Presos de la virtualidad perdimos el gusto y el sabor de la realidad, lamentó el Papa

  • 7 de mayo, 2019
  • Skopje (Macedonia del Norte)
"Hemos creído que el conformismo saciaría nuestra sed y hemos acabado bebiendo de la indiferencia y la insensibilidad; nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad", lamentó el papa Francisco durante la homilía de la misa que celebró esta mañana ante 15 mil fieles en la Plaza de Macedonia de Skopje,
Después de visitar la Casa Monumento y rezar ante las reliquias de la Madre Teresa, el Santo Padre Francisco se dirigió a la Plaza de Macedonia en el centro de Skopje para celebrar una misa ante unos 15 mil fieles. La comunidad católica del norte de Macedonia reúne dos antiguas tradiciones litúrgicas, la latina de Roma y la oriental de Bizancio. Durante su homilía el pontífice lamentó que "nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación y hemos terminado presos del descrédito, las etiquetas y la descalificación". "Hemos creído que el conformismo saciaría nuestra sed y hemos acabado bebiendo de la indiferencia y la insensibilidad; nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad", lamentó Francisco. Frente a ello, invitó a decir "con fuerza y sin miedo: tenemos hambre, Señor. Tenemos hambre, Señor, del pan de tu Palabra capaz de abrir nuestros encierros y soledades. Tenemos hambre, Señor, de fraternidad para que la indiferencia, el descrédito, la descalificación no llenen nuestras mesas y no tomen el primer puesto en nuestro hogar". "Tenemos hambre, Señor, de encuentros donde tu Palabra sea capaz de elevar la esperanza, despertar la ternura, sensibilizar el corazón abriendo caminos de transformación y conversión. Tenemos hambre, Señor, de experimentar como aquella muchedumbre la multiplicación de tu misericordia, capaz de romper estereotipos y partir y compartir la compasión del Padre hacia toda persona, especialmente hacia aquellos de los que nadie se ocupa, que están olvidados o despreciados". "Digámoslo con fuerza y sin miedo", insistió, "tenemos hambre de pan, Señor, del pan de tu palabra y del pan de la fraternidad". Puso de ejemplo de ello a la Madre Teresa, "que quiso fundamentar su vida sobre dos pilares: Jesús encarnado en la Eucaristía y Jesús encarnado en los pobres. Amor que recibimos, amor que damos. Dos pilares inseparables que marcaron su camino, la pusieron en movimiento buscando saciar su hambre y sed". La Madre Teresa "fue al Señor y en el mismo acto fue hacia su hermano despreciado, no amado, solo y olvidado, fue a su hermano y encontró el rostro del Señor". El Papa finalizó la homilía invitando a animarse "unos a otros a ponernos de pie y a experimentar la abundancia de su amor, dejemos que sacie nuestra hambre y sed en el sacramento del altar y en el sacramento del hermano".