La decadencia moral, causa de la ruina social y política

  • 28 de septiembre, 2016
  • Puerto Iguazú (Misiones) (AICA)
El obispo de Puerto Iguazú, Mons. Marcelo Martorell, ofreció a la comunidad diocesana un mensaje que, como lo hace semanalmente, está basado en las lecturas que el año litúrgico señala para cada domingo del año. La liturgia de la Palabra en las tres lecturas del domingo 25 de septiembre, un texto del Profeta Amós, una carta de San Pablo a su discípulo Timoteo y un pasaje del Evangelio de San Lucas sobre el rico Epulón y el pobre Lázaro constituyen, según señala monseñor Martorell, "una exhortación a considerar las tremendas consecuencias de una vida relajada y frívola.
El obispo de Puerto Iguazú, en la provincia de Misiones, monseñor Marcelo Raúl Martorell, ofreció a la comunidad diocesana un mensaje que, como lo hace semanalmente, está basado en las lecturas que el año litúrgico señala para cada domingo del año. La liturgia de la Palabra en las tres lecturas del domingo 25 de septiembre, un texto del Profeta Amós, una carta de San Pablo a su discípulo Timoteo y un pasaje del Evangelio de San Lucas sobre el rico Epulón y el pobre Lázaro constituyen, según señala monseñor Martorell, "una exhortación a considerar las tremendas consecuencias de una vida relajada y frívola. La vida disipada lleva a la ruina del país El pastor de Puerto Iguazú se detiene en los duros reproches que el Profeta Amós dirige "a los ricos que se entregan a la comodidad y al lujo y que sólo se preocupan por sacarle a la vida todo el jugo que ésta pueda ofrecer. Los describe ociosos y acomodados en sus divanes -bebiendo y cantando- sin preocuparse por el país que va a la ruina. Entonces Amós les profetiza: ?Por eso irán al destierro a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos?. Esta profecía -explica el prelado- se cumplió treinta años después sobre el pueblo de Israel y se constituyó en una de las muchas lecciones históricas sobre la ruina social y política que causa la decadencia moral. La actual civilización del bienestar y del consumismo no parece haberlo comprendido. Mirando con más profundidad, esta lectura encierra una reflexión más importante: la vida encerrada en los estrechos horizontes de los placeres terrenos es de por sí negación de la fe, es impiedad y ateísmo práctico con el consiguiente desinterés por las necesidades del prójimo y el bien común. En pocas palabras: es el camino para la ruina en el tiempo y en la eternidad". La codicia, raíz de todos los males Monseñor Martorell continúa su mensaje comentando la carta de San Pablo a Timoteo en la que el Apóstol de las Gentes "rechaza la búsqueda desordenada de los bienes terrenos y dice que la codicia es la raíz de todo los males", y exhorta a su discípulo: "Tú, siervo de Dios, en cambio, huye de todo esto, practica la religión, la justicia, la fe y el amor". "El cristiano -aconseja el obispo- debe cuidarse muchísimo de toda forma de codicia, ya que esto escandaliza mucho a la gente sencilla e incluso a los mismos mundanos. El cristiano fiel está llamado a combatir ?el buen combate de la fe? no solamente para sí sino también para sus hermanos y el sacerdote está llamado a administrar y guardar no los bienes temporales sino los eternos y transmitir sin alterar el patrimonio de la fe y del Evangelio". "La posesión de los bienes temporales -aclara el obispo de Puerto Iguazú- no está reñida con la fe y con la práctica del Evangelio siempre que estén al servicio de los más necesitados y del prójimo en general. Estos bienes temporales son útiles para construir un mundo mejor en donde la inequidad sea destruida por la justicia que con estos bienes se pueda realizar. Hoy vemos muchos pobres y muchos ricos, separados por una brecha de desigualdad que genera distintos tipos de exclusiones. La riqueza debe construirse por medio del trabajo y de los dones que Dios ha dado a cada uno. En el mundo de hoy falta el trabajo y la cultura del trabajo. Muchas veces se especula con la dádiva y con toda clase de limosna para no tener que trabajar. También hay que decir que cuando hay trabajo éste debe ser bien remunerado, de modo que quien trabaja pueda acceder a una vida mejor y así poder crecer y progresar. El rico debe preocuparse por ser creador de fuentes de trabajo convirtiéndose así en constructor de una sociedad más justa y equitativa sirviendo de ese modo a Dios y al prójimo". Con frecuencia, las riquezas alejan de Dios Al comentar la parábola que contrapone al rico Epulón con el pobre Lázaro, monseñor Martorell señala que "aparentemente este hombre rico no parece tener más pecado que su excesivo apego a las riquezas, al lujo y a la buena mesa. Pero examinando más hondo se descubre el absoluto desinterés por Dios y por el prójimo. Todas sus preocupaciones parecen estar en banquetear cada día totalmente despreocupado del pobre Lázaro que desfallece a su puerta. Este Lázaro parece uno de esos pobres que tienen puesta su esperanza con resignación en Dios. Por eso cuando les sobrevino a ambos la muerte ?a Lázaro los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán, mientras el rico se hundió en los tormentos?. "En el diálogo que sigue entre el rico y el padre Abrahán -dice el obispo- se subraya el inexorable destino eterno que corresponde a la voluntaria toma de posición del hombre en la tierra. El que creyó en Dios y confió en Él tendrá un lugar en el Reino. El que se dio al placer comportándose como si Dios no existiese, quedará eternamente separado de Él. Aquí se ve que la pobreza y el sufrimiento son medios de los que se sirve Dios para que quien los sufre busque bienes mejores y ponga su esperanza en Él. La prosperidad y las riquezas, con frecuencia, hacen al hombre presuntuoso y menospreciador de Dios y de los bienes eternos y por eso se constituyen en tiranos lazos que sofocan todo anhelo por las realidades más altas".+ Texto completo de la homilía