francisco en este sentido: “Dialogar no es negociar. Sino que es buscar el bien común para todos, discutir y buscar soluciones. En el diálogo tiene lugar el conflicto y no debemos tenerle miedo, sino aceptarlo y poder transformarlo en eslabón de un nuevo proceso. El mejor modo es construir juntos y hacer proyectos, no solo entre los católicos sino en todos los que tienen buena voluntad. Sin diálogo no es posible comprender las posiciones del otro”.

“El diálogo trasciende el mundo de los socios. Es la capacidad cotidiana de ampliar el círculo y llegar a aquellos que no forman parte de mi cultura. Diálogo es encuentro”, sostuvo.

Más adelante, el obispo mencionó la mesa que habla acerca de la tierra: “La tierra es nuestra casa común, por eso toda familia tiene derecho a un pedazo de tierra. Dios quiere la felicidad de sus hijos, también en esta tierra”. Sobre el techo, indicó, que “familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo para que sea hogar tiene una dimensión comunitaria, y es el barrio. En los barrios populares se viven los valores comunitarios de gratuidad y reciprocidad a partir del sentido de un nosotros barrial. La integración urbana busca promover la cultura del encuentro”.

En tercer lugar, se refirió al trabajo: “No existe peor pobreza que la que no permite ganarse el pan con un trabajo digno. Hay que asegurarlo a todos y hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, sus talentos, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre. Ayudarlos con dinero debe ser una solución provisoria. El objetivo es permitirles una vida digna a través del trabajo. No existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo”. 

Y prosiguió: “El trabajo no es solo un modo de ganarse el pan sino también un cause para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para compartir dones y para sentirse corresponsables en el perfeccionamiento del mundo y a vivir como pueblo”. 

“En definitiva”, mencionó monseñor Carrara, “tierra, techo y trabajo para el desarrollo de una Argentina integral, tienen que ver con crear puestos de trabajo, poblar la patria con nuevos pueblos jóvenes, integrar ciudades con acceso al pueblo y a la vivienda social, conectar territorio con una red nacional de trasporte, reactivar la producción ciudadano la casa común, etcétera”.

Hacia el final, el prelado rogó para que “cada una de estas mesas sea una invitación a asumir la cultura del diálogo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento reciproco como método”. Y animó: “Cuando pensemos y dialoguemos con estos proyectos, lo que no tenemos que olvidar es que en el corazón están los más pobres no solo como destinatarios sino también como protagonistas”.

En referencia al tiempo de pandemia, el obispo auxiliar de Buenos Aires dijo que debe ser “una oportunidad de decir que las cosas no eran normales. No puede ser normal en nuestra patria que la pobreza, la exclusión y la marginalidad crezcan década tras década. No queremos esa normalidad”.

“Esta pandemia nos recuerda hoy que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren. Todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades y las injusticias. Aprovechemos esta prueba como una oportunidad para prepara el mañana de todos, sin descartar a ninguno, porque sin la visión de conjunto, nadie tendrá futuro”, concluyó.+