Mons. Aguer llamó a difundir la devoción a la Beata María Ludovica

  • 26 de febrero, 2016
  • La Plata (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, llamó a difundir la devoción a la Beata María Ludovica, fundadora de las Hijas de la Misericordia y con un extenso servicio en el Hospital de Niños platense que hoy lleva su nombre, y advirtió sobre los males que sufren niños y adolescentes. "Ludovica habrá tenido que vérselas con todos esos perjuicios, sin embargo, me atrevo a pensar que hoy día es peor. Por lo menos en aquellos años suyos no era común en las familias la descomposición que causa tales orfandades, como se pueden comprobar a diario, y el acceso, tan común, de tantos preadolescentes a las drogas", sostuvo.
Al presidir en la catedral la misa en memoria de la Beata María Ludovica de Ángelis, el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, advirtió sobre "las llagas que afligen a los niños y adolescentes de hoy, males del cuerpo y del alma. Ludovica habrá tenido que vérselas con todos esos perjuicios, sin embargo, me atrevo a pensar que hoy día es peor". "Por lo menos -para decirlo rápidamente- en aquellos años suyos no era común en las familias la descomposición que causa tales orfandades, como se pueden comprobar a diario, y el acceso, tan común, de tantos preadolescentes a las drogas", sostuvo. Al dirigirse a las Hijas de la Misericordia, que continúan en el Hospital de Niños Sor María Ludovica, y al personal del centro asistencial, el prelado subrayó que "no se me oculta que ustedes, queridos amigos, tienen que soportar protestas injustificadas, atropellos, violencia. Que la viejita Ludovica los ayude a afrontar todo eso con paciencia e ingenio". "Como es archisabido y sufrido, los servicios de salud, especialmente para los pobres, dejan mucho que desear en la Argentina de hoy. Sin embargo, estamos muy lejos de lo que ocurría en la Francia oficialmente republicana, democrática, masónica y anticatólica de comienzos del siglo XX", aseguró. Tras recordar que "Leon Bloy, ese escritor genial y profeta furibundo, publicó en 1909 un libro tremendo llamado La sangre del pobre", citó una frase: "¿Han visto alguna vez a los niños que acuden a la Asistencia pública, sentados en doble o cuádruple hilera de bancos, en una sala alargada y lúgubre, esperando no sé qué, pobres abandonados? Caen allí a docenas, según las épocas y los días. Tienen de tres a cinco años, y están llorando... Es uno de los espectáculos más terribles y conmovedores que existen en el mundo". "La dedicatoria del libro va dirigida a su hija Verónica, y es emocionante. Le dice: ´Al leerlo, te acordarás de la multitud infinita de corazones que sufren, de esos hijos de Dios que se ven atropellados, sin voz para quejarse´. Reconoce Bloy que su grito a favor de ellos es una especie de Miserere. Bien cuaresmal la cita, y bien propia del Año Jubilar que estamos viviendo", agregó. Monseñor Aguer reconoció que "el sufrimiento de los niños es siempre impresionante. El primer empeño pastoral que se encomienda a los seminaristas platenses es, precisamente, la asistencia al Hospital. Todos esos jóvenes manifiestan espontáneamente que son ellos quienes reciben los mejores frutos: de comprensión de la realidad humana y del espíritu del Evangelio. Reciben, además, de los niños, una cuota de alegría. Es admirable, así puede ocurrirle asimismo a cuantos se acerquen; las Hermanas saben discernir, recibir las colaboraciones necesarias y orientarlas". Destacó, asimismo, que "para la ciudad de La Plata, y para nuestra arquidiócesis, el Hospital de Niños es un lugar importante, emblemático; representa simbólicamente el sufrimiento más conmovedor, el deber primero de asistencia de una sociedad que mira hacia el futuro, y la predilección de Jesús. Quiero pedirles a todos, queridos hermanos, que difundamos la devoción a la Beata Ludovica". "Su capillita en esta catedral -afirmó-, en la que guardamos afectuosamente sus reliquias, tiene que ser una meta de peregrinaciones. Todos conocemos, por lo menos cada tanto, algún caso grave, gravísimo, de un chico enfermo para el cual, al parecer, la medicina ya nada puede hacer. Los médicos, con su objetividad característica, saben cuándo se presenta esa dolorosa circunstancia, y aunque no sean creyentes pueden quizá pensar y decirle a la familia ´queda un posible recurso; si usted tiene fe, vaya a la Catedral y récele a la beata Ludovica... a lo mejor...´. Todos esperamos el milagro que obre el Señor por intercesión de nuestra intercesora, a la cual indebidamente estoy convirtiendo en especialista pediátrica. Lo esperamos para poder llamarla, en adelante, Santa". Por último, monseñor Aguer aseguró que "entre tanto disfrutemos de la alegría de tenerla espiritualmente con nosotros y no dudemos de todo el bien que sigue haciendo desde el cielo. Como era su estilo en la tierra, donde no se hacía notar salvo que fuera necesario para sus niños; intercede siempre discretamente por nosotros. Yo le encomiendo con frecuencia la ciudad y la arquidiócesis; y me encomiendo a mí mismo con un beso a su reliquia, que tengo siempre cerca".+