Memoria de San Juan María Vianney - Día del sacerdote

OLIVERA, Santiago - Cartas - Carta de monseñor Santiago Olivera, obispo castrense, en la celebración de Santo Cura de Arz, patrono de los sacerdotes (Buenos Aires, 4 de agosto de 2020)

Querido hijo, hermano y amigo:

Con ocasión de la ordenación diaconal del seminarista Darío Verón tuvimos la oportunidad de “Renovar nuestras Promesas Sacerdotales”, todos fueron invitados a sumarse a través de las posibilidades que nos dan los Medios. Me llegaron “ecos”, de algunos de ustedes, compartiendo la alegría de esta Renovación, vivida, como tal.

Te comparto esto en el día que celebramos la Fiesta del patrono universal de los sacerdotes: el Santo Cura de Ars. Aprovecho para saludarte y compartirte algunas líneas más.

El Papa -Emérito– Benedicto XVI, al clausurar el Año Sacerdotal, nos decía: “El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio, como aquellos que toda sociedad necesita para que puedan cumplirse en ella ciertas funciones. Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, que son palabras de transustanciación, palabras que lo hacen presente a Él mismo, el Resucitado, su Cuerpo y su Sangre, transformando así los elementos del mundo; son palabras que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple «oficio», sino un sacramento: Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar en su favor. Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra «sacerdocio»[1] .

Haciendo eco de las palabras del Santo Padre, quiero agradecer tu labor, la que asumís en tu “día a día sacerdotal” con el desafío de no claudicar en tu identidad, en esta desafiante misión de acompañar a hombres y mujeres, con una clara identidad desde la jerarquía hasta el lenguaje, valiosos por cierto pero que, muchas veces, nos pueden hacer perder nuestra propia identidad y olvidar aquella grandeza que oculta la palabra “sacerdote”, como nos lo decía el Papa Benedicto. Agradezco que en tu “hacer y decir” seas siempre sacerdote.

La gratitud -a decir del Papa Francisco- es: “… siempre (…) un “arma poderosa”. Sólo si somos capaces de contemplar y agradecer concretamente todos los gestos de amor, generosidad, solidaridad y confianza, así como de perdón, paciencia, aguante y compasión con los que fuimos tratados, dejaremos al Espíritu regalarnos ese aire fresco capaz de renovar (y no emparchar) nuestra vida y misión.”[2] La gratitud al estilo de lo que nos enseña el Santo Padre, será una de las claves para custodiar este don que Dios nos dio: ser sacerdotes, siempre sacerdotes para nuestro Pueblo, porque “el Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”, como repetía muchas veces el santo cura de Ars.

Te renuevo, también, mi cercanía, especialmente en este tiempo que estamos viviendo. Te deseo que tengan un feliz día de San Juan María Vianney.

Un gran abrazo y bajo el cuidado de la Virgen María, te dejo mi bendición.

Mons. Santiago Olivera, obispo castrense

 


[1] Homilía de Benedicto XVI Clausura del Año Sacerdotes, 11 de junio de 2010
[2] Carta del Santo Padre Francisco a los sacerdotes en el 160° aniversario de la muerte del Cura de Ars. 4 de agosto de 2019.