El camino sinodal, una experiencia de construcción fraterna. Un aporte desde la espiritualidad franciscana

LARREGAIN, José Adolfo OFM (Franciscano) - Mensajes - Alocución de monseñor José Adolfo Larregain, obispo auxiliar de Corrientes, durante la 2ª Escuela de Formación de Formadores de la Orden Franciscana Seglar - JuFra Cono Sur (Corrientes, 27 de mayo de 2022)

Agradezco la invitación a participar en la Segunda experiencia de Formación compartida con el objetivo de fortalecer, animar y conocernos como OFS y Ju.Fra de nuestra región cono sur. Convoca estas jornadas el lema “Franciscanos/as en salida: Construyendo la ecología integral”.

Se nos invita a vivir y caminar en sinodalidad, nota que en este tiempo queremos destacar: “camino sinodal, una experiencia de construcción fraterna”. Esta palabra de origen griego, cuyo significado es muy profundo y nos indica “caminar juntos, cruzar umbrales”, es desafío y motivación para cada uno de nosotros, nuestras instituciones y opciones personales. Sínodo es sinónimo de fraternidad, no se puede llamar de este modo un camino solitario, unipersonal.[1]

En estos tiempos es necesario caminar juntos, con el desafío que ello implica: cansarnos, sostenernos, corregirnos, animarnos, comprometernos.[2] Nos recuerda un sabio dicho popular: “si quieres llegar rápido camina solo pero si quieres llegar lejos camina acompañado”. Por otra parte, animarnos a cruzar umbrales es fundamental para abrirnos a nuevas perspectivas de futuro.

Citando al poeta Antonio Machado[3]:

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

El camino fue una referencia constante en la poesía del autor de “Campos de Castilla”.Caminocomo concepto del gran viaje, de toda la vida consumida, de la que ha quedado atrás. Caminante, no hay camino, revindica el camino como presente, recordando ese pasado, pero evitando que nos obsesione, ni él ni el futuro, a la hora de ser protagonistas en el caminar. El hacer camino implica movimiento, compromiso y participación.[4]

“El camino” en las Sagradas Escrituras
En el Antiguo Testamento significa la conducta del hombre: la vida humana como un camino que es guiado por Dios y que cada uno puede andar o rechazar. Los profetas exhortan a alejarse y rechazar o aceptar los caminos verdaderos y dirigirse por ellos. El piadoso pide a Dios que le muestre el camino. Se conocen dos caminos: uno que es bueno, sin mancha, recto que lleva a la paz; Un camino de pecadores que lleva a la muerte.

En el nuevo Testamento el tiempo de la Nueva alianza es iniciado con la llamada de Juan el Bautista a preparar un camino para el Señor (Mc 1,1 y paralelos). Jesús es el camino que Dios ha planeado para la salvación (Rom 11,33ss), se denomina así mismo “Camino” (Jn 14,6). Cristo, con su encarnación, abrió un nuevo camino por el cual el hombre puede llegar hasta Dios (Hb 10,19ss).

Jesús probablemente llama camino a las directrices y prácticas que tan importante lugar ocupan en su predicación (Mt 22,16). Las enseñanzas cristianas se llaman camino y Dios es el término que conduce el mismo. Jesús mismo es el camino, porque como Hijo tiene el poder de llevar consigo a sus discípulos hasta el Padre.

En el libro de los Hechos (15,1-29) encontramos un bello camino sinodal para resolver los conflictos. La apertura a los paganos genera fuertes controversias y conflictos con los cristianos de origen judío que querían imponer elementos que ellos traían de su tradición, como por ejemplo: la circuncisión a los iniciados. Esto provocó un gran enfrentamiento (violento) en la comunidad. No esconden las diferencias, deciden caminar juntos hacia Jerusalén y presentar a los Apóstoles dicha problemática. En el Espíritu Santo disciernen cuales son los mejores caminos para todos, sin obligar a los demás a cumplir los deseos de un grupo: se quedan con lo fundamental, lo primordial.[5] La carta que es enviada a la comunidad es llevada por Judas y Silas, quienes transmitirán de viva voz el mensaje.

