En compañía de María, madre de Jesús, anunciamos el Nombre del Señor
CONEJERO GALLEGO, José Vicente - Reflexiones - Editorial de monseñor José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa, para el suplemento diocesano "Peregrinamos", órgano de difusión de la diócesis (Julio de 2022)
En el capítulo primero del libro de los Hechos de los Apóstoles se nombra a María, la madre de Jesús, quien con algunas otras mujeres se dedicaban a la oración, aguardando, junto a los Apóstoles, la venida del Espíritu Santo (Cf. 1,14). Después, a lo largo de todo el libro, no hay mención alguna a su nombre. La presencia de María es siempre discreta, pero necesaria y eficaz, a ejemplo de la acción del Espíritu Santo. Es obvio y de sentido común, que tanto los Apóstoles, como los demás discípulos y hermanos de las primitivas comunidades cristianas, al anunciar el Nombre, la vida y las enseñanzas de Jesús, reconociéndole como el Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, comunicaran el nombre y vida de María, la madre del Salvador, como lo atestiguan los Evangelios.
Fue y es la fe de la Iglesia, Pueblo de Dios, iluminada y guiada siempre por el Espíritu Santo, la que se encargaría, a lo largo de los siglos, de dar cumplimiento a la profecía de la Virgen de Nazaret, quien al visitar a su prima Isabel, en la montaña de Judá, proclamó, con alegría y humildad, acerca de sí misma: En adelante todas las generaciones me llamarán feliz (Lc 1,48). ¡Y cómo, verdaderamente se han cumplido, y continúan cumpliéndose estas palabras, inspiradas por el mismo Espíritu de Dios!
Así, poco a poco, de manera progresiva, pero con toda certeza y seguridad, la fe, la enseñanza y el culto de la Iglesia, profesaron y celebraron, desde siempre, la virginidad y maternidad divina de María a lo largo de la historia de la Iglesia. Ella misma había reconocido, en su canto, las grandes cosas que el Todopoderoso hizo en su persona; y nosotros hoy, seguimos, con fe y alegría, proclamando en el Credo: Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María, la Virgen.
Estamos muy agradecidos, primero a Dios por su misericordioso designio y plan de Salvación para con la humanidad; pero, también a María, por su “SÍ” a la voluntad divina: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho» (Lc 1,38). A la vez, sentimos la necesidad y confiamos en el consuelo y la intercesión de la Mujer, madre de Jesús y madre de la Iglesia, modelo de fe y de esperanza, durante nuestro peregrinar en la vida, tanto a nivel personal, como de familia humana.
Nuestra Iglesia Diocesana, en este mes de julio, volverá nuevamente a encontrarse para honrar y celebrar gozosamente a María, en su advocación de Nuestra Señora del Carmen, madre y patrona de todos los formoseños, y suplicarle que nos enseñe a caminar juntos, creciendo en Comunión, Participación y Misión. Misión que consiste, sobre todo, en medio de este mundo herido, fragmentado, violento y tan necesitado de paz y concordia fraterna, en ser testigos de su Hijo Jesucristo y de anunciar, con fidelidad y alegría, su Nombre, hasta los confines de la Tierra. Nos fundamos en aquellas palabras de Pedro, quien lleno de la fuerza y el poder del Espíritu Santo, exhortaba con vehemencia: «Porque en ningún otro hay salvación, ni existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos» (Hch 4, 12).
¡FELIZ FIESTA DIOCESANA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN!
Mons. José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa