Solemnidad del Patrón Santiago

COLOMBO, Marcelo Daniel - Homilías - Homilía de monseñor Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza, en la solemnidad de Santiago Apóstol (Iglesia San Nicolás y Santiago Apóstol, Mendoza, 25 de julio de 2020)

¡Feliz día de nuestro Patrono Santiago! El Señor nos invita a celebrar esta solemnidad con un corazón agradecido, sobre todo porque nos permite hacerlo de esta manera cuando hace algún tiempo no nos podíamos juntar y encontrar. Lejos están las muchedumbres de otros tiempos. Pero sabemos que tantos hermanos y hermanas nos acompañan y saludamos desde aquí a todos los que nos siguen por esas nuevas formas de comunicación, a través de la modalidad virtual. Son numerosas las familias y los hermanos que están siguiendo y celebrando esta santa misa en honor del Patrón Santiago desde su casa o desde su lugar de encuentro. Por eso, a todos ¡muy feliz día!

Hoy nos toca recordar la figura del apóstol Santiago y lo hacemos, antes que nada, recurriendo a la Palabra que es para nosotros luz que ilumina nuestros pasos. En el Libro de los Hechos, descubrimos a unos apóstoles valientes. En el medio ha estado el gran acontecimiento de Pentecostés. Ya no son aquellos discípulos asustadizos y temerosos cuya fe flaqueaba, sino hombres decididos, con convicciones y dispuestos a darlo todo por el Reino de Dios. Quizás en el corazón, Santiago se acordaría de aquella vez que le dijo a Jesús: “Sí, puedo beber el cáliz que has de beber”. Están estos apóstoles decididos a anunciar el Reino de Dios; a romper con una dinámica de encierro y aislamiento, que hacía de esa Iglesia naciente un pequeño grupo. Tenían una Buena Noticia para transmitir y era la Buena Noticia del Señor, muerto y resucitado por amor a los hombres. En ese contexto se pronuncian de una manera solemne sobre lo rotundo de obedecer antes que nada a Dios. Es decir, tener en el corazón, los valores del Reino de Dios y darlo todo por ellos, antes que obedecer a cualquier autoridad humana.  Hoy nosotros en esa misma convicción, cuidamos la vida. Hoy nosotros con esa misma disposición obedecemos a Dios ayudándonos, siendo solidarios unos con otros, cuidándonos.

El Evangelio, nos presenta este encuentro entre la madre de los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, con el Señor. Ella, tomada de criterios humanos, todavía no ha descubierto la dimensión de lo que significa la elección de sus hijos por parte de Jesús y trata pedirle un puestito para ellos. Está pensando seguramente en un reino humano, en un reino guiado por criterios humanos. ¡Y el Señor los estaba invitando a ser sus discípulos, sus apóstoles! Era otra lógica, con otra escala de valores. Es así que Jesús cambia el ángulo de la pregunta y en vez de ir hacia lo que la señora le pedía, los lleva a ellos a considerar la importancia de vivir con Él, en cercanía de Él, esas decisiones que estaban por tener que tomar. Es decir, entregarse y hacer posible que otros conozcan al Señor a través suyo. Jesús le da una respuesta delicada, exigente, mostrándoles que son criterios humanos los que pueden guiar la vida de los hombres; en cambio ellos están invitados a dar un salto de confianza, de convicción: ser de otra manera en relación con los hombres y con Dios. La lógica del poder sería para ellos y para la Iglesia en adelante, la lógica del servicio en una dinámica de entrega como la de Jesús, por amor a los hombres.

¿Quién es el apóstol Santiago? Lo vemos en momentos claves de la vida de Jesús. Lo vemos en el momento en que el Señor les permite participar de la gloria de su Resurrección, junto a Elías y a Moisés. En el Tabor están Jesús, Pedro, Santiago y Juan. Pero también lo vemos a él junto a Pedro y Juan en las horas previas a la entrega de la Cruz, en el Huerto de los Olivos. También allí está Santiago. Asustado, temeroso, con sueño. Y Jesús regañándolos por esas flojeras que los embargan. Es este mismo apóstol Santiago que ahora lo vemos proclamar decidido el Reino Dios y al que hoy homenajeamos.

¿Cómo celebrarlo a Santiago Apóstol en estos tiempos? El año pasado no nos imaginábamos que una realidad de barbijos, alcohol en gel, paños en cloro, cifras dramáticas iban a ser parte del día a día de nuestras vidas. Estábamos en otra perspectiva, festejando y gozando de un encuentro, de una procesión, de una celebración multitudinaria. Sin embargo, ésta es nuestra realidad de hoy. Entonces se trata, primero, de abrazar esa realidad con serena y cristiana aceptación. No una aceptación que sea de una resignación que nos aísle y nos encierre. Ya nos tenemos que encerrar y aislar para no contagiarnos. Se trata de buscar una forma de presencia solidaria en la vida de los otros, en la de los que queremos y la vida de tantos que no conocemos, o que no podemos ver porque están lejos.

