"La tomó de la mano y la hizo levantar" (Mc 1,30)
MARINO, Antonio - Homilías - Homilía de monseñor Antonio Marino, obispo emérito de Mar del Plata, en el X aniversario de Ain Karem (Catedral de Mar del Plata, 12 de enero 2022)
La primera lectura bíblica de esta Misa nos habla del joven Samuel, que sería luego un gran profeta, el hombre de Dios con un rol decisivo en la historia de Israel. Servía en el templo desde niño a las órdenes del sacerdote Elí. De este sacerdote, la Biblia describe -en otro lugar- algunos defectos. Pero en esta escena se lo muestra dando un consejo espiritual de gran valor. Durante el sueño el joven Samuel sintió tres veces que era llamado por su nombre, y siempre animado de buena disposición se presenta ante Elí diciéndole: «Aquí estoy, porque me has llamado» (1Sam 3,5.6.8).Pero el sacerdote le decía que él no lo había llamado y lo mandaba a acostarse y a dormir. El texto dice: “Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido revelada” (1Sam 3,7). A la tercera vez Elí entendió el origen sobrenatural y le dijo: “«Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor, porque tu servidor escucha» (1Sam3,9). Así sucedió. Samuel volvió a escuchar la voz que lo llamaba y respondió como Elí le había enseñado. El Salmo 39 prolonga esta disposición básica y fundamental de todo creyente. Y nosotros repetíamos resumiendo su contenido: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Muchas veces en la vida interpretar la voz de Dios en los acontecimientos resulta difícil y complejo, y se vale Dios de la voz de otros que nos facilitan el encuentro con Él. Esto se aplica no sólo en el caso de quienes reciben una especial vocación dentro de la Iglesia, sino que vale para todo cristiano, y forma parte del servicio pastoral. La Palabra de Dios es norma suprema y guía segura, debemos escucharla y rumiarla en nuestro interior. Debemos educar según ella nuestra conciencia y escuchar las orientaciones de la Iglesia.
Pero por la debilidad del hombre no siempre resulta claro el discernimiento nítido de la voluntad divina y puede crearse desconcierto en su interpretación. Dice el texto: “La palabra de Dios era rara en aquellos días, y la visión no era frecuente” (1Sam 3,1). Aunque Israel tenía la Ley, dada por Dios a través de Moisés, en tiempos de Samuel Israel pasaba una etapa crítica. Dios intervendrá en el claroscuro de la mente humana para abrir un camino de luz y de esperanza a través de él. El Dios de Israel termina suscitando profetas, voces con autoridad y rasgos de auténtica santidad. El mismo Samuel necesitará de la ayuda de Elí. Y más tarde a través suyo el pueblo gozará de una referencia religiosa segura.
El Evangelio de esta Misa, nos presenta a Jesús en distintas actividades. Ante todo, yendo con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés, donde la suegra de Simón -a quien más tarde llamará Pedro- “estaba en cama con fiebre” (Mc 1,30). “El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos” (Mc 1,31). A continuación, “al atardecer” se describe la actividad sanadora de Jesús, pues “le llevaron a todos los enfermos y endemoniados” (Mc 1, 32) y “Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios” (Mc 1,34). Este evangelio se cierra con dos escenas. Por un lado, se nos muestra una actitud permanente de Jesús, su hambre y sed de Dios, su búsqueda permanente del Padre, en cuya voluntad descansa y encuentra su delicia: “Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando” (Mc 1,35). Por otra parte, este hombre de Dios, que viene de Dios y vuelve a Él a cada instante, es también el hombre para los demás hombres: “Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando». El les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido». Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios” (Mc 1,36-39). Jesús es un misionero infatigable, que quiere llegar a todos y que restaura sus fuerzas buscando siempre la sintonía con el Padre para nuevos itinerarios de evangelización.
En este breve resumen de la Palabra de Dios, deseo dar marco a esta celebración de acción de gracias por el Xº aniversario de Ain Karem, institución dedicada al cuidado de la vida naciente, cuando por diversas circunstancias ésta corre peligro. Jesús, nuestro Salvador y Maestro, no se limitó a enseñarnos de palabra el camino de la Verdad y de la Vida, sino que también nos instruyó con su ejemplo, y embarcó a la Iglesia en la práctica de un amor operante. Las palabras del Evangelio de San Marcos pueden servir de inspiración: El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Esto implica cercanía, ayuda concreta y un efecto que es la rehabilitación de alguien que antes estaba postrada, y ahora recupera plenitud. De este modo, la Iglesia bajo el estímulo de las palabras y del ejemplo de Jesús y con la asistencia interior del Espíritu Santo prometido, no ha dejado de acudir con obras a las necesidades del prójimo en momentos de grave crisis, como lo muestra la historia de la caridad eclesial a lo largo de dos milenios.
El nombre de esta institución Ain Karem evoca el lugar comúnmente identificado como el lugar de la Visitación de María a su pariente Isabel. Allí dos madres que llevaban vida en sus vientres se encuentran en un ambiente de alabanza a la misericordia divina. Diversa era la causa de ambos embarazos: el Espíritu Santo en el caso de María; el favor divino que dio fecundidad a la unión natural de los esposos en el caso de Isabel, antes estéril. Ambas se unen en la alabanza y la gratitud a Dios. María por llevar en su seno a Jesús, es saludada como la “Madre de mi Señor”. Jesús se identificará más adelante como Vida de los hombres y como Pan de Vida.
El sábado 25 de junio de 2011 por la tarde, en la homilía de la Misa del Corpus Christi, a solo tres semanas de mi llegada a la diócesis, concluía con estas palabras:
“el derecho a la vida desde su concepción hasta su término natural, hoy amenazado por proyectos de leyes que en nuestra patria fomentan una cultura de la muerte. Quiero que en nuestra diócesis se implemente una acción decidida de atención y socorro eficaz a toda mujer que por cualquier circunstancia sobrelleve un embarazo no deseado. La Iglesia no sólo denuncia lo que está mal, sino que se compromete en la promoción del bien, en la medida de sus fuerzas”.
El domingo 26 comencé a escuchar los primeros ecos. Y el lunes 27 sentí emoción ante la convergencia de muchos laicos de diversas instituciones apostólicas que me manifestaron su intención de colaborar activamente. Comenzaron las primeras reuniones, donde expuse los principios que debían animarnos y algunas orientaciones prácticas sobre la base de una experiencia anterior. Procuramos incorporar las mejores ideas. Entre ellas un asesoramiento inicial del Centro de Asistencia a la Mujer (CAM). Me llenó de alegría oír de labios de un médico, buen conocedor de los aspectos clínicos de un embarazo y experto en los conflictos emocionales muy frecuentes en los embarazos no deseados, la idea de la formación de un grupo que sostuviera las entrevistas con la fuerza espiritual de su oración. Era para mí una comprobación más de que el Espíritu Santo actúa secretamente en todo el Pueblo de Dios, suscitando una santidad anónima muy real. Así lo expresé en ese momento. Era como recordarnos la enseñanza de Jesús: “El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5).
Luego de las primeras entrevistas se decidió establecer la Navidad del Señor como fecha símbolo para marcar su origen. El nacimiento de Cristo es en realidad el nacimiento de la Vida. Ante los buenos resultados, la Comisión y todos los colaboradores, junto un voluntariado creciente, sentían fortalecida su esperanza y confirmada su convicción de que ésta era una obra de Dios, en la que los hombres éramos colaboradores e instrumentos. Sólo a Él por tanto todo honor y toda gloria.
Los bautismos de los niños, realizados por el Obispo, además de ser una fiesta de la fe, fueron seguidos de una celebración humana donde era muy visible el amor que en esto se ponía y los delicados detalles con que se rodeaba la vida naciente y se felicitaba el triunfo de la luz y del valor en las mentes de las madres. Hoy Ain Karem continúa felizmente su camino. He recibido con gozo de labios de mi sucesor la noticia de las nuevas sedes en Necochea y en Pinamar.
No es finalidad de esta homilía trazar la historia completa de Ain Karem ni describir su organización. Privilegiamos su finalidad y el espíritu que la anima. Damos gracias a Dios que nos une a su obra salvadora. Gracias a todos cuantos han trabajado desde distintos roles en su dirección y organización. Agradezco a mi sucesor Mons. Mestre la iniciativa de este recordatorio y por su invitación a presidir y predicar en esta Misa. Él puso a disposición desde el comienzo el apoyo de la Comisión para la Mujer que por entonces asesoraba.
Invoquemos a la Virgen Santísima, templo y sagrario de la Vida, para que se asocie en la plegaria ante su Hijo que vino para que tuviéramos Vida y la tuviéramos en abundancia (Jn 10,10).
Antonio Marino, obispo emérito de Mar del Plata