Los ancianos acumulan más que años
LOZANO, Jorge Eduardo - Reflexiones - Reflexión de monseñor Jorge E. Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión de Pastoral Social (25 de julio de 2021)
Me miró y me dijo con sus ojos grises y su voz temblorosa: “Eso no está bien”. Doña Amalia era una mujer buena, querida por todos en el barrio, la parroquia, la familia. Sus piernas inseguras, debido a los largos años de vida, le impedían participar de las celebraciones en el Templo.
Durante varios años le llevaba la Comunión mensualmente a la casa, rezábamos y conversábamos. Las otras semanas iba alguno de los Ministros Extraordinarios de la Comunión.
El último mes de su vida ya no podía casi moverse y se perdía de a ratos. Esa mañana llegué a la casa y habían preparado cerca de su cama una mesita con un mantel blanco, una vela, una flor y una cruz muy bella que se iban pasando en la familia de una generación a otra. Me reconoció y realizamos los Ritos acostumbrados. Después de unos momentos de silencio, concluimos con la bendición.
Sin darme tiempo a que yo sacara un tema de conversación dijo: “¿Padre, todavía hay niños con hambre?”. Me sorprendió la pregunta y debí responder muy escuetamente de acuerdo con la dura realidad. Antes que la voz me habló su mirada. Recuerdo esos ojos grises ahora empañados y su voz temblorosa: “Eso no está bien”. Se dio vuelta mirando a la pared y ya no me dijo más nada. El mundo de Amalia no terminaba en sus achaques o el perímetro de su casa.
Las personas mayores siguen teniendo sueños y anhelos profundos en su interior. El paso del tiempo va purificando sus anhelos, pero no los acalla. Amalia sabe muy bien qué cosas pudo lograr, y cuáles aún quedan pendientes incluso más allá de su vida.
En cercanía con la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús, el Papa Francisco nos ha convocado a celebrar este fin de semana la Jornada Mundial de los abuelos y las personas mayores.
El lema propuesto está tomado de las últimas palabras de Jesús en el Evangelio de San Mateo. Esa promesa del Señor sigue presente: “Yo estoy contigo todos los días”. De este modo se quiere expresar cercanía en este tiempo de pandemia. Un tiempo en el cual las personas de mayor edad sienten más expuestas su fragilidad y vulnerabilidad.
Muchos han experimentado la soledad, la enfermedad, la muerte de vecinos, amigos y familiares.
Ellos nos vinculan con las historias pasadas y anécdotas familiares. Son un eslabón entre generaciones que transmiten a los jóvenes la experiencia de la vida y la fe. Muchos de los niños que se acercan a la catequesis ya conociendo las oraciones, en general ha sido gracias a las enseñanzas de los abuelos.
Francisco, en el Mensaje escrito para esta oportunidad, expresa: “¿Cuál es nuestra vocación hoy, a nuestra edad? Custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños. No lo olviden”.
Varias veces hemos dicho que de esta crisis salimos mejores o peores, nunca iguales. Nadie debe quedar afuera. Las personas mayores tienen mucho que aportar. “En esta perspectiva, quiero decirte que eres necesario para construir, en fraternidad y amistad social, el mundo de mañana: el mundo en el que viviremos —nosotros, y nuestros hijos y nietos— cuando la tormenta se haya calmado. Todos «somos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas» (ibíd., 77). Entre los diversos pilares que deberán sostener esta nueva construcción hay tres que tú, mejor que otros, puedes ayudar a colocar. Tres pilares: los sueños, la memoria y la oración. La cercanía del Señor dará la fuerza para emprender un nuevo camino incluso a los más frágiles de entre nosotros, por los caminos de los sueños, de la memoria y de la oración.” Los abuelos y ancianos nos abren al futuro con sus anhelos y sueños.
La memoria nos une a la historia, a nuestras raíces, para que no perdamos el rumbo, el horizonte. “El futuro del mundo reside en esta alianza entre los jóvenes y los mayores. ¿Quiénes, si no los jóvenes, pueden tomar los sueños de los mayores y llevarlos adelante? Pero para ello es necesario seguir soñando: en nuestros sueños de justicia, de paz y de solidaridad está la posibilidad de que nuestros jóvenes tengan nuevas visiones, y juntos podamos construir el futuro. Es necesario que tú también des testimonio de que es posible salir renovado de una experiencia difícil.”
Mons. Jorge E. Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo