60° aniversario de la pascua del venerable siervo de Dios Enrique Shaw
OLIVERA, Santiago - Cartas - Carta de monseñor Santiago Olivera, obispo castrense, con motivo del 60º aniversario de la pascua del venerable siervo de Dios Enrique Shaw (Buenos Aires, 13 de julio de 2022, Memoria de San Enrique)
“…la santidad es más que nunca una urgencia pastoral”
(San Juan Pablo II)
Querida comunidad diocesana:
Hace unos años comenzó el proceso de canonización de Enrique Shaw. Hombre que ha contribuido a la construcción de nuestra Patria, fraterna y solidaria; aún en lo breve de su vida, supo aprovechar los talentos dados por Dios, haciéndolos fructificar, poniendo lo que estaba en sí. Nos ha dado el ejemplo de cómo vivir la vida bautismal, amalgamar lo que Dios nos da y ofrecer nuestra respuesta generosa a dejarlo hacer y hacer también nosotros.
Enrique supo descubrir, valorar y vivir, aquello que les compartía en el último Encuentro anual de la Causa de los Santos en Argentina: “la vocación primera que nos hermana y nos une es justamente la santidad, que es propia de nuestra realidad bautismal. El Bautismo es llamada, inicio y concreta posibilidad a la santidad”.
Podríamos preguntarnos si la vida de un hombre puede darnos “lineamientos pastorales”, es decir, algunas pautas que orienten el servicio pastoral para una determinada diócesis. Antes de responder a este interrogante vamos a escuchar una enseñanza de (san) Juan Pablo II:
En realidad, poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial. Preguntar a un catecúmeno, «¿quieres recibir el Bautismo?», significa al mismo tiempo preguntarle, «¿quieres ser santo?» Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48).[1]
Leyendo estas palabras del Papa, él nos incentiva a dar una respuesta positiva al planteamiento que nos hacíamos: una propuesta pastoral desde la santidad anima su enseñanza pontificia, y puede plasmarse- mejor- si tenemos un modelo concreto que nos oriente.
Presentación
Al inicio de esta carta, les hablaba de Enrique Shaw, hombre “aspirante a santo”, como tan acertadamente se lo llama y, por lo tanto, un claro modelo de vida cristiana. Hombre cercano a nosotros en el tiempo, por ser de nuestra patria y, también, por haber formado parte de nuestra diócesis castrense, ya que fue miembro de la Gran Familia Naval.
Los testimonios que recogemos son de lo más elocuente, un joven que vivió- con una gran radicalidad- el evangelio y lo supo manifestar, también, en el ejercicio de los valores recibidos en su formación militar.
La sana integración, contradiciendo la disociación que, tristemente, solemos experimentar cuando la fe es “de momentos y en ocasiones” o, bajo la excusa “de respeto” no se la manifiesta públicamente-. Integración radical de la fe con el ejercicio de su vocación militar, Shaw es un claro ejemplo.
Su paso por la Armada
¿Cómo nos puede iluminar Enrique, venerable siervo de Dios, para que quienes integramos la diócesis que peregrina en nuestros hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas y Federales de Seguridad, niños, jóvenes, familias, consagrados, seminaristas, capellanes, diáconos y, también su obispo, vivamos siempre con entrega generosa y alegre la vida del evangelio? Para que nos veamos impedidos- por una convicción del corazón- a claudicar, renegar u ocultar nuestra fe. De igual modo que ¿Quién se imagina desertando de las Fuerzas? ¿Renegar de ellas? O ¿Qué pierda su prestigio por alguna actitud de sus miembros? Qué así tampoco nos imaginemos desertar, renegar o desprestigiar nuestra fe.
Veamos, primeramente, al venerable siervo de Dios en su tiempo en la Armada:
Como alférez de fragata en 1943 se desempeña como primer ayudante de navegación en el ARA Moreno. Su Segundo Comandante afirma en su foja de conceptos: “Posee un severo concepto sobre lo que significa el cumplimiento del deber. Tiene gran cariño por la profesión y demuestra muchos deseos de aprender y de perfeccionar sus conocimientos”. Su Comandante sostiene más adelante: “Entusiasta colaborador y laborioso”.
El 20 de enero de 1944 es recibido de pase en el rastreador ARA Bouchard, donde se desempeña como Segundo Comandante, jefe de Artillería, Armas Submarinas y Material Naval. El Comandante manifiesta que está contento de tenerlo a sus órdenes. Y nuevamente resalta en él “su juicio y criterio, iniciativa, su particular aptitud para el mando, su tacto, donde con él se pueden tratar situaciones delicadas y confiar plenamente, cooperación, lealtad, etc.”. Su Comandante, al manifestar que es sobresaliente, dice: “Oficial altamente entusiasmado por su profesión, con un claro concepto del deber y sólidos principios éticos y morales. Su profesionalidad es muy completa, dedicada y tesonera, etc.”.
Compartimos estos testimonios que nos muestran, gracias al testimonio de Shaw, que la vocación militar es posible vivirla desde la radicalidad evangélica. Que no se “es menos” por portar, con el orgullo de los santos, la bondad y belleza de la fe en el corazón como una de las “insignias” mejor recibida y, desde suyo, cultivada para hacerla crecer y fructificar. Enrique es unos de los tantos testigos que pueden alentarnos a que la labor pastoral de nuestra diócesis es fecunda y puede ser- creo de hecho que lo es- un gran intercesor para nuestra labor misionera.
Esposo y padre de familia
Pasemos a otro estadio de la vida del venerable siervo de Dios, como fue su vida familiar. Con una preparación evangélica desde su noviazgo[2], recibiendo el sacramento del matrimonio y en la educación desde la fe, para con los hijos. El testimonio que recibimos de estos años de vida, lo tenemos- podríamos decir- en “primera persona”, ya que varios de sus hijos viven entre nosotros y nos han compartido las vivencias con su padre. Una de las cualidades que más se destacaban en él, era el don de la alegría, procuraba estar siempre alegre- especialmente el tiempo que pasaba con sus hijos y con su esposa, no mostrar con ellos las preocupaciones de su trabajo, no con el afán de ocultarles nada sino simplemente para que- el pasar de ellos con él- les sea agradable.
Nos cuenta una de sus hijas:
“Apasionado por sus hijos, cariñosísimo, pero no cargoso, era de una delicadeza extrema, escuchaba con mucha atención, con mucho cariño. Recuerdo una vez que yo le estaba hablando y él se arrodilló al lado mío, para escucharme mejor. Yo sería muy pequeña, pero él quería entender y se puso a mi altura. Creo que me impresionó porque recuerdo que a pesar que él estaba arrodillado a mi lado, era más alto que yo”.
Alegría, pensar en el otro, capacidad de escucha. Cualidades de un buen esposo, padre de familia, jefe de una empresa. Podríamos imaginarnos, dado que también están bajo nuestro encargo pastoral, si las familias que conforman nuestra diócesis, podrían- ayudados por nuestro servicio pastoral- crecer en estas actitudes, para vivirlas- ya desde el noviazgo nuestros jóvenes- y en la vida matrimonial los esposos como así también en el mando, los que son jefes. No digo que no lo vivan así muchos de nuestros feligreses, ya que doy fe del testimonio de muchos de ellos, pero- animados también por ese testimonio- planteo el desafío que ese estilo de vida evangélica en el seno familiar, en los jóvenes que son llamados a la vida familiar como así también en el desempeño de cargo de autoridad, sea una realidad cada vez mayor. Crezca ese número de varones y mujeres, que se dejen ayudar por la vida de la gracia, para vivir, entre otras cosas, esos valores que cultivó, vivió y transmitió el venerable Enrique Shaw.
Podríamos caer en la idea que esos valores son “muy humanos” y que, por ende, se pueden vivir sin necesidad de la gracia. Observación valida, por cierto, pero que responde a aquello de que “la gracia supone la naturaleza”, y la gracia posibilita que esos valores, sean puestos en práctica aún en situaciones “no óptimas” o con personas ajenas a los afectos personales. Tal cual es el relato de la misma hija:
Además de sus pensamientos y palabras, las virtudes cristianas las vivía y respaldaba en hechos concretos. Vivía la caridad de un modo extraordinario. Era amable y atento con todos los que lo rodeaban, hasta de los que le llevaban la contraria, especialmente los de su familia que no eran practicantes. Yo era una niña, pero percibía esa oposición explícita a todo lo que sea religioso por parte de algunos familiares próximos como mis abuelos.
De ordinario, podríamos estar atentos con los que tenemos una relación de afecto (familiares, amigos, aquellos que “nos caen bien”) pero estarlo del mismo modo con aquellos que no solo “no nos caen bien” sino que incluso nos han hecho mal, hay necesidad de una gracia que nos sostenga para ese ejercicio de caridad, alegría, escucha y pensar en el otro- en primer lugar-. Así lo comprendió y vivió Enrique Shaw.
Podríamos seguir enumerando testimonios edificantes, en su vida familiar y también laboral. La creatividad para favorecer la fuente de trabajo para muchos y hacer, incluso más, para que las mismas no se cierren, habla de un corazón apasionado por Jesús que lo reconocía en el prójimo. En “todo otro”, si se me permite la expresión, es decir, sin ser selectivo. La caridad siempre es creativa. Esto que se lo repito mucho a los capellanes y, futuros capellanes, es válido para todo agente evangelizador, ser creativos para poder llegar con el anuncio del evangelio, especialmente en los ámbitos donde se expresa esta “particular forma de vida que tienen- por vocación- los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas”. Enrique es también, un buen faro, que nos ilumina en esto de la ser creativos y vencer toda “adversidad cierta o aparente” para que se pueda transmitir y compartir el Evangelio.
En esta línea les comparto un último “botón de muestra”:
En el año 1961, la mayoría de los accionistas de la Cristalera Rigolleau S. A decidieron dejar cesantes a mil doscientos obreros de la fábrica de vidrios de Berazategui, a raíz de las dificultades económicas por las cuales atravesaba la sociedad. Enrique se opuso a esa medida porque dejaba sin sustento a muchas familias. Viajó a Estados Unidos para convencer- con argumentos humanos e iniciativas profesionales y económicas- para que los obreros sigan con su puesto de trabajo. Lo logró y dejó su firma como garantía de que ningún obrero perdería su trabajo mientras cumpla bien con el mismo. Propuesta espiritual:
“Peldaños en el amor de Dios”
Presentada la propuesta y viendo los testimonios en torno a Enrique Shaw, nos queda por dilucidar, las fuentes de las que bebió para responder a ese anhelo grande de vida cristiana.
Para esto quiero compartirles un “Plan espiritual” que diseñó y a los que llamó “Peldaños en el amor a Dios”[3] y, según nos consta, procuró llevar adelante y cumplirlo a lo largo de su vida.
De este plan de vida espiritual, que es muy completo y profundo, “diseñado” desde la oración y la asistencia del Espíritu Santo, leemos lo siguiente:
Normas prácticas para cada día
- Asistir a la Santa Misa todos los días que cómodamente sea posible (Procurando “vivirla” con ayuda del Misal[4], aunque al principio sea sólo con oraciones de actos forzados, no de amor). (Naturalmente comulgar durante la misma). Si no se pudiera asistir, rezar las oraciones litúrgicas.
- Leer durante unos cinco minutos y luego meditar durante tan sólo otros tantos, algún trozo del Nuevo Testamento o de los Salmos procurando retener algún pensamiento durante el resto del día a modo de “ramillete espiritual”.
- Rezar una tercera parte del Rosario con atención, humildad, confianza y perseverancia.
- Con frecuencia durante el día hacer una cualquiera de las siguientes cosas:
a) Ponerse en presencia de Dios.
b) Hacer algún acto de adoración, amor, expiación. Recordar que más fuerza tiene para purificar el alma un sólo acto de amor a Dios, que todo el fuego del Purgatorio.
c) Rezar alguna jaculatoria, como ser: “Jesús, tan manso y humilde, haced mi corazón semejante al vuestro”. Recordar que la paciencia es mucho más preciosa que el dinero, y si este último se tiene bien guardado poniéndose toda clase de cuidados para no perderlo, mucho más cuidado hemos de tener para no perder la paciencia.
Al leer el título de ese plan de espiritualidad, ya notamos esa moción del Espíritu que lo suscitó, “Peldaños”. Pequeños pasos, dados uno por uno. Esto posibilita que todos se sientan animados a aprovechar esta propuesta que Dios le había suscitado y que Enrique quiso compartir con los demás y dar el ejemplo, al vivirlo, también él.
Rescatamos, de lo compartido, tres grandes pilares: la Eucaristía, la Palabra y la presencia de la Virgen María. Casi que podríamos decir, “los clásicos pilares” de la vida interior. Y lo son. Enrique lo sabe y los aprovecha. Se nutre de ellos para manifestar su amor a Dios, crecer en ese amor y darlo a los demás. Testimonio y testigo claro.
Mirando la vida de este gran hombre de Dios -que nos interpela- nos anima y asiste con su intercesión. Nos dice que la santidad es posible. Que la vocación que Dios sembró en el corazón, Él la quiere hacer crecer, pero no lo hará sin nuestro consentimiento.
Creo que la vida y la intercesión del venerable Shaw, nos ayuda, a mí y a los que colaboran más estrechamente en el ministerio episcopal que se me ha confiado, en seguir buscando los medios para que la evangelización del Pueblo de Dios que se nos confió, sea precisamente eso: evangelización.
Desafíos para nuestra diócesis
Sin duda que, en nuestra Iglesia Particular castrense, es este un gran desafío, pero a la vez apasionante, ¿cómo predicar el Evangelio a los jóvenes y adultos de hoy? ¿Cómo ayudar a profundizar la fe y a la vez como acompañar a los jóvenes y adultos que se nos confían para ser testigos auténticos y valientes del Evangelio en sus realidades?¿Cómo seguir evangelizando? ¿Cómo aprovechar cada instancia que se nos facilita para el anuncio del Evangelio? ¿Cómo generar que nuestra gente se encuentre de tal modo con Jesús, que se convierta en el horizonte de sus propias vidas e ilumine su vocación militar? Encuentro que genere también el planteamiento de la propia vocación, pensar la familia como vocación, que se “desnormalice” las “uniones a prueba”, que los hijos o hijas de las familias castrenses se puedan plantear, también, la vocación a la vida sacerdotal o religiosa. Que los egresos o recibimientos en los nuevos destinos sean celebrados desde la gratitud y la vida sin desbandes que son ajenos a los valores humanos y, por ende, del evangelio.
Un pastoreo que supere el “barniz” engañoso de lo “mandado”, donde la participación se da, más- en muchos casos- por una cuestión de obligatoriedad que de pertenencia a la Iglesia e iglesia diocesana.
Como aprovechar más, esos caminos que se nos abren para no contentarnos solo con eso. El camino sinodal hace mucho en ese sentido y está ayudando. Seguro nos suscitará desafíos que necesitará de la creatividad de todos. De embarcarnos con renovado fervor, para un “despliegue” mayor del Evangelio. Detonando toda “quietud” que nos instala en la comodidad de lo que, solamente, “nos he dado” y asumir, en cambio, el desafío itinerante/misionero de buscar, también nosotros, nuevas formas para ir al encuentro y generar ese encuentro de todos con Jesús.
En las Fuerzas, se habla, “del Conjunto”, aludiendo a la colaboración de varias Fuerzas para una misión en común, creo que debemos seguir en “camino” para que se experimente y se vivencie más aún que nuestra diócesis, es una sola diócesis, más allá del distintivo de cada una de las Fuerzas que la conforman. ¿Qué quiero decir con esto? Que las propuestas de evangelización, las ideas pastorales, las actividades que se van suscitando puedan ser compartidas con mayor espontaneidad y prontitud, para que- según las posibilidades- puedan replicarse en las demás Fuerzas.
En esta misma línea de ser una “misma y única” diócesis, creo debemos seguir dando pasos en continuar y ayudar a que la figura del obispo, como Pastor propio, sea valorado desde una mirada de fe, más allá de lo protocolar (protocolo que, creo, ya a esta altura, aceptamos como tal) Para esto último creo que la labor de los capellanes mayores, es de suma importancia.
Les pido-con caridad episcopal- para la concreción de estos desafíos, podamos poner todo lo que está a nuestro alcance para hacerlos realidad.
Propuestas pastorales
Miramos estos desafíos desde la figura de Shaw, y podemos preguntarnos, ayudados por su ejemplo e intercesión, en cómo generar y fortalecer iniciativas pastorales para concretar esos anhelos de evangelización. Les comparto algunas pautas que surgen a la luz de la propuesta del venerable siervo de Dios:
– Participación diaria de la misa (y comulgar): sabemos de la importancia de la Eucaristía- fuente y cumbre de nuestra fe- Cómo favorecer la participación “activa y fructuosa” de nuestros fieles en cada celebración. La experiencia me habla de la necesidad de fortalecer este aspecto. Sabemos que una mejor participación depende mucho de la preparación. Una preparación que debe ser cotidiana. Ofrecimiento y prédica de la necesidad en aprovechar la inmensa cercanía de la misericordia de Dios, en el sacramento de la Reconciliación. Cuánto bien que podemos hacer. Es una realidad que quise también expresarles en la última Misa Crismal:
Queremos ser fieles administradores de los misterios de Dios, en la celebración diaria de la Santa Misa y en la celebración de los sacramentos, particularmente el de la Confesión, Penitencia o 7 Reconciliación, tan necesaria e importante para el crecimiento espiritual de los discípulos de Jesús. Es en la Confesión donde podemos, a modo artesanal en nuestra Diócesis personal, ayudar a crecer y tallar vidas cristianas en serio, ayudadas por la gracia de Dios.[5]
– Lectura de la Palabra de Dios: contamos en nuestra diócesis con la pastoral bíblica y espacios de reflexión en torno a la Palabra, catequesis y grupo de lectio. Esta labor que tiene sus respectivos encargados, sería una buena ocasión para que se repliquen, más aún, las propuestas que vayan surgiendo y hacer que nuestros fieles, tengan un contacto mayor con la Biblia. La creatividad de saber llegar a ellos, según su lenguaje y formación. Al estilo de Jesús, con palabras sencillas y profundas; con ejemplos claros que ilustraban y hacen más comprensibles el mensaje. Los “twitter” de cada día que fueron publicados en un pequeño libro “de bolsillo”[6], puede replicarse también en lo que concierne a la Palabra, por ejemplo. Y así, generar, otros espacios. Espacios para la oración. Hay una publicación sobre un taller de oración[7]. Taller realizado en mi anterior diócesis, reformulado hace unos años, que puede ser un buen disparador para iniciar estos talleres y, porque no, enriquecer esa publicación con nuevas propuestas que puedan ir surgiendo.
