Tedeum del 25 de Mayo
BARBA, Gabriel Bernardo - Homilías - Homilía de monseñor Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis, en el aniversario de la Revolución de Mayo (Iglesia catedral, 25 de mayo de 2021)
Lecturas Bíblicas
Carta de San Pablo a los Efesios 4,1-13. Mateo 25, 31-46
En este día en que celebramos la memoria del inicio del camino que nos llevó a la independencia, estamos aquí reunidos para dar gracias a Dios por el don de la Patria. Por este maravilloso regalo que Dios nos ha dado y que nos enraíza en un pueblo, en una historia, en una cultura y en un profundo sentimiento de pertenencia.
Regalo maravilloso de Dios que es preciso construir y merecer cada día, porque la vida personal y comunitaria tiene un profundo sentido en este suelo y en este tiempo. Como dice bellamente el poeta: “La patria, amigos, es un acto perpetuo / como el perpetuo mundo. / (Si el Eterno Espectador dejara de soñarnos un solo instante, nos fulminaría, blanco y brusco relámpago, Su olvido.)” (frag.) Oda. Jorge Luis Borges. O bien la poeta que dice: “Allí donde partir es imposible, / donde permanecer es necesario, donde el barro es más fuerte que el deseo de seguir caminando. / (…) donde nunca se está del todo solo, / donde cualquier umbral es la morada. / Donde se quiere arar. Y dar un hijo/ y se quiere morir, está la patria” (frag.) La Patria. Julia Prilutzky Farny.
Es por eso que la Fiesta Patria del 25 de mayo nos enciende el corazón y la memoria se vuelve agradecida, porque este prodigio de poder llamarnos compatriotas hunde sus raíces en la historia, y nos lleva al momento en que elegimos empezar a transitar el camino para vivir un sueño propio, que en el devenir del tiempo tendría un rostro un perfil y un nombre: Argentina. Nuestra Patria libre justa y soberana.
Fue en aquel 1810, que la noticia de la formación en Buenos Aires de una Junta de Gobierno formada por criollos cabalgaría con los chasquis para darse a conocer, a la vez que solicitaba su reconocimiento. Así fue como llegó a San Luis de Loyola Nueva Medina de Rio Seco, o San Luis de la Punta, como solían llamarla, pequeña ciudad en medio del camino y la soledad del territorio. Los miembros del humilde cabildo la recibieron y el 12 de junio, día memorable, se reunieron para analizar los sucesos y tomar decisiones. El peligro realista acechaba desde Córdoba presionando por el rechazo y desconocimiento de lo actuado en Buenos Aires. Allí estaban en la modesta casa de adobe y caña del Ayuntamiento, el sacerdote, el pulpero, el fraile dominico, el comerciante, el hacendado representando a los que diariamente luchaban y trabajaban duramente para garantizar la sobrevivencia. Hombres sencillos, algunos con mínima o nula instrucción, pero con corazón generoso que sabía del amor a esta tierra. Fueron ellos los que dieron el primer SÍ con el que, en la encrucijada del camino, eligieron el que conducía hacia la independencia, y por ellos fue San Luis “la primer provincia argentina que adhirió a la Revolución”.
Por esto hoy en esta fiesta patria especialmente celebramos este Sí con el que aquellos nobles y valientes puntanos y sin saber que lo hacían también en nombre de los que vendrían detrás, desde el terruño natal, comenzaron a dibujar el rostro de la Patria. San Luis se abría hacia lo Nacional, como siempre lo haría con enorme generosidad cada vez que fue convocada a luchar y defender la libertad de la Patria naciente. Y el pueblo acompaño como siempre. No hubo cronista que narrara como se festejó el hecho. Si sabemos por la constancia que en actas dejaron los cabildantes, que hubo una luminaria general y Misa solemne en acción de gracias. Este Sí generoso, temerario y valiente… fue la puerta que se abrió para dar paso a lo que pronto llegó como consecuencia del mismo. Un rio de hombres marcho a la guerra, el pueblo entero en convicción colectiva por lo que aspiraban entrego sus bienes y sus vidas. Los soldados puntanos se distinguieron en los campos de batalla, y en los cuerpos legislativos de los que participaron, sus nombres figuran en el bronce de la historia. Todos ellos son rostros salientes del pueblo humilde “humanidad morena” como lo llama nuestro gran poeta Antonio esteban Agüero, al referirse a la participación en lo que vino después, cuando con dolor y entrega, los puntanos transitaron en plenitud el camino hacia la libertad de América. Estos gestos de generosidad, grandeza, sacrificio y voluntad de Ser que configuran la identidad puntana, son los que hoy, en esta fiesta Patria recordamos con corazón agradecido. Mirados en la distancia del tiempo nos interpelan en el hoy en nuestras realidades cotidianas.
“¿Qué seríamos capaces nosotros de hacer hoy por la Patria?
En primer lugar, gradecer a Dios y agradecer a los patriotas que la han hecho posible. La patria ha sido construida con vidas entregadas y con fe.
Nuestra memoria nos para en el pasado, pero construyendo el presente y soñando con un futuro siempre mejor. Debemos seguir construyendo la Patria.
