Misa de acción de gracias en Buenos Aires por la beatificación de Alvaro del Portillo
- 3 de octubre, 2014
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Buenos Aires (AICA)
Para dar gracias a Dios por la beatificación de Alvaro del Portillo (1914-1994), prelado del Opus Dei, fue celebrada una misa de acción de gracias el domingo 28 de septiembre en la cripta de la basílica porteña del Santísimo Sacramento, llena de fieles. Presidió la eucaristía el presbítero Eduardo Volpacchio, uno de los vicarios del Opus Dei en el país, quien señaló que "don Alvaro nos da un ejemplo de virtud muy amable; no es un modelo para admirar, pero lejano, sino un padre que con su sonrisa nos anima a acercarnos".
Para dar gracias por la beatificación de Alvaro del Portillo (1914-1994), prelado del Opus Dei, fue celebrada una misa de acción de gracias el domingo 28 de septiembre por la tarde en la cripta de la basílica del Santísimo Sacramento, llena de fieles.
La beatificación del primer sucesor de San Josemaría había tenido lugar el día anterior en Madrid, presidida por el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato, en un inmenso acto al aire libre donde se reunieron unas 300.000 personas.
Presidió la celebración en Buenos Aires el presbítero Eduardo Volpacchio, uno de los vicarios del Opus Dei en el país, quien señaló que "don Alvaro nos da un ejemplo de virtud muy amable; no es un modelo para admirar, pero lejano, sino un padre que con su sonrisa nos anima a acercarnos".
El padre Volpachio señaló que en la cariñosa carta que el Papa envió al prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría con motivo de la beatificación, el Santo Padre desglosa una jaculatoria de Don Alvaro que, dijo, todos conocemos: "Gracias, perdón y ayúdame más".
Y agregó: "Le da vueltas, profundizando en la riqueza de esa sencilla oración. Es para nosotros un ejemplo y una llamada, para que le saquemos más jugo a sus escritos: cuánta riqueza para nuestra oración, cuánta inspiración, cuánto ánimo, encontraremos en esas cartas mensuales que nos escribió durante tanto años. De alguna manera podríamos decir que sus escritos han sido beatificados con él, de manera que se hacen para nosotros también fuente de gracia".
Acompañando al fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá, el ahora beato Alvaro del Portillo estuvo en Buenos Aires veintiún días en junio de 1974. Un retrato suyo había sido colocado en el presbiterio de la cripta donde se celebraba la misa.
Concelebraron la misa los sacerdotes Hugo von Ustinov, Juan Cruz Padilla, Juan Claudio Sanahuja y Alejandro Martínez Thompson, y ofició de maestro de ceremonias el presbítero Manuel de Elía, todos del clero de la Prelatura del Opus Dei.
Entre los asistentes había muchos grupos familiares, con hijos pequeños. Unos chicos de tres o cuatro años dibujaban sentados en el suelo; otros correteaban hasta acercarse al presbiterio, lo que movía a su papá a ir a buscarlos. Una señora al tiempo que se confesaba arrodillada en el confesionario, daba la mamadera a su bebé.
El público llenó todos los bancos de la cripta y había decenas de personas de pie. Todos acompañaban los cantos; al iniciarse la ceremonia se cantó "Vine a alabar a Dios"; luego otros, como "Más cerca, oh, Dios, de Ti", y al final se cantó la Salve Regina a la Virgen María, en latín. Entonaron las canciones Carla y Lara Chiaro, e interpretaron con calidad música de fondo Fermín Escribano, al piano electrónico, y Belén Benvenuto, en viola. Esos artistas jóvenes pertenecen a los conjuntos musicales Kaizén y Voz en Off.
En las oraciones de los fieles, se rezó por la Santa Iglesia, signo e instrumento de salvación universal; por el Santo Padre Francisco, "elegido por Dios como sucesor de Pedro y Pastor de la grey de Cristo, para que en su incesante ministerio al servicio de los cristianos y de todos los hombres esté siempre lleno de la sabiduría, del consuelo y de la fortaleza del Espíritu Santo"; por la Prelatura del Opus Dei, "para que todos fieles, sacerdotes y laicos, siguiendo el ejemplo del beato Alvaro del Portillo, sepan responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana"; por la paz del mundo y la unidad de la familia humana; por las familias cristianas, "pequeñas iglesias domésticas, llamadas a ser hogares luminosos y alegres donde encuentren acogida los niños y los ancianos, los enfermos y los necesitados".
En la homilía, el padre Volpacchio recordó los cinco años que vivió en Roma: dijo que allí pudo experimentar el cariño que derrochaba Don Alvaro del Portillo y subrayó cómo se desvivía por todos. "Que la alegría de la beatificación nos encienda ?expresó-. Que la sonrisa de Don Alvaro nos inspire. Que nos contagie: la sonrisa hace más fácil y amable lanzarse a cumplir la voluntad de Dios".+ (Jorge Rouillon)