Solemnidad de Pentecostés
COLOMBO, Marcelo Daniel - Homilías - Homilía de monseñor Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza, en la solemnidad de Pentecostés (Carmelo del Espíritu Santo y de María Madre de la Iglesia, Luján de Cuyo, 23 de mayo de 2021)
Queridos hermanos:
La solemnidad de Pentecostés nos remite a la Iglesia naciente y a la fuerte experiencia espiritual de los apóstoles que, junto a María, reciben con el Espíritu Santo el coraje evangélico y la capacidad de comunicarse para evangelizar a todos los pueblos.
El libro de los Hechos nos revela la intimidad del grupo apostólico, sus temores, los vaivenes de los primeros tiempos, las incertidumbres e inseguridades frente a los poderes de entonces. Pentecostés será un impulso hacia la libertad interior para dejar que el Espíritu Santo obre en cada uno y en toda la Iglesia. Pero, además, el Espíritu Santo fortalecerá en ellos el coraje evangélico para anunciar a Jesucristo. Pasarán así del encierro y la introversión del miedo, a desandar los caminos de la libertad para expresar con toda la vida el mensaje del Señor Jesús.
Uno de los signos más hermosos que destaca el texto del libro de los Hechos es que, a aquellos galileos, los allí presentes procedentes de diversos pueblos vecinos los oía hablar en su propio idioma y proclamar las maravillas de Dios.
Pentecostés marca entonces, el comienzo del tiempo de la Iglesia, en la que ésta, impulsada por el Espíritu Santo, será protagonista de los nuevos tiempos de la humanidad. Lejos de quedar encerrada en los estrechos límites de una cultura, de un pueblo, de un grupo de personas, la Iglesia ha sido enviada a todos los hombres de todos los tiempos.
En la Carta a los Corintios, Pablo pone de manifiesto la universalidad de la Iglesia en la cual todos los hombres constituyen un nuevo y único pueblo, sin distinciones de proveniencia ni de condición. Los miembros de la Iglesia, salvados por Cristo, constituyen un cuerpo en el cual cada uno es un miembro.
Habitados por el Espíritu Santo, los miembros de la Iglesia recibimos distintos dones, ministerios y funciones para el crecimiento del Cuerpo que constituimos. Todo procede de Dios para el bien de los que Él ama; por eso, nadie recibe dones para ahogarlos en su interior, sino para poner en común, al servicio de la vida y del anuncio del Evangelio.
El Evangelio de Juan nos presenta su mirada sobre el acontecimiento de Pentecostés, estrechamente vinculado a la persona de Jesús que, soplando sobre los Apóstoles, les comunica el Espíritu Santo, un espíritu de envío, de misión, que los hará capaces de perdonar los pecados de los hombres y de darles una gran paz, la Paz del Señor.
Una Iglesia animada por el Espíritu Santo es capaz de llevar adelante su misión con entusiasmo, con generosidad y apertura. Es una Iglesia que abre las puertas de su tesoro interior, el Evangelio de Cristo, a todos los hombres, sin exclusiones, ni prejuicios, ni acepción de personas. La Iglesia en salida, hospital de campaña, casa de los hijos, es la Iglesia habitada por el Espíritu Santo que la lleva más allá de cualquier forma de anquilosamiento o de esclerosis, a hacerse presente en la historia de los hombres para testimoniar la vida que recibimos de Dios.
Como aquella primera comunidad apostólica, recibamos al Espíritu Santo, muy unidos a María que siempre está para acompañarnos. Como con la Iglesia naciente, Ella es la madre de las comunidades nacidas del amor de su Hijo.
Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza