Fiesta Diocesana

COLOMBO, Marcelo Daniel - Homilías - Homilía de monseñor Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza, en la Fiesta Diocesana (Santuario Nuestra Señora de Lourdes, El Challao, 3 de octubre de 2021)

“Con la Virgen del Rosario, escuchamos a los hermanos
y discernimos los nuevos caminos del Señor”

Queridos hermanos,

Con la alegría de reencontrarnos junto a la Virgen del Rosario, en esta Casa de María, en El Challao, celebramos nuestra fiesta diocesana convocada para expresar comunitariamente la fe de la Iglesia del Señor peregrina en Mendoza.

En la primera lectura, el profeta nos invita a la alegría porque el Señor ha querido poner su morada entre nosotros. La salvación ha llegado de la mano de nuestro Redentor, nacido de mujer para liberarnos de la muerte y el pecado, de la soledad y el aislamiento, de la indiferencia y el individualismo. Habiendo transitado tiempos muy difíciles, de tanto dolor y sufrimiento, esta invitación a la alegría por la elección de Dios en la persona de María, nos esperanza y pone otra vez en camino.

El Libro de los Hechos de los Apóstoles nos evoca a la primera comunidad. Luego de la Ascensión del Señor, con sentimientos seguramente encontrados, los apóstoles vivían la partida de Jesús en un clima de oración constante en compañía de la Virgen que los ayudaba a perseverar confiados en medio de las dificultades.

En esta fiesta, nos unimos a toda la Iglesia, junto a María, para comenzar diocesanamente la preparación al Sínodo de los Obispos. Invitados por el Santo Padre a reflexionar sobre la comunión, la participación y la misión en una Iglesia en perspectiva sinodal, queremos seguir creciendo en la escucha atenta de la Palabra y el discernimiento eclesial de los nuevos desafíos pastorales. Como nos dice el Documento preparatorio del Sínodo (n. 9): “la sinodalidad representa el camino principal para la Iglesia, llamada a renovarse bajo la acción del Espíritu y gracias a la escucha de la Palabra.”

El Evangelio de la Visitación nos recuerda la sensibilidad de María, quien apenas anoticiada de la Encarnación del Verbo en su vientre, se acerca a la vida de su prima Isabel para auxiliarla en su embarazo. En este último tiempo hemos recibido la visita de Dios a través de las reliquias de Carlo Acutis y la imagen peregrina de la Virgen del Rosario. Sabernos visitados por el Señor, alentados en nuestro camino de fe, sostenidos en el testimonio de la comunión de los santos, nos ayuda a profundizar en nuestra propia respuesta de fe. ¡Cuánta alegría joven tras las huellas del beato Carlo! Una bocanada de aire fresco en medio de una atmósfera social penetrada tantas veces por el hastío, la decepción y el desaliento. ¡El Señor visita a su pueblo! La Virgen del Rosario, nos acercó consuelo y esperanza en la preparación a la fiesta diocesana. Y nos recordó nuestra pertenencia a un único pueblo, presente en la arquidiócesis de Mendoza y extendido a lo largo de los ocho decanatos y las setenta y cuatro parroquias.

En el encuentro de María e Isabel, se da un momento de profunda comunión espiritual entre ambas mujeres, conscientes de la Buena Noticia presente entre ellas. El Magnificat testimonia la certeza honda que anida en María: Dios triunfa sobre las limitaciones humanas y su misericordia hace posible nuestra realización como hijos suyos y hermanos entre nosotros. Por eso, los pobres, los pequeños, los excluidos, los descartados, tienen lugar en el corazón del Padre.

En este contexto festivo donde el Evangelio de la Visitación ilumina nuestra reflexión, quiero anunciar mi visita pastoral a las comunidades a partir de la Pascua del año próximo. Acompañado por la imagen peregrina de la Virgen del Rosario, deseo llegar a todas las capillas y comunidades, especialmente las más alejadas geográficamente, pero cercanas a mi corazón por el deseo de estar junto a sus fieles.

La visita pastoral del obispo no es una auditoría de naturaleza administrativa ni una inspección de obras; es un encuentro jubilar del pueblo de Dios con Jesús, el buen Pastor, que se hace presente a través del ministerio del obispo; en ese encuentro, siempre lo más importante las personas, ya que la visita es un tiempo para crecer en el conocimiento recíproco y para discernir el camino eclesial de cada parroquia y de sus capillas e instituciones en comunión con toda la Iglesia; es también, la oportunidad para alimentar la comunión con la oración y la alegría de sabernos hermanos y peregrinos.

En una visita de esta naturaleza, no nos guía la urgencia de un cronograma hecho a las apuradas ni el cumplimiento de objetivos circunstanciales; por eso, me reuniré con los decanos para compartir con ellos los criterios de la visita pastoral y escuchar su parecer para organizarla juntos, conjugando una mirada eclesial de conjunto pero atendiendo a la peculiaridad de cada decanato y región; con mis colaboradores más inmediatos, Mons. Mazzitelli y el P. Mauricio Haddad, veremos los detalles técnicos que cada visita pastoral entraña, evitando agobiar a las parroquias con gastos o exigencias desmesuradas.

En la organización de la preparación inmediata de la visita, deseo contar también con el aporte de los párrocos y los consejos pastorales, para lo cual les ofreceremos los elementos que puedan ayudarlos a trabajar con entusiasmo. Si con el Sínodo nos adentraremos en esa dimensión constitutiva de la Iglesia con la participación de todos y cada uno de sus miembros, la visita del obispo es una herramienta al servicio de la ansiada comunión de las parroquias y comunidades en la Iglesia particular.

Mis queridos hermanos, Dios nos ha regalado esta hermosa tarde de Fiesta Diocesana para que podamos celebrar con nuestra Madre del Rosario, la experiencia de ser un pueblo en camino, convocado por la Palabra y el Pan de Vida, desafiado a crecer en las respuestas a los nuevos y urgentes desafíos de la realidad, para que la Iglesia esté presente significativa y positivamente en la vida de hombres y pueblos. Con María, podemos dar gracias a Dios que teniendo en cuenta nuestra pequeñez, ha querido hacer en nosotros grandes cosas. Que Ella avive nuestra respuesta de amor eclesial, sinodal y misionero.

Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza