Mons. Martorell explica el sentido del Bautismo del Señor

  • 16 de enero, 2015
  • Puerto Iguazú (Misiones) (AICA)
El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Raúl Martorell, compartió una reflexión en torno a la fiesta del Bautismo del Señor en la que explicó que la liturgia expone que hay una epifanía o "manifestación" que confirma la divinidad de Jesús.
El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Raúl Martorell, compartió una reflexión en torno a la fiesta del Bautismo del Señor en la que explicó que la liturgia expone que hay una epifanía o "manifestación" que confirma la divinidad de Jesús. El obispo explicó que, en el día del bautismo, se cumplió la profecía de Isaías acerca del "Siervo del Señor" en la que se anuncia: "Este es mi servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi Espíritu sobre él para que lleve la salvación a las naciones". Monseñor Martorell explicó que, si bien Jesús no tiene necesidad del bautismo, éste insiste porque quiere cumplir con la voluntad del Padre. "Ante este gesto tan humilde de Jesús, que lo coloca no sólo al nivel de todos, sino también al nivel de los pecadores, sin tener ni mácula de pecado, el Padre Celestial revela al mundo su dignidad de Mesías, descendiendo sobre Él el Espíritu Santo en forma visible", explicó el prelado. "Así también -de forma distinta, pero semejante- sucede con los hombres cuando recibimos en nuestras vidas el bautismo: somos ungidos por el Espíritu Santo haciéndonos nacer a la Vida de Cristo, renovándose en todo nuestra vida, somos limpiados de todo pecado y nacidos a una vida nueva en todo nuestro ser", detalló el obispo. "Cuando comenzamos a vivir y crecer -agregó-, viene el Espíritu Santo en otro sacramento, el de la Confirmación, confirmando nuestra fe en Jesucristo y la Iglesia, para que podamos proclamar que Jesucristo es el Señor de la vida y de la historia, en respuesta a las angustias de nuestro tiempo y anunciarlo a todos los hermanos. Desde entonces toda nuestra vida se desarrollará bajo la fuerza del Espíritu Santo". "Para poder vivir esto tenemos una sola condición: la humildad, virtud que nos lleva a ponernos frente al Señor y, guiados por la gracia, abrirle el corazón y dejarnos guiar por el Espíritu Santo, que nos hace llamar a Dios Padre y a Jesús el Señor, nuestro hermano y nuestro amigo. Es necesaria la humildad para dejarse impregnar por él y sus sentimientos, siendo la única forma en que encontremos nuestra felicidad en la tierra y nos constituyamos para todos en constructores del bien común, de la fraternidad , del amor, de la justicia y de la paz", concluyó monseñor Martorell.+ Texto completo de la homilía