Jesús vino a restaurar la ley antigua y a completarla

  • 8 de marzo, 2018
  • Puerto Iguazú (Misiones) (AICA)
El obispo de Puerto Iguazú, Mons. Marcelo Martorell, envió a su comunidad diocesana unas reflexiones sobre las lecturas bíblicas correspondientes al III domingo de Cuaresma, en las que entre otras, el evangelista San Juan narra la escena de la expulsión de los mercaderes del templo.
El obispo de Puerto Iguazú, en la provincia de Misiones, monseñor Marcelo Raúl Martorell, envió a su comunidad diocesana unas reflexiones sobre las lecturas bíblicas correspondientes al III domingo de Cuaresma, en las que entre otras, el evangelista San Juan narra la escena de la expulsión de los mercaderes del templo. "El signo más grande en la historia del amor misericordioso de Dios -dice el prelado en su comentario-, es Jesús que viene a restaurar la Ley antigua y a completarla, sobre todo en el sentido del amor y de la interioridad de la Ley, despojándola de muchos preceptos que oscurecían su fundamento. La escena de la expulsión de los mercaderes del Templo, en el evangelio de San Juan, nos muestra cómo Jesús purifica el templo liberándolo de los que profanaban su verdadero sentido: lugar de pureza, oración y comunión con el Señor." "Próximos a la Pascua -señala monseñor Martorell-, la Iglesia nos invita a purificar el templo de nuestro corazón, para elevar desde éste un culto puro y agradable, pues allí mora Dios y nosotros podemos ensuciarlo y contaminarlo e incluso venderlo a los que lo profanan y ocultan la presencia del Dios amor. Es muy fácil profanar el templo de nuestro corazón y de nuestra alma, es muy fácil ensuciar el cuerpo que Dios hizo para Él, Templo del Espíritu Santo. Jesús cuando dice: "destruid este templo y en tres días lo reconstruiré" aludía al templo infinitamente digno: el templo de su cuerpo. Esto escandalizó a los judíos que habían tardado años en construir el templo y los discípulos lo entendieron más tarde, sólo después de la muerte y la resurrección del Señor". "Mediante su misterio pascual, Jesús sustituyó el Templo de la Antigua Alianza, por el templo de su cuerpo, templo vivo y maravilloso de la Trinidad de Dios. Jesús sustituyó definitivamente a todo lo que se hacía en el antiguo templo de Jerusalén: sacrificios de bueyes, ovejas y palomas. Así el centro de la Nueva Alianza ya no es un templo de piedra, en donde se mezclan lo espiritual con lo material y profano, que Jesús repudia. El Templo de la Nueva Alianza, es Cristo Crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los griegos, pero sin embargo para ambos, un llamado a la fe, la fuerza y la sabiduría de Dios. Es el Templo del infinito amor de Dios que se nos da a nosotros, también templos de Dios, como alimento no perecedero en la Eucaristía, purificándonos de toda impureza y haciendo de nuestro corazón, un templo agradable a Dios", concluyó.+