El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, ordenó sacerdotes a cinco diáconos formados en el seminario mayor San José en una celebración eucarística que se desarrolló en la catedral este sábado 30 de noviembre, en coincidencia con la fiesta de San Andrés apóstol y mártir. El arzobispo los convocó a amar y servir sinceramente al pueblo de Dios.
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, ordenó sacerdotes a cinco diáconos formados en el seminario mayor San José en una celebración eucarística que se desarrolló en la catedral este sábado 30 de noviembre, en coincidencia con la fiesta de San Andrés apóstol y mártir. El arzobispo los convocó a amar y servir sinceramente al pueblo de Dios.
Monseñor Aguer impuso las manos y rezó la plegaria de ordenación para en el presbiterado sobre Miguel Harriague Castex, Diego Alberto Hilbe, Manuel Ernesto Pereira, Sebastián Stelman y Juan Omar Valdez, quienes eligieron como lema de ordenación una frase de san Juan María Vianney -el santo cura de Ars-: "Me arrodillé consciente de mi nada, y me levanté sacerdote para siempre".
Al iniciar su homilía, monseñor Aguer recordó que los candidatos serían consagrados "para enseñar, santificar y conducir con amor pastoral al pueblo de Dios". Haciendo memoria de san Andrés apóstol, evocó el origen y la naturaleza del oficio sacerdotal. Mencionó que el sacerdocio no es un título para ejercer una profesión, sino un servicio para comunicar los misterios de Dios.
También recuperó el sentido del nombre Andrés, que en griego significa ?varonil?: "Parece que es propio del varón ser esforzado, valeroso, firme. El sacerdote, varón que recibe una participación del carisma apostólico, debe caracterizarse por la fortaleza, virtud que nos da la capacidad de sobrellevar las dificultades y de superarlas con constancia".
El arzobispo indicó que los consagrados pertenecen al Señor y a su Iglesia, y por tanto "ya no pueden vivir más para sí mismos, sino para el Señor y para su pueblo". Estimó que esto exige una continua verificación de la entrega, con una libertad cada vez más pura y generosa y un amor cada día mayor.
"Es fácil decirlo, pero quienes llevamos años de vida sacerdotal conocemos las dificultades y a la vez comprendemos, en virtud de una experiencia bien probada, que esa es la meta de nuestra vocación; hacia ella nos lanzamos con renovada esperanza, cotidianamente, apoyándonos en la gracia misericordiosa de Dios que nunca falla y en los ejemplos luminosos que la Iglesia nos propone", expresó.
En otro tramo, monseñor Aguer trajo a colación la figura del beato José Gabriel Brochero, y estimó que los santos no son "copiables", pero sí se los imita en y desde el exterior observando su modelo de imitación de Cristo. Destacó su predicación y la sabiduría "sencilla y sabrosa del Evangelio", el amor cercano a todos y la asistencia integral de las poblaciones que se le confiaron para pastorear. El arzobispo propuso a Brochero "como antídoto" contra la mundanidad y la ambición.
Finalmente, el arzobispo los convocó a amar y servir sinceramente al pueblo de Dios: "Queridos: los he acompañado con mi cercanía y mis oraciones en los respectivos años de su formación; cuenten con mi apoyo y con la ayuda de los obispos auxiliares. Cultiven entre ustedes una buena amistad sacerdotal; amen y sirvan sinceramente a la Iglesia, y que el Señor les conceda muchos años de fiel y fecundo ministerio, con sobreabundante alegría, con el gozo del Evangelio".+
Texto completo de la homilía