Este tiempo nos ha ayudado a percibir otra perspectiva de la vida humana, a valorarla. Hace algunos unos meses había personas que se despertaban para mirar cuánto era el riesgo país, cuánto estaba el dólar de éste o de aquel tipo, cuánto había subido o bajado la bolsa. Hoy nos despertamos cada día viendo con dolor, sufrimiento, tristeza, muertes, infectados y perspectivas dolorosas. Sin embargo, tampoco nos quedamos. Tampoco nos podemos lamentar sin antes decidir hacer algo por los demás.

Hace pocos días clausurábamos la Colecta Nacional de Cáritas. Ligeramente inferior al año pasado, comprensible porque no teníamos todas las posibilidades de recolectar, la campaña fue un éxito. No por los números que fueron importantes. Sino por toda la energía solidaria que se puso en juego por parte de los cristianos mendocinos. Esa energía que tantos de ustedes se animaron a compartir para buscar la forma de hacerse presente entre nuestros hermanos más pobres. Hoy celebramos esa realidad y esa dimensión de nuestra vida: Que no nos resbalan las cosas, que no somos indiferentes, que no estamos para pensar solamente en nosotros mismos, sino que, en esa lógica nueva del cuidado, de la atención a los demás, nos hacemos presentes unos a otros y nos ayudamos.

Solamente para terminar, me gustaría insistir en algo que compartía en la carta que mandé en ocasión de la preparación de esta fiesta. La Iglesia ha descubierto algunos espacios nuevos o ha redescubierto aquéllos que estaban y valora y quiere fortalecer.

Uno de ellos es el de la ministerialidad familiar. Esta Semana Santa que pasamos prometía ser muy triste, y de hecho para muchos lo fue. Sin embargo, tantas familias se encendieron de amor cristiano, de formas litúrgicas y de significación de espiritualidad familiar, de padres e hijos que se nos llenaban los ojos de lágrimas a los curas viendo por la computadora o las fotos que nos mandaban, cómo se multiplicaban las iglesias. Estaban cerradas nuestras parroquias, pero estaban abiertas las iglesias domésticas. Yo creo que éste es un punto que hay que seguir trabajando. Desde el bautismo para adelante, padres, esposos, todos están llamados a acompañar a sus familias desde ese lugar. Descubrir la ministerialidad familiar como un bien de la Iglesia, que estaba pero que ahora pudimos tocar por verlo explicitado con claridad.

Hay una segunda dimensión que hemos vivido también sobre todo en Cáritas, pero también en las otras pastorales, que yo llamo las pastorales de trinchera de nuestra Arquidiócesis: La pastoral de la calle, la pastoral de la salud, la pastoral carcelaria, la pastoral de migrantes. Y me refiero a la toma de conciencia de los jóvenes de su lugar en estos espacios. Ha habido como una posta, sobre todo en Cáritas, donde predominaban las personas mayores; en estas pastorales se han visibilizado formas nuevas de voluntariado juvenil. En un momento determinado teníamos en Mendoza más de 200 voluntarios jóvenes, sobre un total de 1000 en el País. Provenientes de la Acción Católica, del Movimiento Juvenil Peregrinos… Es el tiempo de probar y vivir ese maravilloso diálogo intergeneracional que nos propone el Papa Francisco.

Finalmente, el tercer aspecto al que me referí en la Carta para vivir esta fiesta y que quiero recordar esta tarde, es la nueva y creciente relación de las parroquias, los sacerdotes, los fieles en forma personal y asociada, con los medios de comunicación, principalmente con las redes sociales, entendidos en su carácter instrumental al servicio de la evangelización; más allá de lo fugaz de lo virtual y la saturación que nos está provocando su omnipresencia, valoramos cuanto se pueda hacer a través de los medios: la misa televisada del domingo, presidida por el obispo; las misas trasmitidas por Facebook, Instagram, y otros canales, por los sacerdotes de las parroquias; los cursos y encuentros bíblicos,  de jóvenes y de pastoral familiar; la formación de catequistas y ministros de la escucha para atender a las necesidades espirituales de los hermanos; los retiros... en fin… ¡Hay vida! Es la Iglesia de Cristo que está presente en Mendoza, viviendo esta hora.

Pastores y fieles estamos llamados a vivir los tiempos que vienen, con entusiasmo no exento de dolor y de preocupación. Animados por la esperanza puesta en Dios, estamos invitados a asumir y afrontar la historia como un espacio de realización personal y comunitaria; allí, junto al Señor, en la Iglesia, nos reconocemos protagonistas apasionados de la vida.

Que el testimonio misionero del Apóstol Santiago, aliente nuestra vida y misión como Iglesia en Mendoza, fortalezca nuestra comunión, concretada en nuevos modos de cercanía y amistad social. Discípulos misioneros del Señor Jesús, seamos testigos de un amor grande que crea puentes entre los hombres y se pone, como su Maestro, al servicio de sus hermanos.

Mendoza, 26 de julio de 2020
Solemnidad de Santiago Apóstol    
 
Mons.  Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza