Mons. Castagna concelebró en la misa de las canonizaciones

  • 29 de abril, 2014
  • Roma (Italia) (AICA)
El arzobispo de Corrientes, Mons. Domingo S. Castagna, de 82 años, que todas las semanas envía a través de AICA unas sugerencias a los sacerdotes para la homilía del domingo, esta vez no pudo hacerlo. Estuvo en Roma viviendo la experiencia de concelebrar, con el papa Francisco, el papa emérito Benedicto XVI y cientos de cardenales y obispos de todo el mundo, la solemne misa en la que fueron canonizados Juan XXIII y Juan Pablo II. Al término de la celebración redactó una crónica de la jornada vivida y rápidamente la envió a AICA. A continuación damos su texto.
El arzobispo de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, de 82 años, que todas las semanas envía a través de AICA unas sugerencias a los sacerdotes para la homilía del domingo, esta vez no pudo hacerlo porque viajó a Roma y tuvo la providencial experiencia de concelebrar, con el papa Francisco, el papa emérito Benedicto XVI y cientos de cardenales y obispos de todo el mundo, la solemne misa en la que fueron canonizados Juan XXIII y Juan Pablo II. Al término de la celebración redactó una crónica de la grandiosa jornada vivida y la envió rápidamente a AICA, cuyo texto damos a continuación. Uno de los acontecimientos más destacados de la historia eclesial contemporánea 1.-Estoy en Roma. Hoy el Santo Padre Francisco ha canonizado a los inolvidades pontífices Juan XXIII y Juan Pablo II. La multitud de fieles que desbordó la Plaza de San Pedro y la via della Conciliazione produjo uno de los acontecimientos más destacados de la historia eclesial contemporánea. Hemos concelebrado con el Santo Padre cerca de dos mil obispos provenientes de las más lejanas comarcas de la tierra. No dispongo de cifras aproximadas de peregrinos. He observado una concentración de fieles, nunca vista en mi vida, que desbordó la Plaza de San Pedro y la extensa via della Conciliazione. Después de la misa de la canonización me atreví a atravesar esa plaza para encontrarme con quienes me esperaban a solo trescientos metros de la Puerta de Bronce. Me fue imposible. La densidad de la enorme concurrencia no me permitía avanzar un paso sin un esfuerzo superior a mis energías. Quiero destacar la piedad, el respeto y el júbilo manifestados por los distintos grupos de peregrinos. La diversidad de lenguas no constituyó impedimento para que reinara el espíritu común, hacedor de un estado de comunión fraterna de excepcional valor religioso y humano. Una homilía sin aditamentos ideológicos 2.-En cuanto al desarrollo de la celebración litúrgica quiero señalar la prolijidad en el manejo de los tiempos, la animación del magnífico coro y los guiones orientadores de la oración. Como peregrinos percibimos la presencia espiritual de los santos pontífices; sus imágenes expuestas nos ofrecían, a quienes los conocimos personalmente, la extraña sensación de haber tenido el honor de ser sus contemporáneos y que hoy, por el ministerio de un sucesor de Pedro, podemos venerar en los altares. Más allá de la trascendencia en el gobierno de la Iglesia Universal de ambas gestiones pastorales, comprobamos la conducción del Espíritu de Pentecostés. La promesa de indefectibilidad y perennidad expresada por Jesús a los Apóstoles se cumple inexorablemente, incluso en momentos históricos no tan cualificados. Regresando a la celebración litúrgica, quiero señalar la humilde y profunda piedad de Su Santidad Francisco al recitar, con su sencillez proverbial, el rito sagrado de la canonización y la excelente, breve y profunda homilía en la que resaltó las virtudes apostólicas de ambos santos pontífices. El mundo entero tendrá la ocasión de leer y meditar la transcripción de la homilía, por el servicio de los medios que tengan a bien comunicar su contenido sin aditamentos ideológicos. Los dos papas santos, ejemplos imitables de coherencia de vida 3.-¿Qué lectura y aplicación corresponden a este acontecimiento singular? No encaja en los parámetros que sirven de contexto político, cultural y social, a los acontecimientos de mayor envergadura de la historia habitual. No obstante, hace a la historia de todos los días manifestando su vigencia, sobre todo cuando la carencia de valores éticos y morales se vuelve escandalosa, como se hace evidente en nuestros dias. Se ha hablado sobre la necesidad de dirigentes sociales y políticos que se distingan por la coherencia de vida, la humildad y la justicia en la gestión de la cosa pública y en el amor como fuente de solidaridad efectiva con los pobres e innumerables excluidos de la sociedad actual. San Juan XXIII y San Juan Pablo II constituyeron, por su cercanía evagelizadora al mundo moderno, ejemplos imitables para quienes se dispongan a ser buenos gestores del bien común. Dios quiera que los principales responsables del orden social capten el mensaje y lo interpreten adecuadamente. Recordemos la idea genial de convocar un Concilio Ecuménico, con la intención de aventar el polvo multisecular que mantenia a la Iglesia de Cristo en un ostracismo que la ocultaba al mundo, tan necesitado de su acción evangelizadora. San Juan XXIII y San Juan Pablo II, la Iglesia que busca a la oveja perdida 4.-San Juan XXIII fue el artífice de ese Concilio, sucedido por otro gran pontífice: Pablo VI. Al llegar el joven polaco, hoy San Juan Pablo II, le cupo la misión de cumplir el contacto con el mundo, aún atrapado por sistemas absolutistas y ateos. El coraje del nuevo Papa inspiró su gran misión apostólica que hizo a la Iglesia cercana y comprometida con una realidad necesitada de la nueva evangelización. San Juan XXIII y San Juan Pablo II, encarnan una Iglesia abocada a buscar a la oveja perdida y revelarle el amor y la misericordia del Padre. La canonización de ambos debe ser leída en esa clave de revelación divina: la justicia y el amor misericordioso.+