Mons. Puiggari pidió a la Virgen que defienda "la vida y la educación"

  • 8 de octubre, 2018
  • Paraná (Entre Ríos) (AICA)
La comunidad arquidiocesana de Paraná celebró este 7 de octubre a su patrona, Nuestra Señora del Rosario. La misa central estuvo presidida por el arzobispo, monseñor Juan Alberto Puiggari, que en su homilía, recordó la presencia histórica de la Virgen como fundadora y patrona de la ciudad entrerriana.
Con una misa presidida por el arzobispo de Paraná, monseñor Juan Alberto Puiggari, la comunidad arquidiocesana celebró este 7 de octubre a Nuestra Señora del Rosario, patrona y fundadora de la capital entrerriana. En su homilía, monseñor Puiggari retomó dos aspectos de la Virgen que el papa Francisco señala en su exhortación Evangelii gaudium: "Acompaña a sus hijos en el caminar como pueblo y comparte su historia, formando parte de su identidad". En ese sentido, destacó esas dos dimensiones de la Madre, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, en la historia del pueblo de Dios paranaense. "Desde el comienzo de su historia, el primer grupo de pobladores se nuclea en torno de una humilde capilla dedicada a esta advocación y ubicada en un lugar llamado ?Baxada del Paraná?, a orillas del río. En 1730 se crea allí una parroquia. El amor a la Virgen es el lazo de unidad y factor de progreso", recordó. "Por eso con gratitud y justicia la reconocemos como fundadora y Patrona de nuestra ciudad", reconoció. "No podemos olvidar la importancia de su presencia en nuestra historia. Ella fue el elemento aglutinante y de poderosa presencia, que con su fina maternidad cobijó a sus hijos en su crecimiento. Junto a ella nació Paraná; por eso nació cristiana, hija de Dios. Es el alma viviente de nuestro pueblo. De los brotes de su estirpe surgieron hombres y mujeres de vigor audaz y de temple heroico quienes dijeron sí a Dios y con Él a las exigencias de los hombres y del tiempo; santidad oculta, silenciosa que fue entretejiendo nuestra historia", expresó. Recordando la historia más cercana, el prelado destacó que "ante su venerada imagen rezó un santo, el querido San Juan Pablo II, el 9 de abril de 1987 , el cual nos animaba a comprometernos en una nueva evangelización, tarea que con esfuerzo estamos intentando realizar con la implementación de las conclusiones del III Sínodo Arquidiocesano, con el deseo de que nuestras parroquias tengan un renovado impulso misionero, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida al servicio de una vida plena para todos", afirmó. Con sentimientos "de gratitud, de devoción filial y de amor inmenso a Nuestra Madre, la Santísima Virgen del Rosario", el prelado dio gracias, en primer lugar "a Dios, fuente de toda bendición y a María, por su protección maternal a lo largo de nuestra historia, a la vez que le pedimos por todas nuestras necesidades materiales y espirituales de nuestro pueblo". "A lo largo de todo el año, nuestra pastoral ha estado marcada por dos temas, que nos han hecho vivir en sintonía con las preocupaciones del Santo Padre Francisco: Vocación y Santidad", detalló el arzobispo. En ese sentido, y destacando la aceptación de María a los planes de Dios, expresó: "Hermanos, el Señor tiene para cada uno de nosotros un plan. A todos, sin excluir a nadie, Dios los llamó a la vida (vocación), les dio este don magnífico para cumplir una misión determinada para la gloria de Dios, para la redención en Jesucristo y para la construcción de este mundo". "Que nadie crea que su vida no vale, que no tiene sentido, que no puede aportar nada. La vida del niño por nacer, la vida de los ancianitos, de los enfermos, de los excluidos por la sociedad, de todos, sin excepción de nadie, es un don de Dios y está llamado a cumplir una misión, todas necesarias", sostuvo, y animó a "pedirle a la Virgen que nos ayude, como ella, a decirle siempre ?sí? a Dios, a sus planes, no a los nuestros, tantas veces marcados por el egoísmo, la pereza y la indiferencia. Tenemos que sentirnos llamados, y como María, cada día decirle ?Fiat? e involucrarnos en la evangelización y en la construcción de la sociedad", animó. Monseñor Puiggari recordó además, teniendo en cuenta la última exhortación del Santo Padre, ?Gaudete et exsultate?, que "todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. ¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales", animó. "En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer hacia la santidad. El Señor la ha llenado de dones con la Palabra, los sacramentos, los santuarios, la vida de las comunidades, el testimonio de sus santos", añadió. El prelado llamó a la comunidad a rezar por los sacerdotes, "para que seamos santos, como nos quiere Él, que nos eligió, y recen por el aumento de las vocaciones sacerdotales y consagradas. Pidamos con confianza y sin cansarnos por María: para que el Señor envíe servidores para tu pueblo", rezó. Finalmente, llamó a "contemplar a María", porque ella "vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús", y aseguró que "conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica". Para entrar en la "corriente de santidad personal y comunitaria y en este momento difícil de la Iglesia, como nos lo ha pedido el Papa", el prelado invitó a que "no abandonemos, o bien retomemos el rezo del santo rosario, para que, en la Escuela de María, aprendamos a ser discípulos-misioneros de Jesús", porque "no hay santidad sin oración". "Madre querida: cuida a tus hijos, te pedimos hoy especialmente por los que más sufren como consecuencia de las dificultades del momento. Te pedimos que defiendas toda vida y la educación de nuestros niños y jóvenes. Despierta en Nuestra Iglesia un deseo de renovación, misión y santidad que nos permita restaurar todo en Cristo para gloria de Dios y el bien de cada uno de nuestros hermanos", concluyó.+ » Texto completo de la homilía