Mons. Castagna: "La fe no se impone, se constituye en un llamado"

  • 3 de julio, 2020
  • Corrientes (AICA)
"La verdad no utiliza métodos violentos para imponerse. Se constituye en un llamado y, como tal, emprende el sendero del diálogo y del convencimiento", recordó el arzobispo emérito de Corrientes.

“El Evangelio ofrece una valoración que contradice a la del mundo. Lo menospreciado, según las pautas sociales en vigencia, es elegido por Dios para la ejecución de su obra redentora”, destacó el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna.

En su sugerencia para la homilía dominical, el prelado recordó que “Dios elige y prepara, mediante una eficaz obra de santificación, a los considerados desplazados de los ámbitos selectos de nuestra sociedad”.

“La verdad no utiliza métodos violentos para imponerse. Se constituye en un llamado y, como tal, emprende el sendero del diálogo y del convencimiento. Es la metodología apostólica, coherente con la fe: que adopta un modo propositivo, nunca impositivo”, sostuvo.

Monseñor Castagna lamentó que “algunos círculos cristianos no siempre entendieron así la actividad evangelizadora y, cuando abandonaron el respeto a la libre opción de las personas, violentaron las conciencias y causaron situaciones anómalas en la vivencia de la fe”.

“La humilde sumisión a la Palabra de Dios logra concretar el acto de libertad más constructivo de la persona humana. Es preciso sanar y educar la libertad, para una opción por el bien y un rechazo efectivo del mal”, subrayó, y sugirió leer la carta a los Gálatas, en la que se afirma: “Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud”.

Texto de la sugerencia
1.- La Verdad revelada a los pequeños. El yugo de Cristo es suave, pero pesado sin el auxilio de su gracia. Su secreto está en conocer al Padre Dios y revelarlo a quienes no lo conocen. Conocimiento necesario para la vida de las criaturas racionales. Cristo adopta la extrema pequeñez para conocer y hacer conocer al Padre: “Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. (Mateo 11, 27) La bellísima oración al Padre, que precede a la reciente declaración sobre su identidad divina y filial, constituye una revelación conmovedora: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas  a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Si, Padre, porque así lo has querido”. (Mateo 11, 25-26) Él es el más pequeño, de esos pequeños. Así lo consideraba el P. Huvelin, sabio director espiritual del Beato Carlos de Foucauld: “Jesús ha elegido el último lugar entre los hombres, para recuperarlos del pecado. Quien pretenda ocupar ese último lugar lo encontrará ocupado por Él”. Lo más importante - lo necesario - será revelado únicamente a quienes se decidan por la humildad y pobreza de corazón: los auténticos pequeños.

2.- La fe no se impone. El Evangelio ofrece una valoración que contradice a la del mundo. Lo menospreciado, según las pautas sociales en vigencia, es elegido por Dios para la ejecución de su obra redentora. Así lo entiende y enseña el Apóstol San Pablo: “Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale”. (1 Corintios 1, 27-28) Dios elige y prepara, mediante una eficaz obra de santificación, a los considerados desplazados de los ámbitos selectos de nuestra sociedad. La verdad no utiliza métodos violentos para imponerse. Se constituye en un llamado y, como tal, emprende el sendero del diálogo y del convencimiento. Es la metodología apostólica, coherente con la fe: que adopta un modo propositivo, nunca impositivo. Algunos círculos cristianos no siempre entendieron así la actividad evangelizadora y, cuando abandonaron el respeto a la libre opción de las personas, violentaron las conciencias y causaron situaciones anómalas en la vivencia de la fe. La humilde sumisión a la Palabra de Dios logra concretar el acto de libertad más constructivo de la persona humana. Es preciso sanar y educar la libertad, para una opción por el bien y un rechazo efectivo del mal. Es oportuno releer la Carta a los Gálatas: “Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud”. (5, 1)

3.- Nadie conoce al Padre sino el Hijo. Para llegar al conocimiento de Dios, absolutamente necesario para lograr la verdad y la auténtica felicidad, alguien que lo conozca debe revelarnos quién es. El Hijo de Dios encarnado se constituye en el testigo único y autorizado: “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. (Mateo 11, 27) Existe una Verdad de la que no somos dueños, que nos trasciende y antecede eternamente. Nos crea y, ofreciéndonos su intimidad paterna, nos quiere semejantes a Él: “Y Dios creó al ser humano a su imagen…” (Génesis 1, 27) Muchos hombres y mujeres han perdido esta perspectiva de vida. Por ello deambulan confundidos: “como ovejas sin pastor”. Lo más trágico de esa confusión es el empeño violento e irresponsable por excluir a Dios de toda manifestación personal y social. Algunos pocos se declaran ateos, militantes o indiferentes; una triste mayoría mantiene total prescindencia, como si Dios no existiera. Cristo vino a recordar - a todos - que sí existe Dios; no despreocupado de su creación. Su misión es rehacer la relación con Dios, su Padre y nuestro, en la que consiste la auténtica realización humana.

4.- El poder de la gracia de Cristo. Responder fielmente al proyecto de Dios sobre el hombre, constituye un esfuerzo doloroso, hasta aparentemente destinado al fracaso. Cristo vino a resolver ese enigma, mediante el auxilio de su gracia. San Pablo atribuye a la gracia su personal transformación: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí…”. (1 Corintios 15, 10) Aquel Saulo, devenido en Pablo, puso lo suyo: su libre consentimiento. Existe un compromiso personal intransferible, que el mismo Dios decide respetar, aunque en muchas ocasiones contradiga su divina voluntad. Es preciso educar la libertad, sanada por la gracia de Cristo, de otra manera se la niega y destruye.+