Rezar la vida. La oración del santo pueblo fiel de Dios

Comisión Permanente - Carta pastoral - Carta pastoral de la Conferencia Episcopal Argentina con motivo de la promulgación de la nueva edición de la Liturgia de las Horas

"Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común,
en la fracción del pan y en las oraciones".
(Hech 2,42)

La publicación y entrada en vigor en el mes de mayo de 2022, de la nueva edición de la Liturgia de las Horas u Oficio Divino para el pueblo de Dios peregrino en Argentina, bien puede ser un verdadero “Kairós” para la renovación de la oración comunitaria y personal que bebe de la fuente siempre viva de la Sagrada Escritura.

Convocamos a nuestras Iglesias particulares a que, partiendo de la oración que acompaña el ritmo de la existencia cotidiana, avancen y profundicen en esta genuina experiencia de oración, que envuelve, transforma y dinamiza la vida entera.

Desde la vida
La historia de la salvación da cuenta de cómo Dios tiene siempre la iniciativa amorosa, misericordiosa y salvadora. En el seno mismo de la Trinidad se gesta la obra de la redención que rescata, sana y libera al género humano para renovar y transformar la vida de cada persona. El Padre, el Hijo y el Espíritu son diálogo de amor y se nos dan a conocer para hacernos participar de las riquezas de esa vida divina, de su amor y de su gracia. Por eso mismo, la oración es don de Dios que nos llama a entrar en la comunión de su alianza.

El Padre es tanto fuente como meta de la oración. Jesús, ahora junto al Padre, intercede constantemente por nosotros como único mediador entre Dios y los hombres, asociándonos a su oración, al mismo tiempo que es modelo y maestro de la nuestra. El Espíritu Santo ora en nosotros siendo también, vínculo de comunión y llevándonos a la unidad de vida por su acción en nuestro interior.

La Liturgia de la Horas es así, celebración de esa historia de la salvación, actualización del misterio pascual, santificación del camino de la existencia y auténtico culto en espíritu y verdad. Como afirma San Ambrosio “En los salmos rivalizan la belleza y la doctrina; son a la vez un canto que deleita y un texto que instruye. Cualquier sentimiento encuentra su eco en el libro de los salmos”[1].

Estamos ante una ocasión propicia para renovar nuestra experiencia orante, abrevar la vida espiritual en las fuentes genuinas de la Sagrada Escritura y la liturgia, y profundizar en cada una de las dimensiones y aspectos de la oración cristiana.

En la vida
La Sagrada Escritura y toda la historia cristiana de gracia, pecado y santidad dejan ver claramente cómo los verdaderos encuentros con Dios son salvíficos por cuanto renuevan y transforman la existencia. Esos momentos hechos de alegría y de llanto, de dudas y gratitud, con mucho de lucha y sufrimiento, en alabanza y adoración por las maravillas divinas obradas en nosotros, tocan el interior mismo de las personas y, por eso mismo son verdadera y auténtica oración vital. “Leo en ellos: Cántico para el amado, y me inflamo en santos deseos de amor; en ellos voy meditando el don de la revelación, el anuncio profético de la resurrección, los bienes prometidos; en ellos aprendo a evitar el pecado y a sentir arrepentimiento y vergüenza de los delitos cometidos”
[2].

La Iglesia, cuerpo y esposa de Cristo, se asocia cotidianamente a su cabeza y esposo, ofreciendo su oración de alabanza, acción de gracias y súplica permanente por la humanidad.

La Liturgia de las Horas es, entonces, oración comunitaria por antonomasia, voz de todo el santo pueblo de Dios -laicos, consagrados y ministros ordenados- y plegaria de cada comunidad, a la que conforma y estructura. Es genuina celebración litúrgica por cuanto hace memoria de la acción amorosa de Dios, alabándolo y suplicándole.

Es una buena oportunidad para redescubrir y revalorizar el carácter celebrativo y la dimensión comunitaria de la oración eclesial, favoreciendo la convocatoria y el encuentro comunitario para compartir la oración. La misma estructura de cada hora del rezo litúrgico tiene forma de celebración, por lo que, bien puede cobrar forma de verdadera fiesta del pueblo de Dios, cuando se la celebra adecuadamente aprovechando y potenciando cada uno de sus elementos y componentes.

Para la vida
El Dios de la alianza promete a su pueblo nueva vida y salvación. En Jesucristo nos muestra el horizonte de su Reino, dándonos a conocer la meta eterna de nuestra existencia y mostrándonos el sentido de nuestra esperanza verdadera. La oración nutre el deseo y el compromiso de vivir para llegar un día al Banquete celestial, anticipado en cada celebración eucarística, centro y meta de la entera vida eclesial y que, en la Liturgia de las Horas, encuentra una “preparación magnífica, ya que esta suscita y acrecienta muy bien las disposiciones que son necesarias para celebrar la Eucaristía, como la fe, la esperanza, la caridad, la devoción y el espíritu de sacrificio”
[3].

Oyendo la Palabra, contemplando las maravillas de Dios en la historia y respondiendo confiada, fiel y generosamente al Evangelio, nuestra existencia se va transformando, fecundada en la oración y fructificando en obras de amor.

La Liturgia de las Horas, entre el tiempo y la eternidad, va marcando el ritmo de nuestra existencia cotidiana como pueblo de peregrinos, iluminándonos con la Palabra cristalizada en el diálogo vital de los salmos, resonancia de todas las situaciones humanas. Así nos pone en perspectiva de eternidad, alentando la esperanza en el Reino e impulsando la misión de anunciar y testimoniar el Evangelio en cada ámbito y circunstancia de la existencia.

De este modo, se abre para nuestro pueblo fiel la posibilidad de adentrarse en un camino de escucha y aprendizaje, dejándose conducir por esa pedagogía propia de la palabra de Dios, sapiencial y mistagógica a la vez, que nos conforma cada vez mejor como auténticos discípulos misioneros.

Inspirados y motivados por el ejemplo del santo cura Brochero, quien llevaba siempre consigo el “breviario”, los presbíteros y diáconos están especialmente convocados a valorar y apreciar esta nueva edición de la Liturgia de las Horas para Argentina como oportunidad de renovar el amor por la oración de la Iglesia en la cual se sostiene su vocación y misión.

También a los consagrados y consagradas se los invita a redescubrir cómo “junto con la Eucaristía, y en íntima relación con ella, la Liturgia de las Horas, celebrada comunitaria o individualmente, según la índole de cada Instituto y en unión con la oración de la Iglesia, manifiesta la vocación a la alabanza y a la intercesión propia de las personas consagradas”[4].

Los fieles laicos siéntanse especialmente invitados y llamados a descubrir, asumir y participar de esta oración. Ella hace “un solo cuerpo y un solo espíritu” de cuantos están “dispersos por el mundo”[5]. El pueblo santo de Dios unido en la alabanza de la creación en la oración de las Horas, presta su voz a tantos hombres y mujeres que necesitan de nuestra intercesión ante el Señor.

Cada celebración, comunitaria o personal, del Oficio Divino será una ocasión para “rezar la vida” dejando que la luminosidad y suavidad de la Palabra divina, cale hondo en nuestro interior y responda de todo corazón, poniendo nuestras existencias en manos del Señor de la Vida. Así, cada una de nuestras historias de vida se transformará en historia de salvación, alianza de amor y comunión en la fe. Desde la misma vida trinitaria se nos comunica la revelación y la gracia que transforma nuestra propia vida, mediante la santificación cotidiana, al rimo del tiempo para que, de esta manera, se viva el mandamiento nuevo en la esperanza de la Vida eterna.

El Santo Padre nos dice que «el mejor modo de discernir si nuestro camino de oración es auténtico, será mirar en qué medida nuestra vida se va transformando a la luz de la misericordia»[6]. Deseamos que esta nueva versión de la Liturgia de las Horas para Argentina, permita crecer en la cercanía con el Señor y ese encuentro con él, siga transformando nuestras vidas. ¡Los invitamos, exhortamos y convocamos a ello con nuestro más cordial afecto de Pastores!

Los obispos de la Conferencia Episcopal Argentina


Notas
[1] San Ambrosio de Milán, Comentario sobre los salmos, (Salmo 1, 9-12: CSEL 64, 7. 9-10)
[2] San Ambrosio de Milán, o.c. idem.
[3] Ordenación General de la Liturgia de las Horas, n. 12
[4] Juan Pablo II. Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata. (1996) n. 96.
[5] Cfr. Misal romano, Plegaria eucarística III.
[6] Francisco, Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo (2018), n. 105.