Fiesta de San Cayetano

URIONA, Adolfo Armando FDP (Don Orione) - Homilías - Homilía de monseñor Adolfo Armando Uriona FDP, obispo de Villa de la Concepción de Río Cuarto, en la fiesta de San Cayetano (7 de agosto de 2022)

Queridos hermanos:

Con sentimientos marcados por la fe y la esperanza nos encontramos hoy una vez más convocados por San Cayetano para pedirle que interceda ante nuestro buen Padre Dios a fin de que no nos falte el Pan y el Trabajo.

Algunos, tal vez, han venido a agradecerle porque lo tienen; otros, quizás, han venido con angustia a solicitar su poderosa intercesión ante la Providencia de Dios para conseguirlo. 

En estos momentos son tantas personas en nuestra patria que carecen de estos elementos fundamentales para la vida: “el pan y el trabajo”; el pan que sustenta la existencia y el trabajo que la hace digna de acuerdo al mandato del Creador.

Pedir por el trabajo es pedir que todos los trabajadores y trabajadoras tengan derecho a vivir dignamente del fruto de sus esfuerzos cotidianos. Decíamos los obispos: ¿Cómo no pedir a San Cayetano ese bien esencial de que todos los varones y las mujeres de buena voluntad puedan vivir dignamente del fruto de su trabajo?... 

Como peregrinos también suplicamos el pan de cada día, como nos enseñó Jesús a hacerlo oración cuando enseñó a sus discípulos el Padrenuestro. El pan que alimenta nuestra vida y que diariamente se hace más inalcanzable a causa de la inflación asfixiante que padecemos y que genera miseria. ¿Cómo no pensar en la cantidad creciente de hermanos y hermanas que se acercan cotidianamente a Cáritas pidiendo un bolsón o a los comedores, en los adultos mayores que no pueden comprar sus medicamentos, en las familias cuyos ingresos son cada vez más escasos?...

 San Cayetano tiene la misión de llevarnos a Cristo, el Buen Pastor que se ocupa de su rebaño que somos nosotros… Rebaño que en estos momentos experimentamos la dispersión, la falta de rumbo a causa de esta crítica situación social que padecemos. Perdamos cuidado que el Señor no nos abandona sino que nos busca, para apacentarnos y para ello se vale de sus mediadores como lo es este santo, a quien venimos confiados con nuestras penas y dolores.

 También la Palabra de Dios nos recuerda que el mismo Hijo de Dios quien vino a compartir lo nuestro, al final de nuestra existencia vendrá a juzgarnos por las obras que hayamos realizado o no. El juicio no consistirá en preguntarnos cuánto dinero hemos acumulado o si fuimos personas importantes o nos destacamos por la fama, sino que nos preguntará cómo hemos vivido en el amor, un amor auténtico, concreto y real manifestado en la ayuda brindada a los más pequeños, a los más necesitados. 

“Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estaba de paso y me alojaron, desnudo y me vistieron…” 

Y a los que hicieron esto los premiará “con el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo” y, a su vez, castigará a los que encerrados en su egoísmo y comodidad ignoraron o se olvidaron de sus hermanos en necesidad. 

Que al venir a celebrar a San Cayetano, pidamos que esta Palabra interpele la conciencia, penetre corazón y así, como argentinos, busquemos superar los propios intereses y dejemos de lado los enfrentamientos que no conducen a nada. Conscientes de que “nadie se salva solo”, busquemos fomentar el diálogo con los otros, aún con los que piensan distinto, y así construir una auténtica patria de hermanos.

Es cada vez más necesario generar proyectos comunes que lleven a una auténtica solución a nuestros problemas, pensando particularmente en los que más sufren las consecuencias de esta crisis. Así aparecerá en nuestro horizonte la paz y la amistad social, que están incluidas en ese pedido sencillo y a la vez fundamental que siempre le hacemos a San Cayetano: “que haya paz, pan y trabajo”.

Mons. Adolfo Armando Uriona FDP, obispo de Villa de la Concepción de Río Cuarto