El llamado al servicio
TORRADO MOSCONI, Ariel Edgardo - Homilías - Homilía de Mons. Ariel Torrado Mosconi, obispo de Nueve de Julio, en la misa de ordenación diaconal de Ignacio Balle (Santuario Nuestra Señora de Fátima, Nueve de Julio, sábado 28 de noviembre de 2020)
Lecturas: Jr. 1,4-9; Sal.3,3-5-11; Mc. 10,46-52
Estamos transcurriendo, y culminando, un año singularmente inédito y dolorosamente trágico para gran parte de la humanidad. Probablemente sea la primera pandemia de alcance verdaderamente global, que ha acarreado y desencadenado tantas consecuencias en todos los órdenes de la vida, desde las costumbres cotidianas de un hogar, la vida pastoral de nuestras comunidades parroquiales, hasta las dinámicas de lo económico, político y social en nuestro país y en el mundo entero. Y aquí no podemos dejar de lado la incertidumbre, la angustia y el miedo junto a la tentación del egoísmo, que ha tocado a las puertas de nuestro ser más profundo, de nuestras mismas almas.
Vividos, mirados y asumidos desde la fe, todos estos acontecimientos pueden ser -para decirlo con el lenguaje de la Biblia- un “kairós”: una ocasión propicia, un tiempo favorable, una nueva oportunidad para renovarnos verdaderamente y para volver a empezar, una de las “visitas sorpresas” de Dios a nuestras vidas. No se trata de cubrir con un manto de pseudo espiritualismo una realidad tan terrible, sino de asumirla profundamente desde la fe para superarla y trascenderla.
La Palabra de Dios recién proclamada en la liturgia de ordenación diaconal, nos ilumina como Iglesia en el momento presente al mismo tiempo que nos recuerda la vocación, la misión y el lugar del ministerio al servicio de la comunidad.
Nos ilumina como Iglesia. ¡Cuánta actualidad tiene la figura, la situación y el ejemplo del profeta Jeremías para nosotros creyentes del siglo XXI! La vocación de Jeremías para ser profeta en Israel “para las naciones” nos recuerda la llamada y la tarea de testimonio y servicio en la Iglesia y para el mundo. Tal es el horizonte de esa consagración desde “antes de formarte… antes que salieras del vientre” El amor, la misericordia y la promesa del Señor es eterna, irrevocable, infinitamente superior y más fuerte que cualquier contingencia humana, aunque sea una pandemia. Jeremías es consagrado, constituido, para la misión de anunciar y denunciar a un pueblo sumido en la decadencia moral y postrado en una pobreza vasta y difundida en todos los ámbitos. Con muchos parecidos a nuestra época… El Señor le exige al profeta disponibilidad y confianza, su vida será una lucha continua, tendrá que resistir pruebas y mentiras dolorosas, se expondrá a la humillación y el miedo. Pero el mismo Señor le garantiza las certezas y el apoyo necesario para sobrellevarlos prometiéndole su sostén, compañía y auxilio.
Eso mismo hace hoy con su pueblo santo elegido, su Iglesia, pequeño rebaño a veces asustado y humillado, dándonos sus dones para llevar a cabo la misión con generosidad y esperanza. Limitados de muchas maneras, es la hora del ser y no tanto del hacer. Es el momento para redescubrir y volver a la esencia del Evangelio, la fe y el testimonio “siendo” y no tanto “haciendo”. Vale para ti, querido hijo y hermano, al recibir la ordenación que te configura con Cristo servidor. Ahondando en lo esencial de tu ministerio se consolidará, madurará y profundizará la vocación, para que un día sea fecunda, floreciendo y fructificando en obras y en la vida de las personas.
Esta Palabra nos recuerda la vocación, la misión y el lugar de este ministerio en la comunidad eclesial. Cuántas veces hemos oído y repetido a lo largo de este año aquello de “servicios esenciales” para la sociedad en este tiempo de pandemia y “nueva normalidad”. Precisamente, el diaconado es un ministerio esencial en la vida eclesial ¡Es el ministerio “icono” por excelencia del servicio en la Iglesia! Constituye en servidor, en y de, la Iglesia a quien recibe esta ordenación para siempre.
El relato de la curación de Bartimeo, el mendigo ciego de Jericó, es impresionantemente luminoso para este momento de la historia humana, para la Iglesia toda, para cada cristiano en particular y también para vos, querido Ignacio, que de este texto has tomado el lema para tu ministerio diaconal.
Bartimeo es figura de la humanidad empobrecida y enceguecida que ha quedado relegada al borde del camino. Aún en su confusión, desea ver a Dios y clama, grita insistentemente, tal vez confusamente, pidiendo ayuda. El Señor, hoy como siempre, se acerca, llama y cura. Dios no abandona a sus criaturas sino que sigue viniendo a nuestra existencia de una y mil maneras distintas. No deja de llamarnos a la conversión, convocarnos a la vida en comunión fraternal y a curarnos para redimir, salvar y transformar nuestras existencias con su amor, gracia y misericordia. Este llamado y curación es el comienzo de un nuevo inicio, de una nueva vida, en el seguimiento de Jesús hasta la pasión y la gloria. Hay una misión por delante. Es el reinicio de la esperanza.
También nuestra sociedad necesita hoy volver a escuchar la llamada a levantarse para ver y comenzar nuevamente a caminar por una senda nueva de verdad y amor. Esta es realmente la novedad. Como Iglesia no podemos dejar de oír, en este presente, el siempre renovado llamado a la conversión, a la fe y a la misión evangelizadora. Y hoy para vos, querido Nacho, estas palabras evangélicas cobran realidad. El Señor Jesús te llama, mediante su Iglesia, a levantarte para seguirlo y te hace un nuevo don capacitándote para la misión. Y en ese “¡Ánimo!” no hay meramente una palabra de aliento, sino que te da el “ánimo”, la gracia y el mismo Espíritu para llevar a cabo la misión, el servicio al cual se te llama. ¡Pon en esto tu certeza, confianza y esperanza!
Esta ordenación diaconal en tiempos de pandemia, en un templo reducido en asistencia, es, sin embargo, todo un signo y promesa de esperanza para nuestra Iglesia particular. Signo de Dios que sigue derramando su gracia y dones, signo de la Iglesia que a pesar de las contrariedades sigue con su misión hasta los confines y las periferias, a la vez que promesa de un futuro esperanzador para “caminar en comunión para anunciar a todos la alegría del Evangelio” según nuestro lema diocesano. Por todo ello, el Señor nos vuelve a decir hoy aquí a todos y, especialmente a ti Ignacio: ¡Ánimo, levántate!
Mons. Ariel Torrado Mosconi, obispo de Nueve de Julio