El Orden de Vírgenes en la diócesis de Avellaneda-Lanús

  • 21 de octubre, 2016
  • Avellaneda (Buenos Aires) (AICA)
La diócesis de Avellaneda-Lanús anunció la instauración de el Orden de Vírgenes y la consagración de Silvia Elisabet Torres de manos del obispo diocesano, Mons. Rubén Oscar Frassia, el sábado 22 de octubre, día de San Juan Pablo II, a las 10, en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción (San Martín 705, Avellaneda) en el marco del Año Santo de la Misericordia.
La diócesis de Avellaneda-Lanús anunció la instauración de el Orden de Vírgenes y la consagración de Silvia Elisabet Torres de manos del obispo diocesano, monseñor Rubén Oscar Frassia, el sábado 22 de octubre, día de San Juan Pablo II, a las 10, en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción (San Martín 705, Avellaneda) en el marco del Año Santo de la Misericordia. Un poco de historia El rito de la consagración de vírgenes se encuentra entre los más preciosos tesoros de la liturgia romana. Jesucristo dejó en herencia a su Esposa la sagrada virginidad, don particularmente sublime. De aquí que en los tiempos apostólicos, las vírgenes consagraban a Dios su castidad adornando el cuerpo místico de Cristo y enriqueciéndolo con admirable fecundidad. Por eso la Iglesia, Madre solícita, desde los primeros siglos ?como atestiguan los santos Padres- confirmaba el piadoso propósito de las vírgenes mediante una solemne oración de consagración. El Concilio Vaticano II dispuso que fuera revisado el rito de la consagración de vírgenes. Cumplido este mandato, el papa Pablo VI aprobó y mandó que fuese publicado el nuevo rito de consagración de las Vírgenes que entró en vigor en la Iglesia universal en enero de 1971. El Orden de las Vírgenes constituye una forma de vida consagrada. Las mujeres que pertenecen a este Orden se caracterizan por ser aceptadas por su obispo diocesano y estar plenamente configuradas, mediante la consagración, a Cristo y a María, especialmente en el misterio de su integridad virginal. En virtud de ello, asumen los consejos evangélicos de castidad perfecta, obediencia y pobreza en su propio estado de vida, viviéndolos inmersas en el mundo, en plena comunión con el obispo diocesano. Las vírgenes que, formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, son consagradas a Dios por el obispo, celebran desposorios místicos con Jesucristo, hijo de Dios, y se entregan al servicio de la Iglesia.+