Tres axiomas para la sinodalidad
 La reciente Carta Encíclica Fratelli Tutti del Santo Padre Francisco sobre la Fraternidad y la Amistad Social -hermoso y bello documento que es luz y guía para caminar en estos tiempos- nos ayuda a asumir el compromiso de ser constructores del bien común. En este documento se nos habla de pensar y gestar un mundo abierto con un corazón dispuesto a ir más allá, buscar la mejor política y el diálogo junto a la amistad social para encontrar caminos de reencuentro.

Desde este marco de “Hermanos todos” y “Sinodalidad” mencionamos tres axiomas que pueden aportar para estos tiempos, aplicables para nuestras instituciones, comunidades, familias:

En primer lugar, citamos a san Cipriano de Cartago, Padre de la Iglesia que vivió aproximadamente entre el 200 y 258. Como obispo sostenía que no tomaba ninguna decisión sin “consulta, consejo y consenso”. Tres palabras con “C” muy importantes para tener en cuenta. Esto implica apertura, docilidad, capacidad de trabajo con otros, etc.

En segundo lugar, somos personas creyentes y de fe, por eso estamos aquí. “Aprender a escuchar” es un desafío muy grande, es mucho más que oír. El oído está en relación a los sentidos, el escuchar es una actitud. No siempre que se oye se escucha. La escucha está relacionada con la obediencia (ob-audire: traer al oído). El creyente en la escucha ejerce actitud de fe, en la cual descubre la voluntad de Dios.

En tercer lugar, un principio de la Iglesia del primer milenio: “lo que afecta a todos debe ser tratado por todos”. Esto nos habla de la importancia del bien común que está por encima de lo particular. Esta sentencia nos hacer tener presente y estar atentos a la participación y a la solidaridad auténtica.

Espiritualidad franciscana y sinodalidad
Ratzinger en su tratado filosófico teológico describe a san Francisco de Asís como Aquél hombre que cautivó por su simplicidad, en cuanto que no fue un teórico, filósofo, teólogo –como se entienden estos términos y supo contemplar a Dios y abrazar al hombre.
[6] El Poverello supo imprimir en el acontecer histórico de los siglos XII y XIII una manera de ver y de sentir la vida, comprometiéndose con el proceso personalizante del hombre que impulsa y cree en la fraternidad y lleva por objetivo pleno y total la entrega confiada y generosa en las manos del Padre.[7]

La escuela franciscana, entre ellos especialmente los biógrafos, ponen de relieve el camino de conversión de Francisco el cual lo conduce a la certeza de su vocación y a la búsqueda de la voluntad de Dios en el camino. La búsqueda de la voluntad de Dios está marcada por la asistencia del Espíritu Santo y la docilidad lo que indique a través de situaciones simples y sencillas.[8] Algunas experiencias son decisivas: se destacan el encuentro con el leproso, con el crucifijo de san Damián y el encuentro con el Evangelio. Estos encuentros lo identificaran con Cristo pobre, humilde y crucificado.

Francisco no solo enseñó palabras, fundamentalmente enseñó con actitudes a la manera de Jesús:

“El franciscanismo no es solo un modo peculiar de relacionarse con Dios y de interpretar la relación de Dios con el hombre y con el mundo; es un modo de vivir y de interpretar las relaciones del hombre con el hombre y del hombre con la naturaleza. El modo de tratar a los demás crea un estilo, y este estilo refleja un talante singular que se manifiesta en los gestos, saludos, trato normal, en todos los momentos del estar junto al otro, de vivir con el otro y ser para el otro”[9]

De esto anteriormente expuesto se deduce que quien encarna en la praxis la espiritualidad franciscana es capaz de ser más sensible, más humano y abierto al diálogo.

San Francisco comienza un camino de renovación dentro y fuera de la Iglesia, que no tiene miedo en atravesar mares y ríos con tal de llegar a tierra Musulmana. Su fin no es convertir a los grandes líderes religiosos sino de asumir una postura pacifica abierta al diálogo y a la escucha. Con su radicalidad y postura para asumir el Evangelio se vuelve la novedad que quiere subsanar la crisis de profunda, la pérdida de valores de la sociedad y el abuso de las estructuras jerárquicas de poder.

La pedagogía franciscana propone algunos elementos que se articulan entre sí: la persona, lo cotidiano, la relación dialógica fraterna, lo creativa, la escucha, la acogida, el entusiasmo, el dialogo, el encuentro, la libertad, los valores, el medio ambiente, la presencia, el estudio, la relación, el comportamiento fraterno, la mirada, los afectos, etc. Es un proceso formativo que se centra en la persona, se fundamenta en lo cotidiano, en las relaciones dialógicas fraternas, en la creatividad y en la imaginación.

La espiritualidad franciscana privilegia las relaciones interpersonales, porque en definitiva la mirada es una experiencia no una percepción: mirar no es solo ver, descubrir, observar, es entablar relaciones porque los ojos son vehículos transmisores del interior. El rostro de Francisco siempre se dirige a alguien o a algo, siempre se encuentra en referencia afectante. 

Algunas aportes al camino sinodal desde la espiritualidad franciscana:[10]

1. Igualdad: Francisco quiso una Orden compuesta por hermanos. Como ya se ha dicho antes, el término «hermano-hermanos» (frater-fratres) es el más empleado en sus escritos para dirigirse a los miembros de su Fraternidad. En la RegNB, se encuentra una frase que en forma implícita declara el principio de la igualdad: «todos sin excepciones sean llamados hermanos menores» (1 R 6,3). En la Regla se dice con relación a promover el amor a la Palabra evangélica que ayuden a “los hermanos” a conocerla y comprenderla (Regla OFS, 9). Antiguamente se les llamaba “los hermanos y hermanas de penitencia” (Regla OFS, 13). La igualdad no se contradice con la autoridad, los roles y el ejercicio de los servicios dentro de la fraternidad.

2. Reciprocidad. Si leemos con atención sus escritos, notaremos que, cuando se refiere a las relaciones entre los hermanos, emplea con mucha frecuencia expresiones como “mutuamente, recíprocamente, unos a otros, entre sí”. Así, por ejemplo, en el Testamento de Siena, donde fueron recogidas las más importantes recomendaciones que Francisco, casi moribundo, dejó a sus hermanos, se encuentra en primer lugar la siguiente: «Que en señal de recuerdo de mi bendición y de mi testamento siempre se amen recíprocamente» (TestS 3). Si nos preguntamos sobre el origen de esta forma de hablar, no hay duda de que en el lenguaje de Francisco se refleja el del mandamiento evangélico del amor: “Aménse los unos a los otros como to los he amado” (Jn 15,12).[11] Con su lenguaje Francisco enfatiza que para él la fraternidad era una realidad interpersonal y no tan sólo una yuxtaposición de personas; es una fraternidad que tiene su punto de referencia en el Cenáculo.

3. Subsidiaridad y oblatividad. La primera se basa en la confianza mutua. Es primordial entre ellos la confianza, de tal manera que puedan manifestarse mutuamente sus necesidades: «Y manifieste confiadamente el uno al otro su necesidad, para que le encuentre lo necesario y se lo suministre» (1 R 9,10), como lo harían con la propia madre. La segunda (oblatividad) tiene un doble ámbito aplicativo: uno externo y otro interno. El externo (dar cosas) tal vez es el más fácil y en verdad tiene un valor significante, pero no es el más importante, pues el dar sin el darse, no se puede construir la verdadera comunión fraterna. El ámbito de la oblatividad tiene a su vez un doble movimiento: el donarse al otro y el recibir al hermano.[12] Este doble movimiento es uno de los factores que construyen la fraternidad frente al individualismo.

4. Misericordia. Francisco sabía muy bien que uno de los mayores obstáculos para la comunión fraterna procede de la debilidad moral del ser humano frente a los demás, la cual se expresa en la interpretación incorrecta de sus acciones, en las presunciones calumniosas, en la difamación, en los altercados, etc. Por ello exhorta a sus hermanos con estas palabras del Evangelio: «Y hagan entre sí como dice el Señor: Todo lo que quieran que les hagan los hombres, háganlo también ustedes a ellos (Mt 7,12) y: Lo que no quieras que te hagan, no lo hagas a los otros (Mt 20-28)» (1 R 4,4-5). Recordemos el bello texto de la carta a un Ministro y la actitud de ofrecer misericordia.

5. Alegría. Sobre este particular, una de las exhortaciones de la Regla no bulada es bastante elocuente cuando dice: «Y cuídense de manifestarse tristes externamente e hipócritas sombríos; sino que se manifiesten gozosos en el Señor (cf. Flp 4,4), y de buen humor y convenientemente agradables» (1 R 7,16).[13] Su alma juglaresca, su amor a la vida y a lo bello pero, sobre todo, su convicción de poseer el Espíritu del Señor, lo llevaban a comunicar a los demás el gozo que inundaba su alma.

6. Capacidad de relación. Se entiende a partir de la vinculación con el Otro y los otros (creación entera). Reconociendo su singularidad, dignidad, alteridad. En esa medida se puede entender la relación en conexión permanente con Dios, consigo mismo, con los demás y sus circunstancias y con la creación.

7. Encuentro. No se reduce a un lugar o espacio físico, el encuentro se entiende más allá de esa definición. Es la capacidad de salida de sí mismo, de ir en la permanente búsqueda del otro y de la realidad. Es necesario asumir actitudes básicas, constantes y vigilantes.

8. Acogida. Para el franciscano la actitud de la acogida se realiza de manera fraterna y hospitalaria, sensibilizándose con la realidad del otro.

Mons. Fray José Adolfo Larregain OFM, obispo auxiliar de Corrientes.


Notas:
[1] Las notas o atributos de la Iglesia son: Una, Santa, Católica, Apostólica y no podemos dejar de incluir una quinta: Sinodal.
[2] La palabra experiencia proviene del latín experientia (prueba-ensayo) de expiriri (experimentar-probar) de la raíz peri (intentar-arriesgar). Es la cualidad de intentar, probar o ensayar a partir de las cosas o datos anteriores. Se relaciona con el conocimiento empírico o heurístico. Conocimiento adquirido analizando los resultados y formulando nuevas pruebas.
[3] Machado, A, Proverbios y cantares XXIX.
[4] El logotipo oficial del camino sinodal es muy significativo. Observamos un árbol grande y majestuoso, un pueblo que camina, quince siluetas representación de nuestra humanidad diversa en situaciones vitales, generacionales, orígenes. No se observan jerarquías, todos están en el mismo plano: jóvenes, ancianos, varones, mujeres, adolescentes, niños, laicos, religiosos, padres, parejas, solteros, obispo. Debajo una línea de base horizontal: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.
[5] La sinodalidad es considerado un “Kayros”, es actuar, evento, acción del Espíritu Santo.
[6] Cf. Ratzinger, J, La teología de la Historia de San Buenaventura, Encuentros, Madrid, 2004.
[7] Varios autores franciscanos demuestran que el franciscanismo no es un simple discurso teórico sino que es el resultado de una vida expresada en la fe en la paternidad de Dios, posesión del Espíritu del Señor, espíritu de oración y devoción, sentido de desapropiación, pureza del corazón, la paz como condición del corazón, observancia del Evangelio, seguimiento a Jesucristo, vida de penitencia, fraternidad, evangelización, Iglesia de Cristo, etc. Cf. Uribe, Fernando, Núcleos del carisma de san francisco de Asís-La identidad franciscana-, Ediciones franciscanas de Arantzazu, Vitoria, 2017.
[8] En la Florecilla XI encontramos un claro ejemplo, como deciden juntos Francisco y Maseo el camino que tenían que seguir y de ese modo encontrar cuál es la voluntad de Dios. Es significativa la expresión que “Maseo caminaba un poco adelantado” y cuál es la interpretación de le debemos dar.
[9] Merino, J, Humanismo Franciscano, Cristiandad, Madrid, 1982, 159.
[10] Cf. Uribe, Fernando, Núcleos del carisma de san francisco de Asís -La identidad franciscana-.
[11] Francisco no sigue la tradición de los fundadores de las comunidades monásticas que se inspiraron en el “cor unum et anima una” (un solo corazón y una sola alma) de la primitiva Iglesia cristiana de Jerusalén (Hch. 4,32-35).
[12] La calidad de vida fraterna rica en comunión es muy importante, es un válido punto de apoyo para la perseverancia, ayuda a la corresponsabilidad y favorece crear clima propicia de comprensión y de ayuda mutua.
[13] En la época de francisco algunos grupos religiosos, como los cátaros acentuaban exageradamente la “taciturnitas” (mostrarse serio, callado, amante del silencio. Hace referencia a la tristeza, solitariedad, sin sentido del humor, cerrazón, intratables)
.