Mons. Castagna: "Acción evangelizadora incansable"

  • 15 de mayo, 2020
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna, recordó que es responsabilidad de los cristianos restablecer la conciencia de la presencia de Cristo Resucitado.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “es responsabilidad de los cristianos restablecer -o establecer- la conciencia de esa presencia, por acción del mismo Señor Resucitado y el ministerio que la Iglesia ha heredado de los Apóstoles”.

“La lucha está entablada, a veces espectacular, otras veces sorda. Cristo ha inclinado la balanza en favor de Dios -o del auténtico bien del hombre- y se ha constituido en revelación de la Verdad, al vencer definitivamente al pecado y a la muerte”, aseguró en su sugerencia para la homilía dominical.

El prelado destacó que “lo sigue haciendo mediante el ministerio de la Iglesia, que Él mismo ha creado, y que supondrá el despertar de la fe en sus actuales destinatarios”.

“Trabajosa tarea, obstaculizada por un sinnúmero de dificultades. No nos es posible convertir nuestra vida apostólica en un ‘año sabático’ que congele los mejores esfuerzos misioneros. Un alto para reimpulsar la tarea evangelizadora es comprensible, hasta elogiable. Pero que no constituya un freno irresponsable y mortal”, consideró.

Texto de la sugerencia

1.- La práctica de la Verdad. Las palabras de Jesús, que Juan consigna con especial precisión, desbordan nuestra capacidad intelectual. Decíamos, en versículos precedentes, que llegamos a la Verdad cuando la poseemos amorosamente. No es así como lo entienden “los sabios y prudentes de este mundo” (Mateo 11, 25). La evidencia se produce cuando intentamos acomodar la Palabra de Dios al frágil lenguaje de los intelectuales de moda. La simplicidad del Evangelio ofrece un marco adecuado a las enseñanzas del Divino Maestro. En ese lenguaje predomina la práctica de la verdad, más que su formulación. El amor es práctica de la verdad o no es amor. ¡Qué bien lo expresa el texto que hemos proclamado!: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él” (Juan 14, 21). Por el amor a Cristo - que es cumplimiento de sus mandamientos - se automanifiesta el Verbo como Verdad. Es así que el discípulo obediente aprende la Verdad y es urgido a vivir en ella, en medio de las tentaciones que cierta mundanidad propone a la ingenuidad de los modernos Adanes y Evas.

2.- La oposición del “credo anticristiano”. Los mandamientos, a los que se refiere Jesús, son la expresión de la voluntad del Padre y, por ello, se constituyen en la verdad que necesitamos practicar todos para ser personalmente auténticos. La autenticidad se logra cuando nuestro comportamiento responde fielmente a los mandamientos divinos. No así lo entiende el “credo anticristiano” - en la calificación del Papa emérito Benedicto XVI - en su referencia a la “dictadura de las ideologías”, de aparentes enfoques humanistas. Hoy la Iglesia, en su relación con el mundo, está urgida por el Espíritu, a retomar el camino del Evangelio. Su mensaje incluye, para su integridad y eficacia, que sea acompañado - como Palabra - por el testimonio de santidad de los cristianos. La coherencia entre la fe y la vida hace rabiar al fariseísmo contemporáneo. E inspira, en algunos minúsculos y muy activos grupos de choque, golpes bajos, calumnias y persecuciones contra quienes sostienen la doctrina católica. Más que nunca, en estos críticos momentos, los cristianos están desafiados a recurrir a los medios de santificación - que posee la Iglesia - para fortalecer la fe y llevar la caridad a su más alto nivel. Su capacidad para la lucha cotidiana y pacífica que le demanda la “dictadura de las ideologías”, recibe de la gracia sacramental - Penitencia y Eucaristía - el alimento nutritivo que necesita.

3.- El Espíritu de la Verdad. Es digna de especial mención la importancia que Cristo otorga a la acción del Espíritu Santo. Dios mantiene su exclusiva autoría en la empresa de salvar a la humanidad: el perdón del pecado y la justificación. Cristo promete y envía el Espíritu Santo para que lleve a término la obra que el Padre le ha encomendado. Es preciso que la misma sea ejecutada hoy, entre las vicisitudes de una historia tironeada por dos antagonistas irreconciliables: Dios y el Demonio. Vale decir: la gracia y el pecado, la verdad y el error, el bien y el mal. El texto hoy celebrado, se interpreta a sí mismo: “Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes”. (Juan 14, 16-17) ¡El Espíritu de la Verdad! Necesaria su animación para no desorientarnos en el compromiso por construir la vida social y sus contenidos culturales. El Espíritu Santo es el inspirador de la Verdad que los protagonistas de nuestra actual historia necesitan para no cometer los errores ya cometidos. Pero su mayoría no lo conoce, ni quiere conocerlo: “porque no lo ve ni lo conoce” (ibídem 14, 17). Es responsabilidad de los cristianos restablecer - o establecer - la conciencia de esa presencia, por acción del mismo Señor Resucitado y el ministerio que la Iglesia ha heredado de los Apóstoles.

4.- Incansable acción evangelizadora. La lucha está entablada, a veces espectacular, otras veces sorda. Cristo ha inclinado la balanza en favor de Dios - o del auténtico bien del hombre - y se ha constituido en revelación de la Verdad, al vencer definitivamente al pecado y a la muerte. Lo sigue haciendo mediante el ministerio de la Iglesia, que Él mismo ha creado, y que supondrá el despertar de la fe en sus actuales destinatarios. Trabajosa tarea, obstaculizada por un sinnúmero de dificultades. No nos es posible convertir nuestra vida apostólica en un “año sabático” que congele los mejores esfuerzos misioneros. Un alto para reimpulsar la tarea evangelizadora es comprensible, hasta elogiable. Pero, que no constituya un freno irresponsable y mortal. Quienes quieren silenciar a los evangelizadores intentan adormecerlos hasta provocar su muerte por inanición. Jesús no cede a la tentación del descanso recreativo. Su estilo rehuye detenerse en una comarca, al concluir en ella su misión. Siempre está dispuesto a recorrer otras: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado” (Lucas 4, 43) Así debe comportarse su Iglesia en la actualidad: “en salida” (Papa Francisco).+