Beato Angelelli, profeta de la justicia y la paz

BRAIDA, Dante Gustavo - Homilías - Homilía de monseñor Dante Braida, obispo de La Rioja, a 45 años del martirio del beato Enrique Angelelli (Catedral La Rioja, 4 de agosto de 2021)

“Mujer que grande es tu fe, que suceda como dices… ”
cf Jn 15, 15-21

Queridos hermanos y hermanas:

1. Con una memoria agradecida celebramos hoy la entrega de la vida de nuestro querido padre y pastor: el beato Enrique Angelelli. Lo hacemos a cuarenta y cinco años de aquél trágico y doloroso día.

Tenemos muy presente a la familia de Enrique, a las comunidades en las cuales él se fue formando y forjando su vida cristiana y sacerdotal. A tantos laicos y laicas, sacerdotes, religiosos y religiosas que han compartido la vida con él y hoy nos siguen transmitiendo sus vivencias y aprendizajes junto al Obispo mártir.

Tenemos presente y estamos unidos también a todos los que en este día, a través de distintas actividades y celebraciones, mantienen viva su memoria.

Al contemplar su sangre derramada por amor podemos decir con sus mismas palabras pronunciadas en las exequias de Carlos y Gabriel: “Esta sangre es feliz, sangre mártir, derramada por el Evangelio, el nombre del Señor, y para servirles y anunciarles la Buena Nueva de la Paz, la

Buena Nueva de la felicidad” que proclaman las bienaventuranzas.

La sangre derramada por nuestro Beato fue por vivir el Evangelio y por llevar adelante los cambios discernidos y aprobados en el Concilio Vaticano II. Como claramente lo dijo el Cardenal Becciú en el día de la beatificación: “Angelelli es mártir de los decretos conciliares”, de una Iglesia abierta, que propicia la comunión y la participación de todos los bautizados, que dialoga y es servidora de la sociedad. Así, siguiendo las huellas de Jesús, buscó llegar a todos con su Buena Noticia, especialmente a los más alejados, a los pobres y desahuciados por las injusticias y falta de oportunidades. 

También hoy queremos seguir tras estas huellas que él nos dejó. Queremos acrecentar la actitud misionera de una Iglesia en salida, atenta a responder a los signos de este tiempo desde una actitud de mayor “cercanía y proximidad promoviendo la cultura del cuidado, haciéndonos cargo los unos de los otros y también del cuidado de la creación, erradicando la cultura de la indiferencia, la exclusión y la confrontación” como lo proponemos en la primera Línea Pastoral. 

2. El Evangelio que escuchamos nos presenta a Jesús yendo más allá de las fronteras de su pueblo. Llevando con su presencia la salud y la paz a las familias y atendiendo cada situación. La mujer cananea, a pesar de no ser del pueblo judío, con toda fe y confianza se dirige a Jesús suplicando su ayuda, lo hace con ímpetu y convicción. Su necesidad era realmente grande y la superaba. Y, ante una primera reacción con cierta indiferencia de Jesús, ella sigue insistiendo y pidiendo. En su súplica perseverante Jesús reconoció claramente su gran fe. Jesús dialoga con esta mujer y la valora, también entres sus discípulos hay mujeres y como gran modelo de vida y acompañante permanente de sus discípulos nos ha dejado a otra mujer, su propia madre. 

En este tiempo, y luego de muchas postergaciones, estamos en una etapa de mayor reconocimiento de la dignidad y presencia de la mujer en diferentes ámbitos sociales y eclesiales. Cómo no valorar a tantas mujeres que dan la vida por llevar adelantes sus hogares, aquellas que luchan por ayudar a sus hijos que tienen dificultades, o aquellas que asumen tareas comunitarias en bien de los demás, las que viven consagrada a Dios y las que viven con generosidad el amor conyugal. Sabemos cuánto hizo el beato Enrique por el reconocimiento de la dignidad de la mujer, particularmente de aquella de sectores más humildes. Sin dudas que hay muchos pasos que seguir dando, particularmente en la Iglesia. En este sentido nos dice Francisco: “una Iglesia viva puede reaccionar prestando atención a las legítimas reivindicaciones de las mujeres que piden más justicia e igualdad.” (ChV 42)

Con esperanza vemos la conformación en la diócesis del “Área de la Mujer” como un espacio de encuentro, dialogo y esperanza, para que favorecer su rol propio de participación en la iglesia y el pueblo riojano. Un lugar para mirar, escuchar y reconocer la situación de la mujer actual, para asistir con la esperanza del evangelio a su realidad, proponiendo transformaciones concretas.

3. La mujer cananea suplica a Jesús por su hija „terriblemente atormentada?. Como no ver en esa hija la realidad de tantos jóvenes que hoy luchan por salir adelante en medio de muchas dificultades, ya sea por el contexto precario en que viven o por no poder realizar sus sueños por falta de posibilidades, o por estar solos y sin referencias claras en sus vidas o por estar atrapados por alguna adicción como sometidos a esa silenciosa y gran pandemia que abate a tantos jóvenes. Esto sucede muchas veces ante la indiferencia social que no llega a comprender y comprometerse decididamente con estas realidades.

Los jóvenes son una enorme riqueza para la sociedad, son el presente y el futuro que debemos cuidar y promover. Decía nuestro beato Mártir Enrique: “Ustedes jóvenes simbolizan la frescura de la vida, la plenitud y la esperanza, los que buscan e intuyen el futuro”. Y en tiempos de grandes manifestaciones juveniles, por el descontento social que se vivía, decía: Jóvenes:

“Esfuércense por construir un mundo más comunitario… realicen en la vida de cada uno los auténticos valores del Evangelio… No olviden que hay alguien que camina con ustedes: CRISTO. Desconocerlo y no asimilarlo en la vida de peregrinos tendría consecuencias dolorosas… sin saber dar ni darse qué sentido tiene la vida…. No sabrán leer interiormente los acontecimientos que a diario suceden, ni cuales las causas que os originan” .

Hoy, queridas comunidades, estamos llamados a estar cerca de todas las realidades juveniles, prestarles atención y acompañar procesos de sanación y crecimiento. Como la mujer del Evangelio, comprometámonos con la realidad de nuestros jóvenes. 

Queridos jóvenes, busquen siempre su lugar en la Iglesia y en la sociedad, fortalezcan su relación con Cristo, el „eternamente joven?, no caminen solos en la vida, caminen con sus familias, intégrense a algún grupo, caminen con otros. Nadie crece aislado. Solamente crecemos juntos.

Porque queremos acompañar todas las realidades juveniles es que en las líneas pastorales hemos expresado que es necesario “crear o fortalecer los equipos parroquiales y decanales de Pastoral de Juventud teniendo en cuenta el mundo juvenil con sus diferentes realidades…”.

4. Hoy, al celebrar al santo Cura de Ars y al beato mártir Angelelli, que tanto amó su ministerio sacerdotal y lo vivió desde una profunda relación con Dios y desde un profundo amor a su pueblo, queridos hermanos sacerdotes, en ellos tenemos ejemplos muy claros de una vida entregada por amor.

Que estos tiempos de tantos cambios y desafíos, en los que también experimentamos muchas veces los límites y las fragilidades, pongamos los ojos fijos en Jesús, buen Pastor, caminemos juntos valorando mucho la fraternidad sacerdotal y entreguémonos con generosidad al servicio de nuestro pueblo. En esa entrega generosa Dios nos va asistiendo con su providencia y va manifestando su amor redentor por todos.

El beato Enrique derramó su sangre hace cuarenta y cinco años por dejarse conducir por el Espíritu Santo en el pastoreo de una Iglesia samaritana y misionera y por construir un mundo mejor donde todos estén incluidos. Él nos ayude con sus enseñanzas, su testimonio e intercesión para que seamos fieles a la vocación recibida y la vivamos con entrega generosa y alegría. Así sea.

Mons. Dante Braida, obispo de La Rioja