Por segundo año consecutivo vivimos esta fiesta patria en pandemia. Experimentando lo mismo que vive y sufre el mundo entero.
Nos une a las demás sociedades una misma preocupación:“el cuidado de la vida de cada uno para llegar así al bien de todos”. Este tiempo nos obliga a pensar en el bien común con firmeza. Nadie sale solo de esta realidad. La realidad del COVID expone a la luz lo bueno y lo malo. Nos ayuda a tomar consciencia de muchas cosas, pero, sobre todo, del pensamiento y cuidado comunitario. El individualismo es una enfermedad antecedente a esta pandemia y también debemos vencerla.
Intentando situarme en el pensamiento de los patriotas de la gesta de mayo y de la permanente construcción de la Patria, me lleva a la misma conclusión: ningún proyecto importante que involucre a todos, no se logra pensando solamente en los intereses particulares. Como así también, no se logra sin correr riesgos. Quien nunca se arriesgue en la vida, tendrá la certeza de nadar en aguas que necesariamente se estancarán obteniendo como resultado: la NADA, la esterilidad.
Debemos romper individualismos, romper mezquindades. Renunciar a una mirada corta. Soñar en común un futuro mejor. Arriesgar a perder, para poder ganar.
Organizarse en común. Aceptar roles y lugares diferentes. Asumir también liderazgos de quienes lo posean y lo pongan al servicio. Estas acciones, no dudo que estuvieron en el espíritu de quienes han logrado la Patria naciente.
Podemos dar fe que San Martín, ha ejercido su liderazgo en medio de conflictos, tensiones, apoyos y negaciones. Las luchas intestinas y desinteligencias que se daban entre intereses opuestos han llegado a detener su marcha por un espacio de tiempo…, pero no a paralizarlo ni a abandonar su meta final. Frente a tan acalorado conflicto, llegó a proclamar: “mi sable no saldrá jamás de la vaina por intereses políticos”. Amargado por la falta de cooperación, hasta llegó a renunciar al mando del ejército. Tan solo quería, como siempre, la unión de los pueblos.
Esta grandeza de aquellos tiempos, necesitamos una vez más, que sigan tomando vida en la mente y obra de todos nuestros dirigentes.
En esta gesta, también hemos visto que la sociedad, en sus distintas estructuras estuvo presente. Vemos en las actas y en la iconografía cuántos clérigos patriotas que sumaron sus esfuerzos y se jugaron como ciudadanos comprometidos.
Desde el inicio vemos la necesidad de construir una patria entre todos.
Nadie debe quedar a fuera. Y la Patria se sigue construyendo hoy desde los barrios, las ciudades, los campos, la industria, la ciencia y el desarrollo.
Por eso estamos aquí para pedir y dar gracias a Dios. Este es nuestro Te Deum. Estamos aquí porque tenemos fe. La fe nos sostiene…, nos impulsa…, nos levanta…, nos fortalece. Nos impulsa a caminar como pueblo.
Damos gracias a Dios, origen de toda verdad y justicia. Al Dios de la vida. Al Dios Providente que nos llama a construir su Reino de verdad, de justicia, de amor… y de paz.
El texto de Evangelio (Mateo 25), nos ilumina enseñándonos a actuar cada día en acciones concretas. En cada hermano…, en cada hermana que sale a nuestro encuentro, allí vemos reflejado el rostro de Dios que nos inspira, dado que lo que al más pequeño hagamos…, a Jesús mismo se lo estaremos haciendo.
San Pablo, en el texto que acabamos de escuchar, pide a la comunidad naciente, que conserven la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Hay una misma esperanza a la que hemos sido llamados de acuerdo con la vocación recibida…
En estos tiempos oscuros, desconcertantes…, difíciles, con verdadera vocación de servicio y de fraternidad debemos seguir construyendo nuestra Patria, generando esperanza, siendo testigos de la vida. Una esperanza que se consolida a través de la verdad…, la justicia…, el derecho. El cuidado de cada una de las personas sigue siendo la construcción verdadera de nuestra Patria o, de lo contario, estaremos empujándola hacia su ruina. Velar por cada ciudadano, es cuidar la Patria. No respetar sus derechos es destruir y no construir esta casa común que debe ser nuestra querida Argentina.
Nadie sobra. Nadie está demás. Todos somos necesarios. Todos tenemos la misma dignidad. Sin ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Concentrarnos en esta construcción común, respetando y cuidando la vida de cada persona, será entonces, hacer una verdadera memoria agradecida que continúe con la labor comenzada hace doscientos once años atrás.
Elevemos a Dios un canto agradecido, digámosle con la voz de una poeta puntana que nos dice: “(…) hoy / salgamos a ahondar nuestras labores/ teniendo más azul el intelecto / que las manos se encuentren augurando/ estaciones de paz y de respeto/ que vayamos de frente/ la Patria es“con nosotros”. (Frag.) Tierra de nuestro amor te festejamos. Beba Di Genaro.
Te pedimos Señor, danos esa esperanza que no defrauda.
Mons. Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis