Piedra, de sobrenombre a nombre
LOZANO, Jorge Eduardo - Reflexiones - Reflexión de monseñor Jorge E. Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión de Pastoral Social (27 de junio de 2021)
A veces nos acostumbramos tanto a llamar a alguien por su apodo, que llegamos a olvidar su nombre. Nos puede suceder en el trabajo o con los vecinos, de recordarlos por alguna cualidad física o por su oficio.
Un día, hablando con sus discípulos, Jesús designó a Simón como Piedra, y así le quedó como nombre Pedro. Este cambio no era casual o destacaba algo de su carácter, sino que manifiesta una vocación, una misión.
Delante de los demás le dijo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. (Mt 16, 18)
A este hombre tan apasionado como débil Jesús lo nombra “Roca”. Al principio podía sonar a un chiste. Pero Jesús lo decía muy en serio. La debilidad y fragilidad humana no será obstáculo para que el Mesías haga la obra de edificar sobre él su Iglesia.
Hombre débil e impulsivo, Pedro había jurado dar la vida por Jesús en la última cena, y a las pocas horas lo negó tres veces.
Pedro es Roca no por sus propias fuerzas sino porque es colmado de ánimo por Jesús que lo elige.
Ante la pregunta de Jesús “ustedes, ¿quién dicen que soy?” Pedro es el que toma la iniciativa y reconoce al Maestro como Mesías, Salvador, Hijo de Dios (Mt 16, 16). Podemos leer la siguiente afirmación como dicha también a nosotros, hombres y mujeres de fe: “Feliz de ti, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo” (Mt 16, 17).
La fe no es una elucubración de abstracciones, ni una serie de conclusiones filosóficas. Es revelación del Padre. Como para no ser feliz quien tiene este regalo maravilloso.
A Pedro se le promete tener las llaves y la capacidad de atar y desatar. Ambos son signos de autoridad con la cual Jesús establece al Apóstol como piedra firme sobre la cual constituir la Iglesia.
Pero no será una delegación funcional sino fruto del diálogo de amor. En el evangelio de San Juan se nos cuenta cómo después de la Resurrección Jesús dialoga con Pedro y por tres veces le dice “si me amas, apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15-19).
Este oficio de amor se encomienda a Pedro y sus sucesores. También hoy la Iglesia sigue apoyada y construida sobre Cristo que instituye a Pedro como roca firme para sostener la unidad de la Iglesia en la fe, fortalecer la comunión, alentar la misión.
El próximo martes 29 de junio conmemoramos la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Tradicionalmente lo celebramos como “día del Papa”, sucesor de Pedro.
Francisco tiene hoy las llaves del Reino, y nos alienta a todos a seguir los pasos de Jesús. Uno de los modos de orientarnos y guiarnos es compartiendo sus anhelos, sus sueños más profundos. Hace poco más de un año escribía cuatro sueños.
Un sueño social que busca que en el mundo nadie sea descartado y desechable. Un planeta en el cual todos tengan lugar, porque todos somos hermanos llamados a la vida para habitar en la casa común.
Un sueño cultural que nos lleva a amar las raíces de cada pueblo. Es un llamado a cuidar la identidad que se expresa en el arte, la poesía.
Un sueño ecológico que nos mueve a escuchar el clamor de los pobres y el gemido de la tierra. Cuidar al conjunto de la familia humana, todos con el mismo derecho a la vida. Cuidar todos los ecosistemas.
Un sueño eclesial que nos lleve a vivir plenamente el mandato de Jesús “vayan por todo el mundo” (Mt 28). Un camino de conversión sinodal y misionera. “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo” (EG 27).
Francisco suele concluir sus predicaciones y enseñanzas pidiendo “por favor, no se olviden de rezar por mí”. Reconocimiento de su propia fragilidad que necesita de la oración de todos.
El 29 de junio se cumplen dos años de la consagración episcopal de nuestro obispo auxiliar Carlos María. Recemos por él y demos gracias a Dios por la entrega generosa de su vida.
Y ayer, sábado 26 de junio, se realizó la Jornada Mundial de concientización contra el narcotráfico. Con esta ocasión, la Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones y Drogadependencia de la Conferencia Episcopal junto con la Familia Grande Hogar de Cristo y Cáritas publicaron un documento titulado: “Drogas y Adicciones: un obstáculo para el Desarrollo Humano Integral. La otra pandemia”. Puestos en camino a la 1ª Asamblea Eclesial que organizamos desde el CELAM, es decir, mirando a todos los pueblos de nuestro continente, desde el documento se propone que “en cada Barrio Popular de nuestra América haya un Centro Barrial que ‘Reciba la Vida como Viene’ y que su modo de trabajo sea un ‘Cuerpo a Cuerpo’ como nos decía el cardenal Bergoglio (hoy Papa Francisco) en la inauguración del primer Hogar de Cristo. (..) Alzamos fuerte nuestra voz para repetir las palabras de Aparecida y llamar la atención sobre el agravamiento de la pandemia de las drogas y las adicciones en tiempos de COVID-19”.
Mons. Jorge E. Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo