Card. Poli: Que nuestra "Madre gaucha" libre a la Argentina de esta prueba

  • 4 de octubre, 2020
  • Luján (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario Aurelio Poli, presidió en la tarde del sábado la misa central de la 46 Peregrinación Juvenil virtual a Luján.

Con el lema “Madre, abrázanos, queremos seguir caminando”, se llevó a cabo de manera virtual la 46 Peregrinación Juvenil a Luján. Durante la jornada del sábado 3 de octubre, se desarrollaron actividades en línea: hubo momentos de animación, entrevistas, testimonios, al tiempo que la imagen de la Virgen hizo su recorrido virtual con algunas paradas especiales.

La misa central estuvo presidida por el arzobispo de Buenos Aires y  primado de la Argentina, cardenal Mario Aurelio Poli y concelebrada por el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea; el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig; y los obispos auxiliares de Buenos Aires monseñor Joaquín Sucunza, monseñor Enrique Eguía Seguí y monseñor Gustavo Carrara.

Cerca de 200 mil personas en simultáneo acompañaron la transmisión en vivo de la misa y dejaron sus intenciones a través del chat de los canales de YouTube y en las páginas de Facebook del santuario y del arzobispado de Mercedes-Luján. En su homilía, el cardenal Poli expresó: “Muy queridos peregrinos y devotos de la Virgen de Luján: estamos en su casa, ante su imagen. El corazón se serena y se llena de gozo, de alegría”. 

“Los saludamos desde el santuario nacional de la fe, donde mis hermanos obispos y también los sacerdotes, un grupo de laicos, servidores, hemos querido concelebrar esta misa por las intenciones de todos ustedes, en especial para pedir a nuestra ‘madre gaucha’ su maternal protección para que libre a la familia humana, a la Argentina, de esta prueba que tanto dolor nos causa”, pidió.

En referencia al Evangelio, expresó: “El breve pasaje del Evangelio de San Juan que hemos proclamado, dirige nuestra mente a la pasión y nos invita a revivir un momento decisivo de la historia de la salvación, para venerar junto con el Hijo, exaltado en la cruz, a la Madre que comparte su dolor”.

En ese sentido, detalló: “Es el momento en que se cumple el anuncio de Jesús: ‘Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí’. Y la primera discípula que se dejó atraer fue la Virgen, su Madre”, destacó. “El mismo Espíritu Santo que la cubrió con su sombra en la Anunciación, la sostuvo durante su compasión a los pies de la cruz, donde su corazón traspasado se dilató de tal manera, que su maternidad alcanzó una dimensión universal”, reconoció. "La atrajo el amor crucificado de su Hijo, el mismo que amamantó y había mecido en sus brazos en tiempos de la serena vida de Nazaret. Pero luego, la Madre dolorosa esperaba en silencio la hora en que Jesús iba a pasar de este mundo al Padre”, recordó.

“Durante los últimos momentos de la pasión, cuando Cristo sufría en su carne el peso de todos los pecados del mundo, y a su vez era consolado por la misericordia divina, pudo ver a sus pies la confortadora presencia de su Madre y del joven discípulo al que Jesús amaba. En ese trascendental instante, antes de consumarse la obra que el Padre Dios le había encargado, Jesús se dirige en primer lugar a su Madre, y le señala al discípulo para que lo reciba como a un hijo. Luego se dirige al discípulo: ‘Aquí tienes a tu Madre’, para que la reconozca como propia. Y sin dudar, de tal manera la hizo suya, que desde aquella hora, aquel hijo la recibió en su casa”, relató el purpurado. 

“Con ese testigo anónimo, el evangelista sugiere que cada uno de los peregrinos puede apropiarse ese lugar en la Pasión y poner cada uno su nombre, de varón o mujer, como sucede después de cada peregrinación: también nos llevamos a la Virgen en nuestra mente, en nuestro corazón, y la recibimos alegres en nuestras casas, y le pedimos que comparta nuestras cosas, nuestra vida”, admitió. 

“Su presencia doméstica es la que más le cabe a la madre. Su sola imagen siempre nos remite a su hijo, Jesús, porque todo en ella refleja el Evangelio de su hijo, y lo hace más fácil y entrador”, observó. 

“En clave evangelizadora, el papa Francisco, comentando este pasaje, nos enseña que al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María: Él nos lleva a Ella porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio”. 

“Al Señor no le agrada que falte en su Iglesia el ícono femenino. Ella, que lo engendró con tanta fe, también acompaña al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús”, aseguró. 

“Cuando esta página del Evangelio, en cada misa en honor de la Virgen, se proclama, resuena de un modo especial en este santuario, adquiere un realismo que nos consuela y nos da alegría, porque nos vuelve a recordar aquel feliz diálogo del Calvario, en el que nos adoptó como hijos una Madre amorosa, que nos recibe con una montaña de ternura”. 

