No le permitieron celebrar misa en Navidad al cardenal Pell

  • 26 de diciembre, 2019
  • Victoria (Australia) (AICA)

Mientras espera que la Corte Suprema de Australia estudie su apelación para defender su inocencia tras dos sentencias condenatorias, el cardenal George Pell pasó la Navidad en prisión, en un estricto régimen de confinamiento solitario. Según fuentes reservadas citadas por el informativo National Catholic Register, el purpurado padece severas restricciones que incluyen la imposibilidad de celebrar la Eucaristía en prisión.

En un informe del vaticanista Edward Pentin, la prisión de evaluación de Melbourne prohibió que el Cardenal celebre la Eucaristía y no existe información concreta sobre si tiene acceso frecuente a la Sagrada Comunión. Es posible que el purpurado haya podido comulgar, "pero no necesariamente los domingos", según un informante anónimo.

La misma fuente aseguró que con la excusa de que el cardenal Pell sería "una figura muy odiada" a causa de su condena por supuestos abusos, no existe la posibilidad de que le permitan celebrar la misa.

Según otra fuente, el Cardenal habría recibido un "gran apoyo" en medio de su cautiverio por parte de una religiosa y una fuente adicional afirmó que "su celda es pequeña y solo le permiten cinco libros".

Según informes de prensa, el purpurado debe permanecer 23 horas al día en un confinamiento con el máximo aislamiento, donde sólo puede recibir un visitante oficial a la semana, y las autoridades carcelarias aducen que para evitar que sea víctima de un supuesto ataque, no se le permite tener contacto con otros presos.

Las condiciones de cautiverio del Cardenal, a quien la Santa Sede preservó el reconocimiento de su dignidad cardenalicia en respeto a la presunción de inocencia, mientras su última apelación es estudiada por parte de la Corte Suprema de Australia y se realiza posteriormente una investigación eclesiástica, son particularmente penosas y casi crueles ante un amplio sector de la opinión católica que considera infundadas las acusaciones contra el purpurado. La condena proferida ha sido calificada como un acto de persecución religiosa o incluso como "el error de justicia más atroz en Australia", según afirmó un comentarista en el periódico neozelandés The BDF.

Numerosos testigos y allegados reiteraron su opinión de que las acusaciones proferidas contra el Cardenal son imposibles desde una perspectiva práctica y el caso completo ha sido cuestionado por estar basado en un único testimonio que incluso exhibió contradicciones. Sin embargo, el jurado del primer juicio y dos de los jueces de la Corte de Apelaciones decidieron dar crédito a este testimonio y negaron al purpurado el beneficio de la duda razonable, criterio usual para determinar la inocencia de un acusado en la legislación australiana.+