– Devoción a la Virgen. Nuestra gente es muy mariana, sus lugares de orígenes lo son, la presencia de la Virgen de Luján que estuvo en Malvinas ha generado todo una “revolución mariana”. Debemos seguir aprovechando esta alegría de todos. La grandeza de la fe es, también, que ilumina y da esperanza en situaciones de dolor. La Guerra que nos entristeció se vio colmada por la esperanza y el cariño de la Madre. Preparar los lugares de la visita de la Virgen. He sido testigo de lo que genera. Aunque parezca contradictorio, creo que esta imagen puede ayudarnos en el camino ecuménico. La Virgen María, que nos genera división con algunos cristianos (no católicos), aquí puede ser presentada de otra forma, desde la cercanía de una Madre que quiso y supo estar en el dolor de sus hijos. La Guerra y la sensibilidad que nos origina es común a todos, sin distinción de credos, creo que esta imagen de nuestra Madre, presentada así, nos puede ayudar también en esa dimensión ecuménica. En este sentido, se me ocurre, aprovechar la edición de “Dios en la trinchera”, memoria y diario del querido padre Vicente, como preparación a la visita de la Virgen o darla a conocer, aun cuando no se haya concretado una fecha para tal visita.
Conclusión
La razón de compartirles acerca de Enrique Shaw- además de lo que les he dicho anteriormente, que fue un hombre que alistó en nuestras Fuerzas, cercano también en el tiempo y argentino- es que el próximo 27 de agosto se cumplirán 60° aniversario de su Pascua. Circunstancia que nos pareció propicia aprovechar, desde la fe, para volver a renovarnos en el deseo de responder- al estilo de este venerable siervo de Dios- a la vocación que Dios puso en nuestro corazón, “ser santos porque Él es santo”. Santidad que miramos, también, desde lo que nos ha recordado el Papa Francisco:
“Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. ¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales”[8].
Quisiera que esta carta fuese compartida en los distintos ámbitos de nuestra Diócesis, se lea, reflexione y se trabaje en torno a ella, puedan conocer todos, la figura de este hombre “aspirante a santo” y puedan conocer también, el anhelo del obispo- obispo de cada uno de ustedes- en lo que refiere a la labor evangelizadora y, donde estamos invitados a comprometernos, según la propia vocación y servicio.
El próximo 21 de agosto presidiré la Celebración de la Misa, conmemorando con gratitud la vida de Enrique Shaw. La Fecha de su Pascua, al ser el 27, será la Misa- como el inicio de la semana que la precede y se podrá aprovechar esta carta y la figura del venerable siervo de Dios, para compartirla en los distintos ámbitos de nuestra diócesis. Razón por lo cual, esta carta será entregada- como un gesto simbólico- a un Jefe de cada Fuerza, a una familia de cada Fuerza, a los capellanes y al Seminario diocesano.
Esperando contar con su presencia en la Misa a las 19hs en la Iglesia Ntra. Sra. de Luján Castrense y también con una renovada disponibilidad para concretar juntos el deseo de Jesús: ser una Iglesia misionera, samaritana, familia de todos. Los invito a rezar juntos esta oración, pidiendo la pronta canonización del venerable siervo de Dios Enrique Shaw:
Oh Dios, tu venerable siervo Enrique nos dio un alegre ejemplo de vida cristiana a través de su quehacer cotidiano en la vida militar, en la familia, el trabajo, la empresa y la sociedad. Ayúdame a seguir sus pasos con una profunda vida de unión contigo y de apostolado cristiano. Dígnate glorificarlo y concédeme por su intercesión el favor que te pido… Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Mi paternal bendición en la a Virgen María, Madre de Luján, patrona nuestra y en su Hijo Jesús, nuestro Señor.
Mons. Santiago Olivera, obispo Castrense de Argentina
Notas:
[1] Novo MillennioIneunte 31
[2] “Enrique y Cecilia: Cartas de Amor”
[3] Peldaño en el amor de Dios- Publicado en el año 1944
[4] Hay que tener en cuenta que la Misa era en latín en aquel entonces. Hoy podríamos decir, ayudados, habiendo leído los textos de la Palabra del día.
[5] Misa Crismal 2022
[6] “Orillando el encuentro”
[7] “Maestro, Qué bien estamos aquí”
[8] Gaudete et exultate N° 3