El Papa reza por los que están sin techo para que la sociedad y la Iglesia los acojan

  • 31 de marzo, 2020
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
El papa Francisco introdujo la misa matutina celebrada hoy en la capilla de la Casa Santa Marta con una oración para quienes están sin techo y para que la sociedad y la Iglesia los acojan.

El papa Francisco comenzó la misa matutina celebrada hoy en la capilla de la Casa Santa Marta con una oración por quienes están sin techo y para que la sociedad y la Iglesia los acojan.

“Oremos hoy -dijo- por los que no tienen hogar, en este momento en el que se nos pide que estemos en casa. Para que la sociedad de hombres y mujeres pueda tomar conciencia de esta realidad y ayudar, y para que la Iglesia los acoja”.

En su homilía, comentando las lecturas de hoy tomadas del Libro de los Números y del Evangelio de Juan, el papa Francisco recuerda que Jesús se hizo pecado para salvarnos. Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí: en la cruz no finge sufrir y morir.

“La serpiente -dijo- no es ciertamente un animal simpático: siempre se asocia con el mal. Incluso en la revelación, la serpiente es el animal que usa el diablo para inducir al pecado. En el Apocalipsis se llama, al diablo, la antigua serpiente, la que desde el principio muerde, envenena, destruye, mata. Por eso no puede salir. Si quieres salir como alguien que propone cosas bellas, éstas son fantasía: las creemos y así pecamos”.




“Esto es lo que le pasó al pueblo de Israel: no pudieron soportar el viaje. Estaban cansados. Y el pueblo habló contra Dios y contra Moisés. Siempre es la misma música, ¿no? “¿Por qué nos sacaste de Egipto? ¿Para hacernos morir en este desierto? Porque aquí no hay pan ni agua y estamos hartos de este alimento ligero, el maná”. Y la imaginación –lo hemos leído días pasados– siempre va a Egipto: “Pero, allí estábamos bien, comíamos bien”. Y también, parece que el Señor no podía soportar a la gente en este momento. Se enojó: la ira de Dios se ve a veces. Y entonces el Señor envió entre el pueblo serpientes que mordían y causaban la muerte de la gente. “Un gran número de israelitas murieron.”

La serpiente es la imagen del mal: el pueblo ve en la serpiente el pecado, la que ha hecho el mal. Y se acerca a Moisés y le dice: “Hemos pecado porque hemos hablado contra el Señor y contra ti. Suplica al Señor que nos quite estas serpientes”. Se arrepiente. Esta es la historia en el desierto. Moisés oró por el pueblo y el Señor le dijo a Moisés: “Haz una serpiente y ponla en un mástil de metal. El que sea mordido y la mire, seguirá en vida”.

“A mí -prosiguió Francisco- me hace pensar: ¿pero no es esto idolatría? Ahí está la serpiente, ahí, un ídolo, que me da salud... No se entiende. Lógicamente, no se entiende, porque esto es una profecía, es un anuncio de lo que va a pasar. Porque también hemos escuchado como una profecía cercana, en el Evangelio: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces sabrán que Yo soy y que no hago nada por mí mismo”. Jesús levantado en la cruz. Moisés hace una serpiente y la levanta. Jesús será levantado, como la serpiente, para dar la salvación”.

“Pero el núcleo de la profecía es precisamente que Jesús se hizo pecado por nosotros. No pecó: se hizo pecado. Como dice San Pedro en su carta: “Llevó nuestros pecados sobre sí mismo”. Y cuando miramos al crucificado, pensamos en el Señor que sufre: todo eso es verdad. Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa verdad: en este momento, Tú pareces el mayor pecador, Tú te hiciste pecado. Tomó sobre sí mismo todos nuestros pecados, se aniquiló a sí mismo hasta ahora. La cruz, es verdad, es un tormento, está la venganza de los doctores de la Ley, de los que no querían a Jesús: todo esto es verdad. Pero la verdad que viene de Dios es que Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo hasta el punto de convertirse en pecado. Todo pecado. Nuestros pecados están ahí”.

“Debemos acostumbrarnos a mirar el crucifijo bajo esta luz, que es la verdadera, la luz de la redención. En Jesús hecho pecado vemos la derrota total de Cristo. No finge morir, no finge sufrir, solo, abandonado. “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Una serpiente: Yo soy levantado como una serpiente, como lo que es todo pecado. No es fácil entender esto y, si pensamos, nunca llegaremos a una conclusión. Sólo, contemplar, rezar y dar gracias”.

Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitando a realizar la comunión espiritual.