“Es aquí donde los peregrinos nos soltamos a llorar de alegría, porque nos encontramos con la que nos anima en el camino. Es aquí donde el cansancio recibe el bálsamo de su mirada maternal, por eso nos gusta tanto mirarla largo rato, y dejarnos mirar por ella. Siempre nos preguntamos: ¿Qué misterioso encanto posee esta pequeña y humilde imagen de la Inmaculada del río Luján? 37 centímetros, pequeñita es la Virgen. Ella sigue atrayendo a su casa a miles de padres cristianos que piden el Bautismo para sus hijos, y así confirman la fe en la acción maternal de María que engendra nuevos hijos para Dios”, destacó. 

“También nos preguntamos: ¿Cómo sabe atraer a tantos hijos e hijas a su magnífico y bello santuario? No queda cerca… Es que la casa de la Madre es la de todos, donde volvemos a sentirnos parte de una sola familia, donde renovamos la fraternidad, la solidaridad y la alegría de sentirnos hijos de un mismo padre Dios, con una mamá tan linda. Es aquí donde muchos jóvenes, chicos y chicas, confían a María su proyecto de vida, hacen sus promesas, piden perdón, y alcanzan las gracias materiales y espirituales para seguir caminando en sus vidas. Ella sabe tocar el corazón sin herirlo y logra en muchas almas verdaderas conversiones que iluminan la vida entera”, sostuvo.

“El primero en percibir su maternal atracción fue el Negro Manuel. Él construyó la ermita y fue su fiel devoto en plena Pampa india durante más de 40 años. Recordémoslo: Como reseña una antigua crónica, su inocente simplicidad era tal, que algunas veces trataba a la santísima Virgen con extremada familiaridad”. 

“Fue él quien observó que algunas noches faltaba de la hornacina, y por la mañana ya la encontraba en ella, pero con el manto y la saya llenos de abrojos y cardillos, polvo, y algún barrito, y en estas ocasiones le decía: ‘Señora mía, que necesidad tenéis vos de salir de casa para remediar cualquier necesidad, siendo como sois, tan poderosa. ¿Y cómo sois tan amiga de los pecadores, que salís en busca de ellos cuando veis que os tratan tan mal?’. No conocemos palabras de la Virgen, porque la Virgen de Luján no habla, pero su atracción es irresistible, y sabe entrar en intimidad con cada peregrino y peregrina que visitan su casa”, reconoció. 

“Ella también sabe devolver la visita, cuando sus devotos desgranan las cuentas del rosario o prenden una vela ante su imagen, para pedir cualquier necesidad. En la peregrinación de la vida, siempre podremos contar con su cercanía, en cualquier circunstancia, por eso, con el lema elegido para este año: ‘Madre, abrázanos, queremos seguir caminando’, ofrecemos en esta misa una sentida acción de gracias a Dios por el don de la vida y por todos los que se han puesto al hombro el cuidado de sus semejantes”. 

“En presencia de María, queremos pedir por los abuelos, que más sufren el aislamiento, por los enfermos, que son los más pobres de los pobres, y también por tantas familias pobres de nuestra Argentina, por los que han perdido el trabajo, por los profesionales y agentes de la salud que están exhaustos y sienten más que nadie el agotamiento de sus fuerzas”, rezó el cardenal. 

“Por los miembros de las fuerzas de seguridad y de todos los que volvieron al trabajo a pesar de los riesgos. Incluye también nuestra oración a todos los migrantes que están lejos de sus afectos y de su patria, y especialmente ponemos ante los ojos de nuestra Madrecita a los que han perdido a sus seres queridos”. 

“Nuestro mensaje de gratitud alcanza a los jóvenes, a tantos jóvenes, que seguramente algunos están lamentándose de no poder hacer esta peregrinación. A los peregrinos, y a todos los que dejando la comodidad y venciendo egoísmos, comparten su tiempo asumiendo muchos servicios humanitarios en este tiempo, mostrando el mejor rostro de la solidaridad desinteresada y generosa. Que la servidora del Señor los acompañe para que su heroísmo tenga la recompensa que sólo Dios sabe dar a sus amigos”, pidió. 

“A todos los que piensan ¿Qué puedo hacer por los demás en la pandemia? Los invitamos a rezar esta oración, que hizo el papa Francisco a la Virgen”, animó: “Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Confiamos en ti, salud de los enfermos, que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que nos diga Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y se ha cargado con nuestros dolores para llevarnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén”.

“Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡Oh Virgen gloriosa y bendita! ¡Amén!”, culminó.

Al finalizar la celebración, el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, guió una oración a la Virgen, “mirándola a ella, pero sobre todo, dejando que ella nos mire. La mirada de la Madre es la mirada de la ternura, que nos abraza y nos da fuerzas para seguir caminando. Los invito a dejarnos mirar en lo profundo de nuestro corazón, por la Madre de Dios, que es nuestra Madre”, animó, rezando un Ave María.

La celebración culminó con vivas a la Virgen y un aplauso del reducido grupo de laicos, sacerdotes, y de los obispos, que con su presencia representaron a todos los prelados de la región.+